Con el tr¨ªo de Chick Corea lleg¨® la apoteosis
Corea, Vitous y Haynes llegaron hasta San Sebasti¨¢n para dejarnos el regalo musical m¨¢s completo posible. En d¨ªas precedentes hab¨ªamos disfrutado de conciertos en los que abund¨® la calidad y no faltaron los momentos de genio. Pero su exhibici¨®n iba a desatar un elemento suplementario hasta ahora escaso: la emoci¨®n permanente, una continuada tensi¨®n intercomunicadora entre m¨²sicos y p¨²blico. Y teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos, esa emoci¨®n tensa y compartida no pod¨ªa culminar de otro modo que en apoteosis.No deja de tener su intr¨ªngulis que las m¨¢ximas gotas de emotividad, que la aut¨¦ntica comunicaci¨®n del escenario, la consiguiera el grupo que trabaja con mayor dedicaci¨®n e intensidad el matiz l¨ªrico, la minucia ac¨²stica, la sonoridad evanescente. Ese jazz de c¨¢mara que recrean con mimo e incre¨ªble preciosismo Corea, Vitous y Haynes es bien capaz, hechos cantan, de calentar los ¨¢nimos de un auditorio de cerca de 12.000 almas y conseguir su entrega fervorosa y feliz. Corea vive un gran momento de inspiraci¨®n que le recupera para los m¨¢s puristas y no le aleja de los que pasan de toda ex¨¦gesis estil¨ªstica. Su pulsaci¨®n es a un mismo tiempo rom¨¢ntica y contoneante, delicada y tensa, enso?adora y sensual. Vitous demostr¨® m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable que es el m¨¢s soberbio contrachelista con que cuenta el jazz de nuestros d¨ªas, lo que no le impidi¨® dejar bien claro que el bajo ac¨²stico pulsado no esconde ning¨²n secreto para sus dedos.
Tr¨ªo de Chick Corea
Chick Corea, piano; Miroslav Vitous, contrabajo; Roy Haynes, bater¨ªa. 181 Festival Internacional de Jazz de San Sebasti¨¢n. Palacio Municipal de los Deportes, San Sebasti¨¢n, 23 de julio.
Su m¨²sica es tan grande como su corporeidad. Roy Haynes estuvo apabullante, magistral, m¨¢gico, ofreciendo una exhibici¨®n tan hist¨®rica como legendaria, algo sublime. Rompi¨® con sus baquetas toda posibilidad de calificaci¨®n laudatoria. Roy estuvo mucho m¨¢s all¨¢ de las palabras.
Sentido de espect¨¢culo
Fue un concierto extenso, dos horas, y planteado a la americana, con sentido del espect¨¢culo. No obstante, al finalizar, la sensaci¨®n era de que hab¨ªan pasado escasos minutos. Un tema de Steve Swallow, el est¨¢ndar jazz¨ªstico perteneciente a la banda sonora de La bella durmiente del bosque y una sonata compuesta por Vitous formaron la primera tercera parte del programa. Acto seguido, un recital Monk del que formaron parte Crepuscle with Nelly y Round midnight: incalificable por exquisito. M¨¢s adelante, cada uno de los elementos del Tr¨ªo se explay¨® como solista.
Corea dio vueltas y m¨¢s vueltas, como si buscara, sin encontrarlo, un acceso placentero a su celeb¨¦rrima Fiesta. Vitous atac¨® su instrumento con ayuda del arco para abordar una sonata, La saeta de Miles en sus postales espa?olas, y El concierto de Aranjuez como remate. Haynes logr¨® un solo de antolog¨ªa, en el que, a los cinco minutos de iniciado, todav¨ªa no hab¨ªan ta?ido un solo metal, y lleg¨® a consumir hasta otros tantos recurriendo exclusivamente a las cajas y el charles. Para cerrar la noche, el Tr¨ªo nos regal¨® Las hojas muertas como bis de regalo. Las palmas echaban humo y el Palacio de los Deportes sudaba de alegr¨ªa, puesto en pie.
El aperitivo-concierto con que se abre cada sesi¨®n lo cubri¨® el s¨¢bado la Big Band del AJMM de Barcelona. Comenz¨® poni¨¦ndose al personal en el bolsillo y haciendo olvidar a sus colegas suizos de la noche anterior. Luego se adentr¨® peligrosamente en terrenos apantanados con un par de temas de los Beatles de los que mejor es olvidarse para siempre jam¨¢s.
Estuvieron a punto de echarlo todo a rodar. Con un tema salsero y su arreglo de BirdIand, los aplausos volvieron a su cauce inicial, desaparecieron las muestras de desagrado y cerraron con un gran ¨¦xito su paso por San Sebasti¨¢n.
Babelia
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