Texto ¨ªntegro de la declaraci¨®n del episcopado
Reproducimos a continuaci¨®n el texto ¨ªntegro de la declaraci¨®n aprobada por la 381 Asamblea Plenaria del Episcopado:1. Ante la iniciativa gubernamental de enviar a las Cortes un proyecto de modificaci¨®n del C¨®digo Penal que inclu¨ªa la despenalizaci¨®n parcial del aborto, y el consiguiente debate p¨²blico provocado por tal iniciativa, la Comisi¨®n Permanente de la Conferencia Episcopal Espa?ola public¨® el d¨ªa 5 de febrero del a?o en curso una declaraci¨®n sobre el aborto y su despenalizaci¨®n. Reunidos unos meses despu¨¦s en asamblea plenaria, los obispos hacemos nuestra y ratificamos aquella declaraci¨®n.
2. Con esta nueva declaraci¨®n, exponemos una vez m¨¢s la ense?anza, constante y un¨¢nime, de la Iglesia sobre el aborto directamente provocado. De "crimen abominable" lo califica el Concilio Vaticano Il. El hombre transmite la vida, pero no la crea ni es due?o absoluto de ella. "La vida humana desde su concepci¨®n ha de ser protegida con el m¨¢ximo cuidado" (G.S. 51). Desde la fecundaci¨®n de la madre, y en las sucesivas etapas de la gestaci¨®n, existe ya una vida humana diferente de la de la madre, aunque haya de ser sostenida y protegida por ¨¦sta. Esta nueva vida ha de ser respetada por s¨ª misma, independientemente de sus cualidades, de su utilidad y de las satisfacciones o contrariedades que pueda producir.
3. Ahora queremos sobre todo tener en cuenta una perspectiva muy concreta: la ineludible obligaci¨®n que pesa sobre la autoridad p¨²blica de tutelar el derecho a la vida. Aunque nos dirigimos especialmente a los cat¨®licos, hacia los que tenemos peculiar responsabilidad, confiamos que, tambi¨¦n nos escuchar¨¢n aquellos que se sienten comprometidos en la defensa del hombre y del futuro de la humanidad.
4. Existen en la sociedad contempor¨¢nea quienes rechazan el aborto por aprecio al valor de la vida y aun por respeto a la ley de Dios, que prohibe matar, pero admiten, como ¨¦ticamente aceptable, su despenalizaci¨®n. Tratan de justificar su posici¨®n con diversos argumentos: una legislaci¨®n despenalizadora no manda abortar; deja a la libre decisi¨®n de los interesados el hacerlo o no hacerlo. Tal despenalizaci¨®n estar¨ªa m¨¢s en consonancia, seg¨²n esta manera de pensar, con el respeto a la libertad de conciencia de cada uno de los ciudadanos y con el pluralismo de concepciones ¨¦ticas que el Estado debe reconocer Con ello, dicen, no se impedir¨ªa a ning¨²n individuo o grupo continuar afirmando, seg¨²n sus convicciones ¨¦ticas y religiosas, que el aborto es una acci¨®n moralmente reprobable. Con la despenalizaci¨®n del aborto se tratar¨ªa ¨²nicamente de despojarlo, total o parcialmente, de la calificaci¨®n jur¨ªdica de "delito".
5. Frente a tal manera de plantear el problema del aborto como un asunto particular y privado, exclusivamente reservado al juicio de la conciencia ¨¦tica y religiosa de los individuos y los grupos, nosotros pensamos que la misma despenalizaci¨®n del aborto, en su dimensi¨®n jur¨ªdica y pol¨ªtica, constituye, por su propia naturaleza, un problema ¨¦tico del que no pueden desentenderse los legisladores en la sociedad civil.
6. Juzgamos la despenalizaci¨®n del aborto a la luz no s¨®lo de la ¨¦tica cristiana, sino tambi¨¦n de la ley natural, cuyas exigencias fundamentales puede captar la conciencia humana, e incluso van reflej¨¢ndose hist¨®ricamente en expresiones jur¨ªdicas y morales que han culminado en el reconocimiento universal de los derechos humanos, entre los cuales sobresale el derecho a la vida. "El Esp¨ªritu de Dios, que con admirable providencia gu¨ªa el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, est¨¢ presente en esta evoluci¨®n" (G.S, 26).
7. El Estado de derecho, forma en la que aspira a estructurarse hoy todo Estado, busca su objetivo, la realizaci¨®n del bien com¨²n, defendiendo y tutelando los derechos de la persona humana, como internamente constitutivos del mismo. No se puede sacrificar ning¨²n derecho humano. y mucho menos el derecho a la vida, en aras de un supuesto bien com¨²n.
