Siete j¨®venes experimentan ante el p¨²blico, en una plaza de Vitoria, el proceso de la escultura
"Empezar una escultura siempre plantea nuevas inc¨®gnitas y problemas que deber¨¢n solucionarse en el proceso de esta o de las siguientes obras; pero realizarla entre el p¨²blico es una aventura especial. Es, por lo menos, una oportunidad para conocer esa otra parte de laescultura que es tan importante como el resultado: el proceso". Estas l¨ªneas, escritas por Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar, podr¨ªan bien definir el esp¨ªritu del Taller Abierto de Escultura, en el que siete j¨®venes escultores vitorianos vienen trabajando, bajo la mirada de los paseantes, durante todo el mes de julio.
Junto a Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar, otros seis artistas -Enrique Gamarra, Chat¨¦n, Paco San Miguel, Javier Hern¨¢ndez, Marco Ib¨¢?ez de Matauco y Jorge Girbau- ultiman en estos d¨ªas las obras iniciadas a primeros de mes. Durante todo este tiempo, han trabajado, comido, recibido visitas, pr¨¢cticamente han vivido, en una plaza, la del Machete, marco inmejorable, elegido por ellos mismos, para la puesta en pr¨¢ctica de su idea.Una idea que se trajo Paco San Miguel de un viaje por Italia y Yugoslavia, de donde volvi¨® convencido de que se deb¨ªa y se pod¨ªa sacar la imaginaci¨®n y el arte a la calle, de que los l¨ªmites de un taller son demasiado estrechos y de que lo fundamental es intercambiar, poner en com¨²n, convertir las cosas en patrimonio de todos. Paco San Miguel, que, despu¨¦s de cuatro a?os esculpiendo con bastante intensidad, se pregunta todav¨ªa "por qu¨¦ me aferro a las piedras con tanta fuerza", da ya los ¨²ltimos toques a una figura de m¨¢rmol de Portugal, que una chica que pasaba por all¨ª bautiz¨® como La ola dormida.
Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar no quiere hablar de su piedra. "Creo que ella misma se las arregla bastante bien con la gente", afirma. Aunque no van a ganar gran cosa con lo que est¨¢n haciendo, hablando de pesetas, se encoge de hombros: "Tampoco estamos acostumbrados a mucho m¨¢s. Lo importante", dice, es que hay gente que est¨¢ viniendo todos los d¨ªas a ver c¨®mo avanzamos, c¨®mo adquieren forma los bloques de m¨¢rmol o los troncos de roble, el hierro o el poli¨¦ster, que nos pregunta qu¨¦ hacemos, por qu¨¦ y c¨®mo, o que nos dice c¨®mo lo har¨ªan ellos".
Los siete han pasado por la escuela de Artes y Oficios de Vitor¨ªa y cinco siguen a¨²n vinculados a ella. Marco Ib¨¢?ez de Matauco y Enrique Gamarra, sin embargo, han optado por montar su propio taller. El primero, que ha abandonado la piedra y la madera para dedicarse a explorar las posibilidades de? poli¨¦ster, lleva seis meses en la tarea de acondicionar el suyo. Enrique ya lo tiene y vive de las tallas de artesan¨ªa que hace y vende ¨¦l mismo. Ambos, y los dem¨¢s tambi¨¦n, echan de menos un lugar de trabajo que les permita acometer obras de grandes vol¨²menes como las que realizan en esta ocasi¨®n al aire libre.
Un taller colectivo
"Tenemos un proyecto presentado en el Ayuntamiento, para ver si nos ceden un viejo hangar de aviones del antiguo aeropuerto y la infraestructura material m¨ªnima necesaria para trabajar", explica Enrique Gamarra. A cambio, cada uno de ellos donar¨ªa a la ciudad una de sus obras, algunas de las cuales ya se exhiben en plazas y parques de Vitoria, tras una exposici¨®n colectiva en la calle que realizaron el a?o pasado, y de la que, por cierto, hubo piezas que resultaron malparadas, fruto de alguna mala borrachera de alguien, durante las fiestas de la ciudad. "Te arriesgas a que pase eso con tu obra, pero las cosas tienen que estar donde las pueda disfrutar todo el mundo", dice Javier Hern¨¢ndez, que se confiesa "algo desfondado de ideas" para la escultura y se propone pintar durante un tiempo, que es lo que hac¨ªa antes.Est¨¢n satisfechos de la experiencia, aunque la idea inicial fuera mucho m¨¢s ambiciosa y haya tenido que ser recortada. Se trataba, en principio, de organizar, bajo la tutela econ¨®mica del departamento de Cultura del Gobierno vasco, un simposio de escultura al aire libre, con una convocatoria abierta a artistas de toda Espa?a, e incluso a la presencia internacional. Se trataba, tambi¨¦n, de estabilizar la muestra y celebrarla de manera rotatoria y anual en Vitoria, Bilbao y San Sebasti¨¢n.
Como quiera que el verano se echaba encima y el proyecto no terminaba de cuajar, el ayuntamiento se hizo cargo de la financiaci¨®n de este primer intento a escala reducida, restringido a estos siete escultores vitorianos. La materializaci¨®n de la idea habr¨¢ costado, al final, 1.700.000 pesetas a la hacienda local y un parque recoger¨¢ las esculturas.
Babelia
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