El precio de ser distinta a los dem¨¢s
Amparo, la viuda cacere?a que ha demandado a quienes le dieron una cencerrada
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, Amparo Paramio conoci¨® a Juan en su mismo pueblo, Galisteo. Como ella era la mayor de cinco hermanos, tuvo que dejar los estudios para ayudar en casa: "Despu¨¦s ya no me hice otros proyectos que los de todas las chicas de mi edad, o sea, casarme". Se cas¨® en 1972 y se fue a Pamplona. Medio a?o despu¨¦s Juan se mat¨® en un accidente de coche. Amparo acababa de quedarse embarazada.
As¨ª es que se volvi¨® a Galisteo, con su familia. Ya sab¨ªa ella que tendr¨ªa que vestir luto. Pero lo que le espantaba era llevar velo. "C¨®mo vas a salir a la calle sin velo", le dec¨ªa una t¨ªa suya, tambi¨¦n viuda: "Se van a creer que ya te has olvidado de ¨¦l". Y esa expectaci¨®n en el pueblo, esa atenta vigilancia ante su duelo, esa t¨¢cita obligaci¨®n de cumplir la penitencia. De modo que visti¨® lutos. Ropa negra, medias negras, y, desde luego, el velo. Todos los d¨ªas iba a misa, y los domingos visitaba el cementerio. Estas eran las ¨²nicas salidas que le estaban permitidas: cualquier otra cosa hubiera sido un verdadero esc¨¢ndalo. "Yo me sent¨ªa tan ahogada en casa que a veces me sub¨ªa al tejado, para respirar un poco". Tuvo que llevar luto durante tres a?os.
El parto fue horroroso. El beb¨¦ vivi¨® s¨®lo siete horas. Hab¨ªa nacido a los diez meses. "Por muy bien que cuente la madre cuenta mejor el infante", comenzaron a murmurar en el pueblo. Y Amparo quer¨ªa huir. Se le ocurri¨® hacer un curso de auxiliar de cl¨ªnica en Plasencia. "El primer d¨ªa de clase llegamos all¨ª mi madre de luto, mi hermana de luto, yo de luto y con el velo... Despu¨¦s, mis compa?eras me dijeron que se preguntaron qu¨¦ pintar¨ªa yo all¨ª, porque creyeron que yo ten¨ªa 50 a?os".
Sus padres siempre fueron comprensivos. Pero enfrentarse al pueblo era muy duro. Se sac¨® el carn¨¦ de conducir y compr¨® un coche: "Qu¨¦ poca verg¨¹enza, su marido se mata con un coche y ahora ella se compra uno", dec¨ªan en Galisteo. Despu¨¦s se fue de nuevo a Plasencia, a estudiar ATS. Cuando estaba en el segundo curso conoci¨® a Jos¨¦, un chico de Toledo, delineante. Se enrollaron. De esto hace seis a?os, y a¨²n siguen. La relaci¨®n no ha sido f¨¢cil. Jos¨¦ trabaja en Madrid, y ella encontr¨® un empleo de ATS en Holguera, un pueblo cercano a Galisteo. Durante seis a?os se han visto s¨®lo los fines de semana.
Quitar las bragas
Pero lo peor empez¨® a partir de 1980. El a?o anterior hab¨ªa salido de alcalde Samuel Herrero, del PSOE. Y a partir de entonces recomenzaron las campanill¨¢s. "F¨ªjate, el alcalde franquista se opon¨ªa a las campanill¨¢s, las disolv¨ªa, as¨ª es que hac¨ªa mucho tiempo que no hab¨ªa. Yo s¨®lo me acuerdo de una de cuando yo era ni?a, que fue tremenda, a la novia le quitaron las bragas... Pero desde entonces nada". Hasta 1980. Una chica del pueblo manten¨ªa relaciones con un casado de Plasencia. Y fue a ella a quien le dieron la primera campanill¨¢ de esta nueva etapa. "Fu¨¦ algo horroroso, particip¨® todo el pueblo, aporreaban la puerta de la chica, y le dec¨ªan barbaridades, y rompieron todas las flores que ten¨ªa en el balc¨®n...", cuenta Amparo: "Su padre sali¨® llorando en busca del alcalde, para que detuviese aquello, pero el alcalde ten¨ªa cerrada la puerta de su casa y no contest¨®. Porque las campanill¨¢s se hacen de madrugada".
A la ma?ana siguiente todo el pueblo dec¨ªa lo mismo: "La pr¨®xima es la tuya, Amparo... ". Entonces Amparo y Jos¨¦ escribieron al Gobernador Civil, de UCD, para contarle el asunto. Y tambi¨¦n hablaron un d¨ªa con Samuel Herrero, en el bar de la familia. "No te preocupes, Amparito, c¨®mo te la van a tocar a ti... ", dec¨ªa el alcalde sin dar m¨¢s importancia al asunto. Pero las cencerradas prosiguieron. Y en ellas hab¨ªa coplillas de advertencia: "Amparo, Amparo, no te vayas alegrando que la tuya se viene acercando".
