Universidad: las siete penitencias del doctor Bunge
Es idealista proponer soluciones generales que no toman en cuenta las peculiaridades de la Universidad en cada pa¨ªs. Es idealista creer que las mismas medidas administrativas aplicadas en Espa?a y en cualquier pa¨ªs latinoamericano van a producir los mismos efectos. Las respectivas universidades difieren en casi todo: en los modelos de ense?anza; en la financiaci¨®n; en los curr¨ªculos; en la disponibilidad de profesorado superior; en el volumen y la composici¨®n social del alumnado; en los objetivos que persigue, que var¨ªan desde la formaci¨®n de elites dirigentes a la titulaci¨®n de cuadros medios; en el control pol¨ªtico que sobre ellas se ejerce.Es idealista afirmar que "la aut¨¦ntica Universidad moderna es, ante todo, un centro de creaci¨®n y difusi¨®n de conocimiento original". La propia Universidad tiene claro desde antiguo que la creaci¨®n de conocimiento no es su valor aut¨®nomo (cf. p. e. Vives, Su¨¢rez). Las condiciones hist¨®ricas concretas en las que se desenvuelve el trabajo intelectual determinan que una Universidad sea creativa o meramente reproductiva. Actualmente, la creaci¨®n cient¨ªfica, con algunas excepciones, requiere costosos medios y recursos humanos, que huyen de nuestros pobres pa¨ªses para buscar m¨¢s rendimiento cient¨ªfico y mejorar salarios en los centros universitarios de nuestros vecinos del norte. Cuando de lo que se trata es de frenar la penetraci¨®n de un colonialismo cultural que nos explota y nos esteriliza, erigir la creatividad como valor supremo es ut¨®pico. A m¨ª me gusta tanto la obra de creaci¨®n como al doctor Bunge, pero admiro la funci¨®n que desempe?an en los pa¨ªses subdesarrollados esas universidades, que se dedican penosamente a sentar las bases del conocimiento cient¨ªfico. Considerar¨ªa muy justificado que sus cr¨ªticos regresen a ellas, para contribuir a la obra de creaci¨®n que les reclaman.
La creaci¨®n cient¨ªfica no s¨®lo es un valor hist¨®ricamente determinado, sino ¨¦ticamente relativo. Los centros universitarios que trabajan para la industria de guerra desarrollan una investigaci¨®n original que est¨¢ pervertida. Comienza a ser cuesti¨®n de vida o muerte, y no s¨®lo de ¨¦tica, que esa creaci¨®n de conocimiento se supedite a otros criterios. El cient¨ªfico que en estas condiciones se escuda detr¨¢s de la originalidad ha elegido un valor que no es neutral y, por tanto, ha tomado partido. Nuestros pa¨ªses est¨¢n obligados a enfrentarse con la mayor obra creativa que es capaz de proponerse. una civilizaci¨®n: construir otra sociedad, en la que los avances de las ciencias no puedan utilizarse para controlar a los hombres. Se puede tener por mucho m¨¢s original y, desde luego, m¨¢s cargado de futuro renovar la tradici¨®n human¨ªstica que cuestion¨® el uso social que se hace del saber, herencia perdida por la ciencia instrumental y acr¨ªtica, que domina en tantas universidades mucho m¨¢s modernas que las nuestras.
Es ret¨®rico el an¨¢lisis de las funciones promocionales y pol¨ªticas de la Universidad.
El doctor Bunge afirma que "para los que estudian en ella, la Universidad es una m¨¢quina que, a cambio de alg¨²n esfuerzo, otorga una hoja de papel que permite conquistar o conservar un rango social". Esta generalizaci¨®n es in justa, pero sobre todo es ret¨®rica, porque se?ala el da?o, pero no sus or¨ªgenes. La Universidad dejar¨¢ de cumplir la funci¨®n de movilidad social que tiene cuando el saber deje de proporcionar mejores trabajos, m¨¢s ingresos y mayor pres tigio. Para ello habr¨¢ que esperar a que se logre una sociedad - sin divi si¨®n t¨¦cnica del trabajo y sin divi si¨®n social,de sus miembros. Entre tanto, es m¨¢s realista tratar de ha cer compatibles una pol¨ªtica cien t¨ªfica avanzada y una pol¨ªtica edu cativa que contribuya a incremen tar la movilidad social.