8. Las exigencias mismas del bien com¨²n y la naturaleza del derecho a la vida postulan del Estado una protecci¨®n activa y eficaz del mismo. Si se admitiese una excepci¨®n en tal obligaci¨®n, como ser¨ªa la despenalizaci¨®n, o lo que es lo mismo, la permisi¨®n legal del aborto, aun limit¨¢ndola a algunos casos concretos, el ordenamiento jur¨ªdico del Estado incluir¨ªa la facultad, legitimada por la ley, de atentar contra la vida del ser humano m¨¢s indefenso e inocente.
Cuando se trata de la protecci¨®n jur¨ªdica de la vida de un inocente, no cabe la inhibici¨®n del Estado: o prohibe eficazmente todo atentado contra ella y, por tanto, lo sanciona, o lo permite legalmente.
Las consecuencias de tal permisi¨®n legal afectar¨ªan a los mismos fundamentos humanos y ¨¦ticos de la convivencia c¨ªvica, ya que, de este modo, se introducir¨ªa un proceso de deterioro creciente de la conciencia moral y una creciente depreciaci¨®n de la vida humana, sobre todo de los m¨¢s d¨¦biles e indefensos.
9. La Iglesia es consciente de que no hemos llegado a¨²n ni pr¨¢ctica ni te¨®ricamente a sacar todas las consecuencias que se habr¨ªan de deducir del respeto que reclama el derecho a la vida. Prueba de ello son las guerras generalizadas, el terrorismo, las torturas, el hambre y toda amenaza contra la vida humana. Pero el hecho de que no se saquen todas las consecuencias de dicho principio no justifica que el derecho a la vida, tan claramente implicado en el tema del aborto, pueda oscurecerse, ignorarse o negarse.
10. La responsabilidad moral de quienes hayan de tomar decisiones favorables a una legislaci¨®n permisiva del aborto no se puede disculpar apelando a la exigida solidaridad o disciplina del grupo pol¨ªtico al que se pertenece. No se puede presionar la conciencia de los responsables de la gesti¨®n p¨²blica exigiendo de ellos comportamientos contradictorios cuando est¨¢n en juego los mismos valores: defender la vida en unos casos y establecer excepciones legales de esa defensa en otros. Es, cuando menos, parad¨®jico que las leyes de un Estado democr¨¢tico puedan conducir a la destrucci¨®n de los valores fundamentales que sostienen la misma convivencia democr¨¢tica.
11. Pero no basta con una repulsa meramente doctrinal y ¨¦tica del aborto y de su despenalizaci¨®n. Quien se contentase con ¨¦sta, se har¨ªa sospechoso, hablando en general, de una conciencia deshonesta y, quiz¨¢, de manipulaci¨®n ideol¨®gica. Un sincero rechazo del aborto lleva consigo el compromiso, individual y colectivo, de trabajar en favor de los cambios necesarios, personales y sociales, para que el aborto deje de ser una salida y una tentaci¨®n. Las precarias condiciones econ¨®micas en que viven muchas familias, particularmente a causa del paro, pueden empujar, dado el generalizado ambiente de permisividad moral, a acudir f¨¢cilmente al aborto. Como cristianos, no podemos aceptar una sociedad insolidaria que valora m¨¢s la t¨¦cnica que al hombre. La productividad y el lucro, que la dignidad de la persona humana.
12. Urge, adem¨¢s, una educaci¨®n moral de ni?os y j¨®venes que ayude a integrar la sexualidad en el amor y la procreaci¨®n seg¨²n la ley de Dios. A ello habr¨ªa que a?adirse la informaci¨®n y educaci¨®n de los matrimonios en una recta paternidad responsable, la comprensi¨®n y ayuda a las madres solteras, el hacer f¨¢cil la adopci¨®n...
13. Hemos de fomentar el aprecio a la vida por s¨ª misma, a pesar de las debilidades y malformaciones que puedan afectarla, educando, particularmente a la juventud, en este aprecio por la vida y la paz, no condicionado por lo ¨²til o lo agradable. Uno de los objetivos principales de la comunidad cat¨®lica en los pr¨®ximos a?os deber¨¢ ser su contribuci¨®n a la madurez espiritual y moral de la conciencia hist¨®rica, para que ¨¦sta no retroceda en la defensa eficaz de los derechos humanos, sin exceptuar ninguno.
14. Con humildad queremos prestar un servicio a la vida del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y llamado a vivir con ?l para siempre. Quiera el Se?or, autor y fuente de la vida, que el respeto a tan sagrado don aumente y se fortalezca entre nosotros.
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