EL PA¨ªS debe rectificar
Si alguna publicaci¨®n period¨ªstica ha sido capaz de influir en la opini¨®n p¨²blica, hay que reconocer que, para bien o para mal, EL PA?S se lleva la palma. Al margen del concepto que se tenga de la funci¨®n de un peri¨®dico independiente en la democracia -¨¦sa es otra cuesti¨®n-, EL PA?S apost¨® por el cambio con toda su capacidad persuasiva, sin tener en cuenta los condicionamientos de la indefinici¨®n consensuada que ahora determinan -seg¨²n el cris tal con que se mire- la decepci¨®n o la temeridad. Es cierto que el de saguisado pol¨ªtico del proceso de transici¨®n hab¨ªa llegado al l¨ªmite de lo soportable, que el envileci miento del hecho pol¨ªtico dio paso al desencanto generalizado y que la sociedad, sin distinci¨®n de cla ses, clamaba por la ruptura del marasmo pol¨ªtico. Pero eso ni pue de justificar un 23-F, ni la irres ponsabilidad electorera del 28-0 y menos la bigamia pol¨ªtica.
En lugar de analizar el estado de cosas y sus causas, se busc¨® un chivo expiatorio exculpador de complicidades, se ech¨® un borr¨®n y cuenta nueva sobre el caso y se dio v¨ªa libre a la chabacaner¨ªa del cambi, al que EL PA?S contribuy¨® poderosamente a idealizar a s¨¢biendas de que los vicios de origen iban a ser determinantes para volver a las andadas. Nadie como EL PA?S alent¨® a la poblaci¨®n a la credulidad; nadie como EL PA?S hizo concebir esperanzas a las v¨ªctimas del 28-O. Con aquellos editoriales y aquella tendencia informativa, un elevado porcentaje de votantes se regocij¨® y crey¨® en unas promesas que el tiempo ha convertido en pesar.
No en vano EL PA?S viene a ser, en ciertos sectores, como la revelaci¨®n de la verdad o acta notarial del hecho cotidiano; viene a ser una especie de gu¨ªa orientadora del perezoso que reh¨²ye el an¨¢lisis y se deja llevar por interpretaciones no siempre generosas.
Naturalmente, la decepci¨®n ha reca¨ªdo en nuestra sociedad, y esta vez, ni EL PA?S se ha salvado del virus. Pero aun reconociendo la valent¨ªa de algunos editoriales, predomina en ellos la timidez a la hora de valorar las contradicciones program¨¢ticas del Gobierno y su partido. Se comprende que le resulte doloroso tener que modificar una actitud ganada a pulso, pero la fuerza de los hechos no se puede soslayar. Y nadie como EL PA?S est¨¢ obligado con la opini¨®n p¨²blica. Rectificar es de sabios. Luis Alonso Novo. Madrid.
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