Los encierros de Hemingway
Los encierros primitivos no se parec¨ªan gran cosa a los actuales, aunque ten¨ªan un cometido id¨¦ntico, que consist¨ªa en llevar a los corrales a los astados que deb¨ªan lidiarse. Hace casi cuatro siglos, cuando el encierro hace su aparici¨®n en los Sanfermines, la manada con los toros y los cabestros, encabezada por un abanderado, entraba en Pamplona a trav¨¦s de un pasillo humano, mientras los pamplonicas, pertrechados con estacas, palos, picas y otros ¨²tiles, propinaban a los morlacos una buena paliza, con la finalidad de que entraran en la plaza y no se desviaran de su recorrido.Seg¨²n los estudiosos de la cuesti¨®n, los taurinos de aquella ¨¦poca iban a los toros con toda suerte de objetos contundentes, ya que, si la corrida se prolongaba demasiado y se hac¨ªa de noche, la afici¨®n saltaba al ruedo y acababa a golpes con el animal; o, si por el contrario, la corrida finalizaba a su hora pero alg¨²n toro se sal¨ªa del coso, utilizaban los palos y estacas para defenderse de los embistes.
Aunque los Sanfermines ya eran conocidos a nivel internacional, quiz¨¢ fue el escritor norteamericano Ernest Hemingway, que en los ambientes castizos de la vieja Iru?a era conocido por Chaquespeare, quien les dio el espaldarazo definitivo. La publicaci¨®n de su novela The sun also rises, conocida en el mercado hispano como Fiesta, ha sido la mejor campa?a de publicidad gratuita que pudieran haber imaginado nunca los Sanfermines.
Hemingway, que visit¨® Pamplona por primera vez en 1925, en un viaje desde Par¨ªs, repiti¨® al a?o siguiente en compa?¨ªa del escritor John dos Passos. Para comprobar de cerca la emoci¨®n del encierro, el 8 de julio de aquel a?o decidi¨® correr en el ¨²ltimo tramo. Hemingway lleg¨® sano y salvo a la plaza, pero en las vaquillas que sueltan al finalizar el encierro tuvo la mala fortuna de resultar alcanzado por un animal.
El futuro premio Nobel, que se encontraba acompa?ado por el periodista Donald Odgen, despu¨¦s de ser atendido en la enfermer¨ªa de la plaza, con el miedo en las carnes, se retir¨® a su hotel con la intenci¨®n de no volver a repetir la experiencia.
A pesar de que la cosa no pas¨® de un susto, la agencia UPI difundi¨® un teletipo con el siguiente texto: "Escritor de Toronto corneado por un toro bravo en Espa?a. Ernest Hemingway, corresponsal extranjero de The Toronto Star, ha sido cogido recientemente por un toro bravo en las fiestas de Pamplona, Espa?a. Sufri¨® s¨®lo dolorosas magulladuras producidas por las astas emboladas del toro, pero su compa?ero Donald Odgen Stewart, corresponsal americano de Prensa, sali¨® con dos costillas rotas". Aunque el texto falseaba la verdad en casi todos sus t¨¦rminos, Hemingway nunca lo desminti¨® y record¨® siempre con cari?o el episodio.
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