No hay tiempo para dar marcha atr¨¢s
Esto no es lo que quisi¨¦ramos, pero ya no queda tiempo para rectificar. Esta frase probablemente est¨¦ en la mente de los representantes de Estados Unidos y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica a la hora de que tengan que firmar el acta final de la Conferencia de Madrid, que pone fin a casi tres a?os de muchas proclamas propagand¨ªsticas, muchas acusaciones mutuas y algunas negociaciones serias. Los Gobiernos europeos y neutrales han impuesto su criterio de que es necesario un documento final de Madrid equilibrado y sustancial, y lo han impuesto con tal habilidad diplom¨¢tica que han situado la reuni¨®n en un punto en el que ni Washington ni Mosc¨² tienen argumentos m¨ªnimamente serios para decir: "Se?ores, yo no firmo".La Uni¨®n Sovi¨¦tica y los pa¨ªses del Este en general no parecen tener ning¨²n inter¨¦s en que una conferencia sobre desarme en Europa, que el documento de Madrid convocar¨¢ para el pr¨®ximo enero en Estocolmo, tenga lugar despu¨¦s de que la OTAN haya procedido al despliegue de los euromisiles (diciembre). Para eso, los sovi¨¦ticos no hubiesen hecho ning¨²n esfuerzo.
Un delegado del Este comentaba ayer que "despu¨¦s de que la mujer est¨¢ embarazada, de poco vale discutir sobre las causas".
Hace dos meses
Por su parte, la representaci¨®n de EE UU en Madrid ha estado diciendo hasta hace dos meses que no quer¨ªan llegar a la firma de un documento que despu¨¦s los sovi¨¦ticos convirtiesen en papel mojado. Max Kampelman, el embajador norteamericano, ha repetido hasta la saciedad:: "Queremos hechos, no palabras, por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica".
Hace dos meses, nadie hubiese apostado por un acuerdo, si la URSS no acced¨ªa a la liberaci¨®n de alg¨²n importante disidente o daba alguna muestra de mejora en el tema de los derechos humanos. Hoy, Kampelman acepta el riesgo del papel mojado, probablemente no por su voluntad, sino porque la aceleraci¨®n que algunos pa¨ªses europeos han conferido a la Conferencia de Madrid le ha impedido oponerse sin el riesgo de aparecer ante la opini¨®n p¨²blica internacional como responsable del fracaso del ¨²nico foro en el que la distensi¨®n est¨¢ todav¨ªa viva. Lo mismo se podr¨ªa decir de su hom¨®logo sovi¨¦tico.
La m¨¢quina del tren europeo ha sido el embajador de Espa?a, Juan Luis Pan de Soraluce. La delegaci¨®n espa?ola, el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Gobierno espa?ol, tomaron una iniciativa cuya gran virtud, quiz¨¢ por haberse elegido bien el momento en que era bresentada, consist¨ªa en que su contenido era irrechazable desde bases de cierta coherencia.
La promesa formulada por Fernando Mor¨¢n desde la tribuna de la CSCE de que Espa?a actuar¨ªa como mediador si las cosas se complicaban ha sido cumplida impecablemente.
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