Hombres
No lo entiendo, no s¨¦ de d¨®nde viene esa diferencia sustancial (prefiero considerarla cultural) que constato entre hombres y mujeres cada d¨ªa. Ese exceso de violencia, esa desmesura en la burrada que, generalizando, parecen atesorar los machos de nuestra especie. Me lo dec¨ªa una amiga:-Cuando voy sola de noche por la calle y veo que se acercan cuatro mujeres, por ejemplo, me quedo tan tranquila. Pero si es un hombre, basta con uno, siempre siento un mosqueo, algo de miedo.
Los varones son los se?ores del pavor, los emisarios de desgracias. Qu¨¦ terrible bagaje el de su g¨¦nero. Qu¨¦ sangrienta herencia arrastran aquellos que desean ser distintos y que repudian su potencial social de salvajismo. Hablo de la violencia f¨ªsica, de lo horrendo. Hace un par de d¨ªas, un marido incendi¨® el coche donde se encontraba su mujer con el amante y les dej¨® abrasarse. Hace unos meses, un ex novio at¨® a su antigua compa?era y al nuevo hombre y les quem¨® vivos con igual sadismo y complacencia. Hay hombres que estrangulan a sus mujeres, que matan al abogado que est¨¢ tramitando el divorcio y despu¨¦s le saltan los sesos a ella. Hombres que apalean, que patean, que roc¨ªan de ¨¢cido o marcan a punta de cuchillo la cara de aquellas que pretenden dejarles. Son casos que guardo en la memoria, a¨²n recientes. Y, sin embargo, por mucho que rebusco, no recuerdo lo contrario, no encuentro la misma bestialidad en las mujeres. Curiosa escasez ¨¦sta, la femenina, en los anales del cr¨ªmen pasional. Porque la pasi¨®n es, precisamente, el territorio tradicional de las hembras, el solo mundo que conocen. Y aun siendo lo ¨²nico que tienen, las mujeres no torturan, no disfrutan con el crepitar de los cuerpos, no destripan. No es una cuesti¨®n de fuerza f¨ªsica: todo el mundo es fuerte con pistola. Si los hombres lo hacen, no es por una locura de amor, sino por un delirio de posesi¨®n, por una aberraci¨®n de poder¨ªo.
Los varones son seres gen¨¦ricamente capaces de violar a la mujer del enemigo, de hacerle el amor instantes antes de degollarla. Cuando pienso en estas cosas -hechos extra¨ªdos de la historia- se me desgarra algo en la conciencia, como un v¨¦rtigo ante lo incomprensible del espanto, y no s¨¦ si echarme a llorar por nosotras mismas o por ellos.
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