El momento estelar de encontrar talla
-Esto es la corseter¨ªa La Latina, y no La Sultana, como han dicho en una radio.Ser¨ªa por las resonancias muelles y opulentas que posee la palabra sultana. Porque ¨¦sta es una tienda muy especial, una tienda para las desesperadas de la abundancia, para las v¨ªctimas de lo enorme. Para aquellas que usan supertallas.
-Tendr¨ªas que verlas. Llegan desmoralizadas, angustiadas, despu¨¦s de haberse recorrido todas las tiendas sin encontrar ropa para ellas. Y aqu¨ª reviven, al fin pueden ponerse una faja a su medida, o unas braguitas coquetas, o una bata preciosa. Yo he visto llorar a muchas de emoci¨®n al encontrar su talla.
Gloria Carnicer tiene 51 a?os y hace m¨¢s de 20 que se hizo cargo de la tienda. Antes era un almac¨¦n normal, propiedad de sus suegros. Cuando Gloria lo cogi¨®, pens¨® que ten¨ªa que inventar algo para no ser devorada por los grandes comercios: "Es que aqu¨ª, en el centro, tienes una competencia muy fuerte; as¨ª es que decid¨ª especializarme en algo, y entonces se me ocurri¨® lo de las supertallas".
La Latina es una tienda antigua, m¨¢s larga que ancha, penumbrosa. Y ah¨ª, en el escaparate, en las paredes, en las repisas, se exhibe el g¨¦nero. Fajas de cuerpo entero de dos metros de contorno, sostenes colosales, bragas tit¨¢nicas. Todo ello con sus puntillas, sus lacitos y su mimo. Qu¨¦ apoteosis carnal imagina una dentro de esas piezas, dentro de esos espacios imposibles.
-Buenas tardes. Yo quer¨ªa una faja como ¨¦sta.
Y la clienta, joven, rubia, gruesa, ense?a la muestra con gesto nervioso y desafiante.
-No, chata. Mira, este tipo de fajas adelgazantes no las trabajamos nosotros, porque no reducen nada, s¨®lo te hacen sudar, y los m¨¦dicos dicen que son malas para la salud -dice Gloria, cargada de paciencia y comprensi¨®n, prepar¨¢ndose para la lucha.
Porque con las nuevas clientas la venta conlleva muchas veces la batalla, un pulso contra los fantasmas de las gruesas, contra sus complejos, sus desdichas.
-?Tiene usted problemas para encontrar ropas a su medida en las tiendas? -le pregunto, insensatamente, a la joven rubia.
-?Yooooo? No, no, qu¨¦ va. Siempre compro en tiendas normales, siempre. Esta faja mismo la compr¨¦ con toda facilidad ah¨ª, en la esquina.
-S¨ª, chata -interviene Gloria, dulcernente-. Pero esta faja que traes es dos tallas m¨¢s peque?a que la tuya. Adem¨¢s, las hacen mal, muy cortas, ?verdad? Luego se quedan a mitad de la tripa, ?verdad?
-S¨ª, pero...
-Ver¨¢s lo que vamos a hacer. Llevas un sujetador que te viene chico; te hace un pecho muy raro, ?ves? Y lo que sobra se aplasta por aqu¨ª.
-S¨ª, pero...
-Lo que hay que hacer es darle espacio al pecho y no apretar tanto la tripa, porque entonces sube y te quedas sin cintura. Hay que modelar la silueta...
Y Gloria se lanza hac¨ªa la elienta, le tironea suavemente de aqu¨ª y de all¨¢, se?ala hacia esta o aquella zona de su cuerpo, soluciona con rapidez y sabidur¨ªa los problemas de esa anatom¨ªa abollada por una corseter¨ªa estrecha e inadecuada, que se hinca en las axilas, que tortura las caderas, que convierte la estructura natural de las gordas en un paquete de bultos y de esquinas. Y entonces la clienta rubia claudica, se rinde, se confiesa:
-?Ay, por Dios, si es que esto es horrible! Peso 120 kilos y no hay manera de encontrar ropa. No me sirve nada, no puedo vestirme, el problema que yo tengo es espantoso...
-Qu¨¦ va, mujer, no te desesperes. Nosotros tenemos tallas muy superiores a la tuya.
