Ella Fitzgerald
La gran cantante, que "podr¨ªa cantar con ritmo hasta el list¨ªn telef¨®nico", reuni¨® a 15.000 j¨®venes en el Circo Maximo de Roma
Quiz¨¢ no se esperaba tanto de Roma la gran Ella Fitzgerald -estar¨¢ el 18 en Palma y el 19 en Vitoria- cuando, a sus 65 a?os, se present¨® como una reina vestida de blanco y negro, con el toque sexy de una parte de la espalda desnuda, en el escenario grandioso del Circo M¨¢ximo, la noche del jueves. Escucharon en ¨¦xtasis a la cantante de color aproximadamente unos 15.000 j¨®venes, que aplaudieron fren¨¦ticamente, casi como un acompa?amiento, a las locuras que hizo la gran cantante con su voz.
La expectaci¨®n de la v¨ªspera era tanta que ya desde la ma?ana estaban ocupadas todas las sillas, al gunas revendidas a precio de oro. Y la gente no se movi¨® ni siquiera cuando, despu¨¦s de comer, empezaron a crujir los primeros truenos y a caer con fuerza las primeras gotas, grandes como uvas. Todos siguieron all¨ª pegados a su silla, dispuestos a todo.Cant¨® divinamente Ella Fitzgerald. Cant¨® de todo. -Lo mejor de sus 40 a?os de brillante carrera Desde las notas l¨¢nguidas de Night and day a Ciribiribin. Desde Geroge Gershwin a Cole Porter, pasando por Brecht y Weill.
Pero hab¨ªa, adem¨¢s de su voz que coqueteaba y se exhib¨ªa casi en un duelo con su guitarrista Joe Pass, algo m¨¢s. Era tambi¨¦n algo que sal¨ªa de su persona, que durante tantos a?os ha desencadenado tantas fantas¨ªas y de la que se ha dicho que "podr¨ªa cantar con ritmo hasta el list¨ªn de tel¨¦fonos".
Gust¨® en Roma ese toque de misticismo de la cantante negra, que logr¨® un silencio casi sagrado en los 15.000 j¨®venes cuando cant¨® The man I love. Gust¨® su inconformismo y su extravagancia cuando en el aeropuerto abandon¨® su Cadillac, que reluc¨ªa como el sol, y sus enormes gorilas de protecci¨®n, para escaparse a Roma en taxi. Gust¨® su grandeza de coraz¨®n, que la gente intuye cuando se presenta ante el p¨²blico y modula algunas de sus canciones preferidas. "Rezuma algo que tiene el sabor de lo aut¨¦ntico", dec¨ªa una pareja de novios. Gust¨® a los italianos -y no s¨®lo a los romanos, porque hab¨ªan venido de muchas partes del pa¨ªs a escucharla- ese afecto que exhala cuando quiere abrazar a la gente, besarla, o cuando dec¨ªa, sin pudores: "El afecto de la gente me hace vibrar el coraz¨®n cada vez como si fuera la primera". Y no se enfadaba aquella marea de j¨®venes en pantalones vaqueros, cuando la simp¨¢tica Fitzgerald amasaba, a veces, el delirio de aquel entusiasmo con un "est¨¢te callado" gritado al micr¨®fono.
Y eso que muchos de los miles de j¨®venes que pasaron todo el concierto m¨¢s que sentados en cuclillas, porque se levantaban como por la fuerza del entusiasmo para vitorearla, no sab¨ªan muchas cosas de la historia de la cantante.
Por ejemplo, que era ya famosa en 1935 cuando su primer disco, Are you here to stay, le dio s¨®lo 35 d¨®lares, y cuando tres a?os m¨¢s tarde de la extraordinaria interpretaci¨®n de A tisket-a-tasket, un viejo motivo popular cantado con aire de jazz, se vendieron un mill¨®n de discos. Y que tras los par¨¦ntesis de la guerra y con el encuentro con Norman Granz, el pr¨ªncipe de los empresarios del jazz, su fama era tan grande que la llamada Madre Negra lleg¨® en dos a?os (de 1955 a 1957) a vender la cifra astron¨®mica de 30 millones de discos. Y menos sab¨ªan a¨²n muchos de aquellos j¨®venes que se entusiasmaron con una declaraci¨®n suya sobre el amor -"mejor estar sola que sentirse fea frente al hombre para el que se desear¨ªa ser bella"- que aquella soledad ha sido el fruto de muchas amarguras y desventuras. Como, por ejemplo, el naufragio de cuatro matrimonios y de un gran amor infeliz, con un m¨²sico sueco.
A esta maga del jazz, que ha grabado discos con los m¨¢s grandes cantantes de la historia, desde Louis Armstrong a Duke Ellington, le queda hoy en el campo afectivo s¨®lo el consuelo de un hijo nacido del amor con el contrabajo Ray Brown, un hijo feliz de gozar con sus triunfos, con los triunfos de la que ha sido apellidada El Ruise?or Negro, la Reina del Swing y hasta La M¨¢s Grande, como lleg¨® a decir Bing Crosby.
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