El Gobierno conservador de Margaret Thatcher intenta reducir el poder de los sindicatos
Los sindicatos brit¨¢nicos corren el riesgo de perder el papel decisivo que han venido jugando en la historia del Reino Unido. A la vuelta del verano tendr¨¢n que utilizar todas sus armas para luchar contra un proyecto de ley que pretende desposeerles de su tradicional fuerza y poder¨ªo. Las trade unions, los sindicatos que llenaron de admiraci¨®n un d¨ªa a los movimientos obreros de toda Europa, hacen frente a una de las batallas m¨¢s duras de su historia. Si pierden, pueden dejar de ser uno de los principales pilares del sistema social brit¨¢nico. El Gobierno conservador de Margaret Thatcher, que quiere aprovechar el impacto de su reciente y aplastante victoria electoral, no les va a dejar el menor respiro.Desde que accedi¨® al poder por primera vez, en 1979, la primera ministra brit¨¢nica, ha ido dando pasos para recortar el poder de las trade unions. El espectacular resultado electoral del pasado mes de junio le autoriza, al menos eso cree, a lanzar el ataque decisivo. Para ello, Thatcher ha mantenido en el Ministerio del Empleo a uno de los halcones m¨¢s significativos de su partido: Norman Tebbit, un hombre de extrema dureza, pese a sus modales contenidos, que comparte al cien por cien el pensamiento de la primera ministra.
Tebbit ha presentado el proyecto de ley que someter¨¢ a la C¨¢mara de los Comunes nada m¨¢s rehacerse el Parlamento. Fundamentalmente, contempla tres imposiciones. Primera, antes de convocar una huelga, el sindicato en cuesti¨®n deber¨¢ someter la propuesta a sus afiliados, en votaci¨®n secreta. Segunda, los dirigentes del sindicato deber¨¢n someterse a un proceso electoral cada cinco a?os. Tercera, los fondos que se dedican a proporcionar apoyo pol¨ªtico -siempre destinados al partido laborista- deber¨¢n ser objeto, al menos cada 10 a?os, de un debate entre todos los afiliados, las l¨ªneas generales de su empleo.
Carga explosiva
Aunque sobre el papel parezca destinada ¨²nicamente a garantizar la vida democr¨¢tica de los sindicatos, la ley lleva impl¨ªcita una carga explosiva. En ¨¦poca de crisis y de alto ¨ªndice de desempleo, resulta muy dificil que los afiliados a un sindicato, sometidos a una enorme presi¨®n a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, voten huelgas de solidaridad con otros sectores productivos o incluso huelgas de apoyo a sus propios compa?eros de sector. La ley establecer¨¢ el car¨¢cter obligatorio de dichas votaciones. Quiere decirse que, sin previa consulta, los sindicatos no podr¨¢n declarar una huelga legal. Y si la huelga no es legal el sindicato se arriesga a perder su inmunidad y puede verse obligado a responder a demandas civiles por da?os y perjuicios. El nerviosismo de las trade unions es patente. El secretario general del TUC (organismo central de todos los sindicatos), Len Murray, sali¨® inmediatamente al paso del proyecto de ley: "El ministro de Empleo utiliza argumentos falsos. Afirma que se trata de reforzar los procedimientos democr¨¢ticos de las trade unions, pero cualquier dem¨®crata sabe que el primer principio a respetar es la autonom¨ªa del movimiento sindical. Deben ser los propios sindicatos, en su congreso, quienes decidan c¨®mo quieren organizar sus actividades".El resultado de la batalla sindicatos-Gobierno reviste una gran importancia para Margaret Thatcher. Los indicadores econ¨®micos se?alan que el ¨ªndice de desempleo puede seguir subiendo, superando la cuota de 3,5 millones de parados en que se encuentra actualmente.
Los sindicatos se sienten exasperados ante la pol¨ªtica econ¨®mica gubernamental, y esa exasperaci¨®n se ha incrementado a la vista de los ¨²ltimos resultados electorales. Los conservadores van a permanecer en el poder cinco a?os m¨¢s, y su gran mayor¨ªa parlamentaria les garantiza una cierta impunidad.
12 millones de afiliados
Las trade unions cuentan con su poder¨ªo actual, m¨¢s de 12 millones de afiliados, para intentar abrir una negociaci¨®n con el Gobierno. Algunos sectores del partido conservador pueden apoyar tambi¨¦n la apertura de este di¨¢logo. Personalidades como James Prior o Francis Pym estiman que las trade unions no son tigres de papel, como cree Margaret Thatcher, y que habr¨¢ que contar con ellos si es verdad que el Reino Unido puede iniciar una recuperaci¨®n econ¨®mica en los pr¨®ximos a?os.La primera ministra no parece compartir este criterio. Para ella, el aut¨¦ntico enemigo hist¨®rico de los conservadores no es el partido laborista, sino los sindicatos, y eso pese a que la peculiar estructura de las trade unions hace que m¨¢s de un tercio de sus afiliados voten tory en las elecciones generales.
Las trade unions brit¨¢nicas son un movimiento sindical pr¨¢cticamente ¨²nico en Europa. Al contrario de lo que sucede en Espa?a, Francia o Italia, en el Reino Unido no hay diferentes organizaciones sindicales vinculadas a una o a otra ideolog¨ªa pol¨ªtica. En el Reino Unido existe un ¨²nico sindicato por cada actividad laboral concreta.
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