Cuerpos pantagru¨¦licos
Y las tienen. En sujetadores llegan hasta la 230. Es decir, un contorno de dos metros 30 cent¨ªmetros. Y en fajas, hasta los dos metros. La media de peso de las usuarias de las supertallas son los 160 kilos, aunque tienen una clienta que pesa 235: "Y se fue vestida. Pudimos darle de todo, de todo menos braguitas, que ya se las he conseguido, por cierto. En cuanto llega una clienta y se lleva la talla m¨¢s grande que tengo en lo que sea, inmediatamente encargo una talla mayor, porque deduzco que tiene que haber una mujer que pueda llevarla. Y lo que no puedo es no tener talla para ella, porque entonces la hundo en la miseria". Y es que ,esta especializaci¨®n, que en un principio surgi¨® como mero recurso mercantil, se ha convertido para Gloria en una especie de sacerdocio, en una amorosa vocaci¨®n: "Para mi manera de ser, el trabajar con las gordas es una de las satisfacciones m¨¢s grandes de mi vida, porque son agradec¨ªd¨ªsimas, y alegres, y fabulosas". Y as¨ª, Gloria, que es una mujer delgada, se devana los sesos estudiando nuevas formas, nuevos fabricantes, nuevas adaptaciones para cuerpos pantagru¨¦licos. "?T¨² sabes lo que es para estas mujeres poder vestirse con ropa interior bonita? Vienen por dentro hechas una pena, con bragas que se hacen ellas mismas, con fajas y sostenes reformados. Yo creo que no hay por qu¨¦ prescindir de la coqueter¨ªa por ser gorda. Hace poco encargu¨¦ unos portaligas de dos metros, y me dijeron que estaba loca. Ah¨ª est¨¢n, en el escaparate; son muy bonitos, negros, con puntillas. Pues, bueno, yo quiero tenerlos. Quiero tener una docena de portaligas por si viene una clienta coqueta. ?Por qu¨¦ no?".
Parece risible, pero es una tragedia cotidiana: "Esas mujeres que no se atreven a ir de compras porque se r¨ªen de ellas, esas mujeres a las que su propia familia les est¨¢n diciendo todo el d¨ªa que est¨¢n gordas y hechas un asco". Mujeres que jam¨¢s se han ba?ado en una playa, porque no encuentran traje de ba?o. Mujeres presas de su propio cuerpo, al que han aprendido a odiar. "Los maridos, los maridos son los peores", dice Gloria: "El otro d¨ªa vino uno: que no se esfuercen en traer m¨¢s modelos, porque mi mujer es como un saco de patatas... Y esos que se empe?an en que su esposa vista de negro. Yo no tengo un solo traje de ba?o negro, porque no quiero vestirlas de luto. Y ellos se emperran en que vayan as¨ª. A veces he tenido enfrentamientos muy duros con los maridos, porque tengo un genio fuerte y salto".
De negro para rubricar su car¨¢cter de apestadas, de pecadoras de la carne en una sociedad que santifica los huesines, a mayor abundamiento, femeninos. Porque ser gordo es un problema, pero ser gorda es una cat¨¢strofe.
"A veces est¨¢n aqu¨ª dentro las clientas y la gente se para en la calle a ver las fajas que tenemos en el escaparate, y hacen unos comentarios brutales, sueltan unas barbaridades al ver los tama?os que, bueno, las clientas los oyen y claro...".
Psicolog¨ªa, hay que tener psicolog¨ªa y un poco de cari?o. Cari?o para empalmar dos cintas m¨¦tricas, "porque si la clienta ve que la tomas medidas y se acaba el metro, se hunde". Cari?o para darle de entrada dos tallas m¨¢s grandes que la suya: "Y entonces, cuando se prueba una faja y ve que le sobra, la mujer sale del vestuario transfigurada, sale hacia otra vida, convertida en otra persona". Qu¨¦ momento estelar debe ser ¨¦se, qu¨¦ ¨¦xtasis al sentir la holgura, al descubrir que las hay m¨¢s gordas, que no eres monstruosa, que no eres ¨²nica. Las vastas habitaciones cuadrangulares que sirven de probador en La Latina son como un espejo m¨¢gico que cada d¨ªa rescata a las megamujeres de s¨ª mismas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.