Cratilo
Lo normal era que primero aterrizaran las palabras que las cosas. Antes de que en este pa¨ªs hubiera trenes, bombillas, autom¨®viles, radios, tractores, neveras y televisiones, los espa?oles pronunciaban con desparpajo esos nombres seductores que carec¨ªan de tratos con la materialidad. S¨®lo mucho despu¨¦s de que esas palabras circularan como moneda corriente, incluso despu¨¦s de su ingreso en el diccionario, las cosas nombradas hac¨ªan su aparici¨®n en las calles, los labrant¨ªos y las cocinas. Gracias a nuestro retraso industrial fuimos disc¨ªpulos del Cratilo antes que Borges, Umberto Eco y Cabrera Infante. Hubo un tiempo en el que cre¨ªamos que el nombre es arquetipo de la cosa, que en las letras de rosa est¨¢ la rosa y todo el tren en la palabra tren.
Estas nuevas tecnolog¨ªas irresistibles en forma de objetos japoneses o yanquies que exhiben los escaparates, no s¨®lo nos dejan mudos de asombro y envidia. Tambi¨¦n nos dejan mudos de castellano. El proceso se ha invertido. Ahora llegan primero las cosas que las palabras; y cuando por fin encontramos los nombres para llamarlas con rigor acad¨¦mico, resulta que esas cosas han sido sustituidas por otras tambi¨¦n hu¨¦rfanas de nombre.
Hace un par de a?os que los j¨®venes circulan por ah¨ª con orejeras de espuma conectadas por un cable a un min¨²sculo chisme microtransistorizado reproductor de decibelios -ensimismados en est¨¦reo- y s¨®lo hemos sido capaces de deletrear walkman a la cosa, que es algo as¨ª como decir Balay al lavaplatos o Fanta a la naranjada. Y lo mismo desde el compact disc de todas las publicidades hasta esos hardwares y sofwares que est¨¢n en la base flisica y espiritual de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, que no deja t¨ªtere con cabecera industrial. As¨ª de raros suenan los murmullos modulados que emite la actualidad: basic, swift, scanner, flair, videotex, lifting, listing, desing.
Anuncia el Gobierno una ley de protecci¨®n del idioma. Supongo que con la intenci¨®n de corregir esta alarmante distancia entre las palabras nacionales y las cosas coloniales. Ahora, s¨®lo queda que la Academia de la Lengua responda con una ley de protecci¨®n industrial, para lograr que las nuevas palabras castellanas se fabriquen con siglas comerciales espa?olas.
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