Metamorfosis
La mujer sali¨® de su casa, y era una buena mujer. Lo hab¨ªa sido durante toda su vida. Ese d¨ªa, sin embargo, una fr¨ªa determinaci¨®n le ro¨ªa las entra?as mientras avanzaba, el bolso bien sujeto, camino del lugar donde iban a producirse los hechos.Por momentos sent¨ªa que le temblaban las piernas, pero si su cuerpo flaqueaba, su mente no se permit¨ªa vacilar. Pens¨® en sus hijos. Pens¨® en su marido, honrado y trabajador, feliz con su f¨²tbol, su tele y su ch¨¢ndal para ir al campo los fines de semana. Pens¨® en el equipo necesario para las vacaciones, tan inminentes ya.
M¨¢s decidida que nunca, atraves¨® la puerta de los grandes almacenes. El aire procedente del acondicionador le hel¨® la nuca y serpente¨® por un momento entre sus muslos, y ¨¦sa fue la ¨²ltima sensaci¨®n humana que iba a experimentar en varias horas.
-¨ªReeebaaaajaaas! -rugi¨®.
Brace¨® hacia la horda que bramaba en el interior. Ya no pensaba en su familia. Como el cazador, s¨®lo alimentaba un deseo: conseguir la mejor presa; como el sabueso, ¨²nicamente aspiraba a hincar el diente en la carne m¨¢s tierna. Alarg¨® ambas manos hacia una combinaci¨®n de seda sint¨¦tica rebajada puesta a mitad de precio -previamente se hab¨ªa colgado el bolso en bandolera-, y una manada de tiburones abri¨® amenazadoramente las fauces frente a ella. La mujer se aferr¨® con todas sus fuerzas a la prenda. Vio que las manos se le hab¨ªan vuelto peludas, sarmentosas y con las u?as muy largas curvadas hacia dentro, pero no le import¨®. Arranc¨® la combinaci¨®n de entre los colmillos de los escualos y sigui¨® abri¨¦ndose paso entre aullidos.
En la segunda planta tuvo que despedazarle la car¨®tida a una rinoceronta de vestido floreado que trataba de apoderarse de una cesta para pic-nic; en la tercera, se hizo a zarpazos con dos pares de zapatillas de deportes; en la cuarta fue corrida a cornadas por una panda de b¨²falas que se empecinaban en conseguir una cocinita port¨¢til a butano; en la quinta estuvo a punto de morir picoteada por una nube de avispas venenosas, pero huy¨® en cuanto se dio cuenta de que no necesitaba un tresillo.
Cuando sali¨® a la calle, tard¨® unos 20 minutos en recuperar su aspecto habitual.
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