Siete meses de distanciamiento en las relaciones Madrid-Vitoria
La entrevista entre el presidente del Gobierno y el lendakari Garaikoetxea aparece precedida de toda clase de negros presagios. La tensi¨®n entre lo que ambos interlocutores representan no ha dejado de acentuarse en las ¨²ltimas semanas, tomando como pretexto los m¨¢s variados episodios. Como resultado de esa especie de guerrilla simb¨®lica, de sabor netamente decimon¨®nico y cuyo exponente paradigm¨¢tico fue la guerra de las banderas de Tolosa, la tensi¨®n es real, y de ella participan amplios sectores de la poblaci¨®n.
Sin embargo, de la contemplaci¨®n desapasionada de cada uno de esos episodios, de su origen y desarrollo, m¨¢s bien parece deducirse el car¨¢cter artificial de los conflictos a que han dado lugar. Las cuestiones suscitadas ni guardan relaci¨®n con las preocupaciones reales de los ciudadanos vascos ni tienen nada que ver con las divergencias de fondo que deber¨¢n analizar ambos presidentes. La situaci¨®n creada resulta as¨ª tanto m¨¢s absurda teniendo en cuenta que el acuerdo entre socialistas y nacionalistas es, en el inmediato futuro de Euskadi, no s¨®lo conveniente, sino inevitable.
La guerra de las banderas
El 28 de octubre de 1981 una ley regul¨® minuciosamente todo lo relativo al uso de Ia bandera nacional y otras banderas y ense?as" . Es cierto, sin embargo, que hoy es el d¨ªa en que ni la ikurri?a ni la rojigualda ondean en la residencia oficial del lendakari, en Ajuria Enea, sin duda porque se ha preferido prescindir de ambas antes de exhibirlas en compa?¨ªa. Como es igualmente cierto que hubo que esperar a la llegada al poder de los socialistas, y al nombramiento de Ram¨®n J¨¢uregui como delegado del Gobierno en la comunidad aut¨®noma, para que la bicruc¨ªfera vasca se ganase su derecho a compartir con la de Espa?a las balconadas de los gobiernos civiles y dem¨¢s sedes de las instituciones del Estado en Euskadi.De creer a Garaikoetxea, y seg¨²n unas recientes declaraciones a la Agencia EFE, "nos encontramos en el momento m¨¢s dif¨ªcil de la transici¨®n". Desde hace meses, los portavoces del PNV no han dejado de alertar a los ciudadanos vascos sobre el dramatismo de la situaci¨®n. Tal dramatismo no vendr¨ªa determinado, como podr¨ªa dar a entender el tono del I¨¦ndakari, por el peligro de un golpe que acabase con la democracia, como en febrero de 1981, o por la existencia en Euskadi de una tasa de desempleo superior a la media nacional, o por la persistencia de la escalada terrorista, sino por la "paralizaci¨®n del proceso de transferencias" y, por generalizaci¨®n, por el "par¨®n auton¨®mico impuesto por el PSOE" y, en consecuencia, por los "escandalosos recortes de la autonom¨ªa vasca", que, caso de proseguir, har¨ªan inevitable, seg¨²n el portavoz oficial del Gobierno de Vitoria, Ia reforma del Estatuto de Guernica".
J¨¢uregui intenta conciliar
Los gestos conciliadores de Ram¨®n J¨¢uregui, quien representa la tendencia del PSOE m¨¢s favorable a un pacto con el PNV, han sido en general, desde?osamente acogidos por el PNV y el Gobierno vasco (cuando no han ido acompa?ados por expresivos desaires, como el de relegarle al lugar de las visitas no deseadas en la mayor¨ªa de los actos oficiales organizados por el Gobierno de Vitoria). J¨¢uregui ha expresado reiteradas veces su convicci¨®n de que la clave de la soluci¨®n del desencuentro entre la Administraci¨®n central y la aut¨®noma pasaba fundamentalmente por un cambio radical en la forma como el ciudadano vasco percibe la presencia del Estado (de sus instituciones y aparatos) en la vida cotidiana.Ese cambio de imagen se ir¨ªa materializando a trav¨¦s de actuaciones concretas, como la presencia de agentes de polic¨ªa no armados en determinados lugares, quiz¨¢ en colaboraci¨®n con la ertzaina; en acuerdos de corresponsabilizaci¨®n con las instituciones vascas en materia de orden p¨²blico -juntas provinciales de seguridad-, etc¨¦tera.
Pero tales iniciativas se hacen imposibles si mediante una pol¨ªtica de permanente acoso y deliberada provocaci¨®n se obliga a los gobernadores a intervenir para anular resoluciones ilegales de los plenos municipales, a enviar a la Guardia Civil a reponer la bandea espa?ola en las casas consistoriales, a llamar a la polic¨ªa para poner orden en un local p¨²blico donde una urna acaba de ser lanada por la ventana, a dirigir a los aIcaldes requerimientos p¨²blicos ara que se respete la normativa administrativa vigente, o a remitir ministerio fiscal declaraciones o actuaciones dudosamente legales.
