Jos¨¦ Merc¨¦ y la memoria del cante
"Comparito m¨ªo, Cuco..." Los aires siguinyeros de t¨ªo Jos¨¦, el de la Paula, que Parrilla el viejo ense?ara a t¨ªa Anica la Pira?aca y que ahora canta un gitano de 28 a?os que se llama Jos¨¦ Merc¨¦; sobrino de Manuel soto Sordera, y biznieto o tataranieto, pienso, de Paco la Luz... Siglo y medio, por lo menos, de memoria del cante.No son muchos los j¨®venes cantaores preocupados por guardar esa memoria en su mayor pureza. Jos¨¦ Merc¨¦ es uno de ellos, y uno de los m¨¢s seriamente empe?ados en que las esencias antiguas sigan alentando un arte por tantos conceptos ¨²nico. Soleares y siguiriyas, alegr¨ªas y fandangos, buler¨ªas..., todo el cante, o casi, est¨¢ ah¨ª, y, Jos¨¦ lo interpreta con el magisterio que no puede aprenderse. Y por si fuera poco, a¨²n se fue a Levante y bord¨® una copia por tarantos y otra por cartageneras.
Jos¨¦ Merc¨¦ tiene el don que viene ni se sabe de d¨®nde, pero que marca a los artistas excepcionales, privilegi¨¢ndolos con una especie de estado de gracia en que todo lo que hacen est¨¢ bien hecho. Parece muy f¨¢cil, pero hay que hacerlo.
Por a?adidura, a Jos¨¦ Merc¨¦ se le da una voz espl¨¦ndida, con ecos de impresionante belleza y un rajo gitano para decir basta. Cuando est¨¢ a gusto con su cante -casi siempre que canta, por la enorme afici¨®n que le tiene-, inevitablemente se produce la grandeza deseada.
P¨²blico enfervorizado
Jos¨¦ Merc¨¦ cant¨® el pasado viernes en la tertulia flamenca Antonio Mairena, de Aranjuez, ante un p¨²blico respetuoso y enfervorizado. Se estableci¨® inmediatamente la comunicaci¨®n imprescindible para que el milagro del arte flamenco se produzca.
Abri¨® el recital un aficionado local, Juan Hern¨¢ndez, quien lo hizo con dignidad y conocimiento, apoyado en una voz muy cantaora y grata. Juan Antonio Mu?oz acompa?¨® a los dos, Hern¨¢ndez y Merc¨¦, a la guitarra con autoridad y acierto; entiende perfectamente que el secreto est¨¢ en que el toque establezca un di¨¢logo entra?ado con el cante, y se atuvo a ello con verdadero regusto. Y cuando se aventur¨® a breves falsetas individualizadas, que nunca romp¨ªan la unidad del cante, lo hac¨ªa -por siguiriyas, por tarantos, por buler¨ªas- con exquisitez y delicadeza ejemplares.
Una noche, en fin, de las que hacen afici¨®n y reconcilian a quienes ya la tenemos con un arte que, desgraciadamente, con frecuencia nos viene castigando de manera inmisericorde.
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