La fuerza de la opini¨®n p¨²blica
EL 11 de julio, el buque brit¨¢nico Atlantic Fisher ten¨ªa que iniciar la operaci¨®n de arrojar al mar, en la llamada fosa atl¨¢ntica, a unas 700 millas de las costas gallegas, 4.000 toneladas de residuos radiactivos. La operaci¨®n no ha podido ser llevada a cabo; el Atlantic Fisher sigue atracado en el puerto, sin tripulaci¨®n siquiera para navegar, y el eficaz boicoteo de los sindicatos brit¨¢nicos convierte en improbable que otro buque de la marina mercante realice el trabajo de ensuciar las aguas internacionales.El a?o pasado, cuando el Gobierno brit¨¢nico llev¨® a efecto una operaci¨®n semejante, se produjo, sobre todo en Galicia, una movilizaci¨®n popular importante: varios barcos, uno de ellos de la organizaci¨®n ecologista internacional Green Peace, se situaron en el lugar de los vertidos para impedir el normal desenvolvimiento de las maniobras. Sin embargo, esos arriesgados esfuerzos para obstaculizar la descarga de los desechos resultaron finalmente in¨²tiles, y el cementerio marino recibi¨® una nueva remesa de basuras radiactivas. ?Qu¨¦ hechos han tenido lugar desde entonces para que en la presente ocasi¨®n los residuos no hayan podido ser arrojados a la fosa? La raz¨®n esencial es que la opini¨®n p¨²blica internacional ha tomado conciencia de los peligros que pueden derivarse de tales vertidos para el futuro de la humanidad; las explicaciones tranquilizadoras que se han dado a este prop¨®sito, en las que se comprometi¨® el Gobierno Calvo Sotelo, no han convencido. Basta que subsistan dudas sobre lo que pueda suceder en el futuro con los residuos para que el peligro de su vertido en el mar resulte inaceptable para el sentido com¨²n. El papel de Espa?a en esa toma de conciencia es importante, y en particular el de Galicia, que siente m¨¢s directamente la eventual amenaza, por la proximidad de sus costas a la fosa atl¨¢ntica.
En enero de este a?o, la propuesta de Espa?a ante la convenci¨®n celebrada en Londres para conseguir una moratoria en las operaciones de vertidos de residuos radiactivos fue aprobada por mayor¨ªa, con el voto en contra del Reino Unido, que qued¨® en una posici¨®n inc¨®moda. La decisi¨®n no era vinculante, pero Holanda decidi¨® modificar su actitud y anular sus vertidos en el Atl¨¢ntico. El factor esencial que explica el cambio de actitud de los Pa¨ªses Bajos y las dificultades que el Gobierno brit¨¢nico encuentra para realizar la anunciada descarga en la fosa atl¨¢ntica ha sido la amplitud y diversidad de la campa?a de las organizaciones ecologistas. Las movilizaciones populares contra los vertidos brit¨¢nicos con motivo de la jornada internacional del 11 de julio, y de un modo directo contra la expedici¨®n del Atlantic Fisher, han sido decisivas para suspender la proyectada operaci¨®n. En Galicia, Madrid, Alicante, Sevilla, Bilbao y en diversos pa¨ªses europeos se produjeron manifestaciones ante representaciones diplom¨¢ticas y consulares del Reino Unido, en las que participaron movimientos ecologistas, partidos de izquierda y sindicatos. La protesta contra la contaminaci¨®n de los oc¨¦anos desborda las fronteras espec¨ªficamente pol¨ªticas y es capaz de movilizar a los grupos juveniles. Por lo dem¨¢s, la actitud de boicoteo de los sindicatos brit¨¢nicos, y marcadamente el de marineros, apoyado por los de transportes, ferroviarios, oficiales de marina mercante y aviaci¨®n civil, ha sido decisiva para impedir que el Atlantic Fisher desatracara. El hecho merece ser destacado, porque s¨®lo en casos muy excepcionales los sindicatos act¨²an en el Reino Unido en problemas no laborales.
?Qu¨¦ va a ocurrir con las 4.000 toneladas de residuos radiactivos brit¨¢nicos? De momento no han podido ser embarcados, y han sido trasladados a un dep¨®sito militar en Bicester, en el distrito de Oxford. El Gobierno Thatcher permanece callado, tanto ante las protestas oficiales de varios Gobiernos (Espa?a, Portugal, pa¨ªses n¨®rdicos), que insisten en el respeto de la moratoria decidida en la convenci¨®n de Londres, como ante las manifestaciones de la opini¨®n p¨²blica. Se dice que la se?ora Thatcher podr¨ªa encomendar a la Royal Navy la misi¨®n de arrojar los residuos en la fosa atl¨¢ntica. No es descartable que el Gobierno conservador brit¨¢nico, desafiando a los significativos sectores de la opini¨®n p¨²blica de su pa¨ªs y del resto de Europa, trate de forzar la situaci¨®n mediante la adopci¨®n de esa grotesca medida de militarizar algo tan escasamente relacionado con la seguridad nacional como es el traslado de los desechos radiactivos al cementerio marino cercano a nuestras costas. Pero, independientemente de cu¨¢l sea el desenlace del conflicto en el Reino Unido, resulta necesario destacar, como principal novedad de esta experiencia, que la protesta contra los vertidos marinos de los residuos radiactivos ha sido expresada conjuntamente en diversos pa¨ªses europeos, en un movimiento de solidaridad, que ha desbordado las fronteras y ha situado la cuesti¨®n de la contaminaci¨®n del oc¨¦ano en una perspectiva internacional. Aunque ser¨ªa precipitado extraer de ese movimiento de rechazo conclusiones definitivas, bien merece la pena destacar el valioso esfuerzo de solidaridad y generosidad desplegado por los movimientos ecologistas en esta ocasi¨®n.
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