A principios de junio estall¨® en el pueblo la noticia de que Amparo estaba embarazada. La noche del 18 de junio, Amparo, Jos¨¦ y la madre de Amparo tomaron un helado en un bar del pueblo. Eran m¨¢s de las dos de la madrugada. Se levantaban ya para irse cuando la madre oy¨® el estr¨¦pito de los campanillos. Salieron corriendo, se metieron en el coche, que estaba aparcado frente el bar. Pero hab¨ªan bloqueado su autom¨®vil con otros. "Me puse en un estado de nervios espantoso" dice Amparo. "Cerramos las ventanillas y todos nos rodearon tocando y cantando, eran como 30 o 40 porque a esa hora no pudieron reunir a m¨¢s. No s¨¦ ni c¨®mo pude maniobrar para salir de all¨ª. No me atrev¨ªa a bajar del coche porque en las campanill¨¢s la cosa es sobar a la novia de arriba abajo, hasta quitarle las bragas, como a aquella". Y mientras tanto, el ensordecedor campanilleo, las letras bufas: "Las ruedas que est¨¢n infladas se pinchan y se desinflan, Jos¨¦ te vio desinflada y te meti¨® la jeringa"...
Cuando consiguieron sacar el coche se fueron del pueblo. Se dirigieron a la comisar¨ªa de Plasencia. Pero all¨ª les dijeron que eso era asunto de la Guardia Civil. Fueron al cuartelillo, y un cabo muy amable les contest¨® que ten¨ªa todos los servicios dados, que no pod¨ªa enviar a nadie a Galisteo. Pero que llamar¨ªa al d¨ªa siguiente al alcalde, a preguntarle por qu¨¦ no hab¨ªa sacado a los polic¨ªas municipales.
Amparo y Jos¨¦ pusieron una denuncia y volvieron a escribir al Gobernador Civil, ahora del PSOE. ?ste no les contest¨®, sino que mand¨® una copia de su carta al alcalde de Galisteo. En el escrito, Amparo explicaba que el cabo de la Guardia Civil hab¨ªa prometido telefonear al alcalde, "cosa que as¨ª hizo, teniendo por respuesta (del alcalde) que le fueron a pedir permiso para dar la cencerrada, a lo que ¨¦l respondi¨® 'que ¨¦l ni se lo prohib¨ªa ni se lo mandaba'". Cuando Samuel Herrero recibi¨® la copia de la carta, habl¨® con la madre de Amparo: "Ahora yo podr¨ªa demandar a tu hija, porque tengo esta carta con su firma donde dice cosas de m¨ª que no son ciertas...
"Est¨¢ pre?¨¢"
El pueblo entr¨® en combusti¨®n con la noticia de la demanda. La vida se convirti¨® en un infierno. Algunos se hac¨ªan los encontradizos con la familia de Amparo, con sus hermanos, con sus padres: "Y lo digo bien alto, que est¨¢ pre?¨¢... ", gritaban. O: "La puta est¨¢ embarazada y muy pronto parir¨¢". El cabecilla de las cencerradas es un hombre separado, que vive solo. A veces, cuando se trae una mujer al pueblo, re¨²ne a sus amigos y se autodedica una campanill¨¢: "Pero no son letras insultantes, es una fiesta entre amigotes", dice Amparo: "Hace poco hubo una. Yo creo que era una trampa, que quer¨ªan que nosotros particip¨¢ramos para pillarnos. Pero nosotros nunca hemos participado en ninguna".
Y as¨ª est¨¢n las cosas. Con amenazas ("a una la voy a matar yo, a una la voy a matar yo como a mi hijo le pase algo"), con insultos ("pero quien se ha creido esa ni?a que es, si le ha pasado eso es porque se lo tiene merecido, que se hubiera ido del pueblo o que se hubiera casado"), con la promesa de darle una nueva campanill¨¢ en su lugar de trabajo ("he tenido que ir a Holguera todos los d¨ªas acompa?ada de alguien, por si me atravesaban un coche en mitad de la carretera"), con terribles presiones para toda la familia.
Ahora Amparo se ha venido a Madrid. Est¨¢ de siete meses y medio y ya tiene la baja. En la querella pide 700.000 pesetas por perjuicios. Fu¨¦ a hablar con la muchacha de la primera cencerrada, aquella que manten¨ªa relaciones con un hombre casado (del que tuvo un hijo), para ver si quer¨ªa unirse a la lucha. Pero la madre de la chica se neg¨®: "Despu¨¦s de todo lo que hemos sufrido, que mi hija se ha pasado un a?o sin salir a la calle con lo del embarazo y todo esto, y ahora que ya empieza a salir de nuevo con amigas no queremos que se nos ponga otra vez el pueblo en contra... ". Amparo tiene ahora 32 a?os. Y lo ¨²nico que ha pretendido es ser feliz.
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