La siembra de desconfianza
En resumen, ser¨¢ imposible esa modificaci¨®n de la imagen de la Administraci¨®n central mientras desde uno de los componentes del pacto t¨¢cito que tal cambio implicar¨ªa se siga haciendo todo lo posible por, justamente, perpetuar la imagen tradicional de aqu¨¦lla en Euskadi. Dicho de otra forma: ser¨¢ imposible la superaci¨®n del desencuentro si no hay un esfuerzo deliberado por cada una de las partes en generar confianza en la otra.El pasado d¨ªa 6, Jos¨¦ Luis Irisarri, coordinador de pol¨ªtica municipal del PNV, declaraba que su partido, aun sabiendo que est¨¢ obligado por ley, har¨ªa caso omiso de los requerimientos de los gobernadores civiles para que en los ayuntamientos se respete la normativa vigente sobre nombramientos de secretarios, interventores y depositarios.
Es un ejemplo, pero podr¨ªan citarse otros. El pasado d¨ªa 12, tras el accidentado pleno que dio la alcald¨ªa de Ir¨²n al socialista Buen Lacambra, el candidato nacionalista declar¨® que su partido "acataba pero no aceptaba" la sentencia de la Audiencia de Pamplona que oblig¨® a repetir la elecci¨®n.
La dificultad primera para un entendimiento proviene, pues, de la relativa indefinici¨®n del PNV respecto al terreno mismo del acuerdo. Una pol¨ªtica de entendimiento, basado en concesiones mutuas, exige garant¨ªas de que la ley o las sentencias de los tribunales se van a respetar, tanto si son favorables como si no, tanto si coinciden con los principios (o la ideolog¨ªa) propios como si no.
Anocta, el esp¨ªritu que nunca existi¨®
Pero, naturalmente, esta aceptaci¨®n de las reglas del juego tambi¨¦n cuenta para los socialistas. Felipe Gonz¨¢lez anunci¨® en Anoeta, en v¨ªsperas del 28-O, una pol¨ªtica vasca basada en "la b¨²squeda entre todos los partidos de Euskadi del m¨ªnimo com¨²n denominador existente respecto de cada problema". El acuerdo as¨ª anunciado no tendr¨ªa m¨¢s l¨ªmites que "los marcados por la Constituci¨®n y el Estatuto de Guernica". Tambi¨¦n dijo el entonces candidato que el proyecto de cambio que su partido propugnaba no podr¨ªa ser realizado en solitario por los socialistas, sino que requer¨ªa el apoyo y colaboraci¨®n de sectores mucho m¨¢s amplios de la sociedad espa?ola. El esp¨ªritu de Anoeta s¨®lo ha brillado, despu¨¦s del 28-O, por su ausencia.A J¨¢uregui le ponen en cuarta fila en los actos del Gobierno vasco, pero al lendakari no le saludan los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en sus apariciones p¨²blicas, y le dan el papel de villano en las recepciones oficiales. La inminencia de las elecciones municipales hizo que, pr¨¢cticamente desde diciembre, los socialistas vascos, crecidos con su ascenso electoral de octubre, cayeran en la trampa de la polarizaci¨®n. A la arrogancia del PNV en las instituciones auton¨®micas -negativa a consensuar hasta el himno de la comunidad- respondieron con desplantes, como la remisi¨®n al Tribunal Constitucional de la ley del Euskera, o la negativa a escuchar a interlocutores vascos bien dispuestos en torno a cuestiones como la ley de Reforma Universitaria.
Demasiado tarde los socialistas, o algunos socialistas, han comprendido que en una sociedad como la vasca actual, muy ideologizada, y en la que el predominio de los valores y s¨ªmbolos nacionalistas es incuestionable, toda polarizaci¨®n social favorec¨ªa proporcionalmente m¨¢s a las tendencias nacionalistas, y concretamente a los sectores m¨¢s at¨¢vicos y radicales del nacionalismo, que a cualquier otra corriente. Los episodios de las ¨²ltimas semanas son suficientemente ilustrativos al respecto.
Complejas divergencias
Los desacuerdos que actualmente enfrentan al ejecutivo aut¨®nomo y al gobierno central se refieren a cuestiones que nada tienen que ver con los incidentes municipales que han caldeado el ambiente previo a la entrevista. Las divergencias sobre la forma de gestionar la seguridad social son de tipo t¨¦cnico y, desde luego, bastante complejas (bastante m¨¢s, por cierto, de lo que ciertas simplificaciones sobre "dram¨¢ticos recortes del Estatuto de Autonom¨ªa" parecen dar a entender). El verdadero problema pol¨ªtico de fondo es el de las leyes de bases que prepara el Gobierno como desarrollo de la Constituci¨®n y que, seg¨²n los nacionalistas, incidir¨¢n en ¨¢mbitos cuya competencia corresponde a la comunidad aut¨®noma. En este punto, todo debate ideologicista (sobre soberan¨ªas respectivas, etc¨¦tera), s¨®lo servir¨ªa para complicar las cosas. Lo importante es encontrar un mecanismo regular de consulta y negociaci¨®n previa.Pero, l¨®gicamente, ese mecanismo s¨®lo podr¨¢ resultar eficaz en un clima de entendimiento estable. Ning¨²n inter¨¦s electoralista a corto plazo deber¨ªa hacer olvidar a los interlocutores que, con toda probabilidad, socialistas y nacionalistas se ver¨¢n obligados a un pacto de gobierno en la comunidad vasca tras las auton¨®micas de la primavera pr¨®xima. El 28-O, el PNV obtuvo el 32% de los votos, y el PSE-PSOE, el 29,4%.
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