Miguel R¨ªos protesta
Le escribo esta carta despu¨¦s de ser advertido por personas de su peri¨®dico de que las cartas de su secci¨®n pasan por una selecci¨®n (muy natural, por otra parte), y que por tratarse de un tema con cierta actualidad podr¨ªa tener- cabida en la misma.No miento al confesar que para la empresa de replicar a algo escrito (con tan mala uva) sobre mi trabajo hubiera querido vampirizar (intelectualmente hablando) al se?or Ull¨¢n. Tener a mano su talento, su estilo y, sobre todo, su ¨¢lucinante alquimia c¨ªtrica / cr¨ªtica para contestar a Costa hubiera sido too much. No ha sido posible.
Escribo as¨ª por mis propios medios. De forma m¨¢s tosca. Sin esa pizca de cinismo con la que flagelar (?le gustar¨ªa?) a Costa; navegando solitario entre el cianuro con que ¨¦l hizo su cr¨®nica del 7 de julio, aquella de El mensaje es el negocio. Es una pena. Pero tampoco voy a entrar en el an¨¢lisis de sus juicios de valor, ni sobre sus consideraciones est¨¦ticas, con las que su subordinado ameniza la cr¨ªtica a mi concierto. S¨®lo entrar¨¦ en juicios de valor moral: Costa miente. Y para decir esto basta solamente la verdad. Luego veremos.
Est¨¢ claro que su cr¨ªtico de pop puede tener la tentaci¨®n (de hecho tiene los medios) de fre¨ªrme a r¨¦plicas. "Los viejos seminaristas travestidos de modernos" no perdonan. Pero yo no contestar¨¦.
Se?or Cebri¨¢n, usted sabe que entre su colaborador y un servidor viene arrastr¨¢ndose un contencioso ¨¦tico desde hace alg¨²n tiempo, y pese a que no me importan sus opiniones (favorables o adversas) o su compromiso est¨¦tico, ni su apoyo a la modernidad, en detrimento de muchas otras formas de expresi¨®n, s¨ª me importa el que tergiverse la verdad de lo que ¨¦l llama los hechos. Las, al menos, dos im¨¢ge
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nes del compromiso est¨¦tico costero (pelo permanente / pelo liso) y su fino bigotito mintieron, tergiversaron y tomaron por tontos una vez m¨¢s a las 50.000 personas (totus tontos), seg¨²n Calvo / Costa, que, al parecer, por sus manifestaciones, disfrutaron y se divirtieron en El rock de una noche de verano. Pero ¨¦l, s¨®lo ¨¦l (pontificando desde el bar, como siempre, a los cuatro ac¨®litos lamep¨¢ginas que beben su dogma), lo tuvo claro. ?l, el gran listillo del pop, ¨¦l solito, se dio cuenta de que el gran colega era un impostor que s¨®lo quer¨ªa llev¨¢rselo muerto. Y con una hipocres¨ªa digna de quien gusta ser odiado, empieza a meter bolas, a olvidar explicaciones.
Por ejemplo: escribe sobre el precio del concierto (800 pelas), y de lo milionar¨ªsimo que me voy a hacer, como si el peri¨®dico en que ¨¦l trabaja y usted dirige se regalara en los quioscos. Como si yo mismo no me gastara al menos cuarenta pelas diarias comprando EL PA?S (cuando no son 80, porque mi compa quiere leerlo al mismo tiempo) todas las ma?anas de todos los d¨ªas de los ¨²ltimos a?os. (?l, sin embargo, entr¨® gratis en el concierto.) Suena como si nosotros no tuvi¨¦ramos derecho a valorar el precio de nuestro trabajo y la gente no tuviera la libertad de comprar o no la entrada.
Se?or Cebri¨¢n, si usted ley¨® la aludida cr¨ªtica, ha de convenir conmigo que Costa mete la pata al fondo cuando analiza la moralidad de tener un patrocinador. Es como si ustedes fueran v¨ªrgenes, publicitariamente hablando. Como s¨ª ustedes no vivieran (en gran parte) de la publicidad. Fue muy torpe de parte del esteta, ya que, finalizando su biliosa y malintencionada columna, aparec¨ªan, entre otros, anuncios de bungalows-jard¨ªn, muebles de oficina, chal¨¦s adosados con parcela privada, etc¨¦tera. De no ser porque mi patrocinador ha pagado religiosamente 1.400.000 pesetas por tres p¨¢ginas de publicidad del concierto en su peri¨®dico, hubiera cre¨ªdo que Costa no sabe de d¨®nde le viene la sopa boba. Acusarnos de estar vendidos a la publicidad a estas alturas, cuando todos sus admirad¨ªsimos shows, extranjeros vienen con patrocinador (cosa que ¨¦l, ladinamente, ha obviado), es querer crear descaradamente un mal ambiente para mi gira.