Igualmente ret¨®rica es la constataci¨®n de que "los Gobiernos y grupos de presi¨®n suelen considerar la Universidad como una palanca de poder". La Universidad cumple una funci¨®n que la relaciona con el poder. Reconocer esta condici¨®n no significa conceder a otros legitimidad para imponer profesores o programas, sino asumir que la Universidad es un poder, que tiene que debatirse con su propio poder con los dem¨¢s para examinarlos como objetos de reflexi¨®n cr¨ªtica.
Resulta demag¨®gico identificar ese poder con "los fueros feudales de los catedr¨¢ticos", pero sobre todo es ingenuo. Espa?a es una sociedad capitalista que basa el ejercicio p¨²blico en la burocracia y en los reglamentos; ni en la Universidad ni en ninguna otra parte subsisten los fueros medievales. Si se desea seriamente evitar los abusos de poder, mejor es analizar correctamente c¨®mo funciona. La convocatoria de una plaza de catedr¨¢tico es una decisi¨®n administrativa; el tribunal que ha de juzgar la provisi¨®n se sortea, con posibilidad de recusaci¨®n de sus miembros cuando concurran circunstancias extraacad¨¦micas; las pruebas son p¨²blicas. Estas medidas para objetivar el m¨¦rito son las mismas que el doctor Bunge propone que se generalicen al conjunto de los ,puestos acad¨¦micos; precisamente cuando una larga experiencia ha demostrado que, a pesar de su objet¨ªvidad formal, a veces han sido distorsionadas. Entre la c¨¢tedra y el cargo pol¨ªtico se producen tras vases que perjudican a la Univer sidad; c¨²lpese de ellos a quienes, catedr¨¢ticos o no, hacen pol¨ªtica universitaria en el sentido menos digno de la palabra; pero este comportamiento no se deriva necesariamente del ejercicio de la c¨¢tedra, sino del abuso de la influencia, pr¨¢ctica en la que tambi¨¦n pueden incurrir todos aquellos que no siendo catedr¨¢ticos quieren serlo.
El doctor Bunge afirma que "la principal causa de la crisis universitaria es simplemente la incomprensi¨®n de lo que es la Universidad moderna". Creo que este planteamiento es falso: la crisis de la Universidad es una funci¨®n, y no un estado. Desde la fundaci¨®n de la universidad de Constantinopla, en el a?o 425, la Universidad ha servido a la sociedad asumiendo la crisis entre conocimiento nuevo y conservaci¨®n del saber acumulado; entre saber te¨®rico y aplicado; entre autonom¨ªa del saber y compromiso pol¨ªtico; entre cambio de los valores y preservaci¨®n de la identidad cultural, etc¨¦tera. Los art¨ªculos del doctor Bunge plantean mal el debate, no porque sus propuestas sean radicales, como ¨¦l afirma, sino porque son reaccionarias. Para analizar los problemas de la Universidad es necesario hablar de conflictos sociales, pero no de pecados; para mejorar la Universidad habr¨¢ que proponer proyectos, pero no penitencias. Otros reformadores, antes que el doctor Bunge, en la ¨¦poca m¨¢s negra del medievo, interpretaron las contradicciones objetivas que opon¨ªan a la sociedad con la Universidad como culpas subjetivas. No planteemos los problemas del saber y de su transmisi¨®n como una din¨¢mica de justos y pecadores. Para comprender a la Universidad dejemos en paz a la Teolog¨ªa y recurramos a las ciencias sociales.
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