Otro tratamiento muy curioso es el de las 50.000 personas que asistieron al concierto. Ah¨ª es donde se ceba en la mentira. Costa sab¨ªa, o deber¨ªa saber (en la rueda de prensa precedente al concierto estaba su lamep¨¢ginas Calvo), que s¨®lo vendimos 38.000 entradas, deteniendo la venta antes de las 44.000 autorizadas, por iniciativa propia y previendo evitar incomodidades. Dimos muchas invitaciones (algunas de ellas a personal de EL PA?S), y todo esto consta en el acta de autores, de menores y dem¨¢s organismos pertinentes. Costa no dice por ninguna parte de su cr¨®nica que fueron 38.000 los paganos, con el ¨¢nimo declarado de hacernos aparecer como cerdos capitalistas, sin el menor valor moral para montar ning¨²n supuesto serm¨®n de la monta?a.
Creemos que se colaron en el campo del Rayo unas 10.000 personas, a las cuales s¨®lo intentamos mantener alejadas de los puntos vitales de funcionamiento del show. Y me pregunto qu¨¦ pasar¨ªa, se?or Cebri¨¢n, si 10.000 personas invadieran el edificio de EL PA?S durante 16 d¨ªas para trincar (eso s¨ª, con habilidad) su peri¨®dico sin pagar. ?En qu¨¦ grado de incomodidad se sentir¨ªa Pepito Costa, pongo por caso, mientras los seguidores de su peri¨®dico lo leen poniendo los pies sobre su mesa? ?Intervendr¨ªan las fuerzas de seguridad? ?Se practicar¨ªan detenciones? ?Habr¨ªa palos y carreras? Se?or Cebri¨¢n, afortunadamente no es nuestra. No nos cargue sus muermos (los de la calle). La calle.
Nosotros hemos pasado por esa aventura, que quisimos evitar comunicando con cuatro d¨ªas de antelaci¨®n machaconamente, a trav¨¦s de la radio, que se hab¨ªan agotado las entradas. Nosotros lo que hicimos fue intentar dar el concierto de la forma m¨¢s profesional posible y que supimos, sufriendo nosotros tambi¨¦n las incomodidades y el punto de angustia que te produce el ver un local reventado de gente.
Pero actuamos con amor, con ese respeto que merece la gente. Y con el leve punto de tranquilidad que te da el haber hecho tu trabajo lo mejor posible, y en circunstancias adversas. El se?or Costa sabe, o deber¨ªa saber, que cuando sucede lo que sucedi¨® en el campo del Rayo es dif¨ªcil sonar tan bien como hemos sonado (pongo por ejemplo) en los otros conciertos donde la colada no fue tan monumental. Pero Costa calla, y tampoco dice que por muy mal que hubi¨¦ramos sonado, nunca lo haremos tan mal como algunos de sus admirados y promocionados amigos. Esto s¨ª que es un hecho.
De cualquier forma, admirado Cebri¨¢n, espero poder terminar esta aventura de dar un buen espect¨¢culo de rock por la mayor¨ªa de las ciudades de Espa?a sin ning¨²n percance para ninguna de las m¨¢s de 3.000 personas que de una forma u otra trabajan en la gira, ni para los miles de personas que, a pesar de la cr¨ªtica de Costa, siguen disfrutando del concierto. Y espero term¨ªnarla con el ¨¦xito art¨ªstico y econ¨®mico que las gentes nos quieren dar.
S¨®lo entonces podremos saber por la cuenta de resultados si ganar¨¦ esa pasta que Costa afirma y que tanto le preocupa. Prometo cont¨¢rselo, si es que me hago multimillonario, con el ¨²nico objetivo de que Costa pierda el sue?o y el ministro de Hacienda lo gane. Porque probablemente le daremos al Estado (pagando nuestros impuestos) m¨¢s dinero del que el Estado nunca jam¨¢s ha dado al rock. Lo cual me dar¨ªa un enorme gusto. / Nota. Se?or Cebri¨¢n: Pablo Calvo tiene un l¨ªo de ministerios. Como castigo, h¨¢gale escribir 100 veces "Kas no es una multinacional y, por tanto, nada tiene que ver con el Vaticano".
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