Nosotros, los explotadores
Hace un par de a?os, la facultad de Econ¨®micas de Bilbao me invit¨® a dar una conferencia sobre la situaci¨®n socioecon¨®mica de Andaluc¨ªa. Despu¨¦s de ella, uno de los profesores se ofreci¨® amablemente a llevarme a Guernica, que yo no conoc¨ªa. Tras mostrarme la antigua Casa de Juntas, me invit¨® a presenciar un partido de pelota vasca en un espl¨¦ndido front¨®n all¨ª existente. Era un lunes, sobre las cuatro de la tarde, y me sorprendi¨® que a esas horas pudiera haber p¨²blico suficiente para asistir al espect¨¢culo. Mi acompa?ante sonri¨®, y me hizo pasar. El local, muy amplio, se encontraba totalmente lleno, con cerca de mil personas entre las que se cruzaban importantes cantidades de dinero en apuestas. Yo pregunt¨¦ si est¨¢bamos en alguna fiesta o d¨ªa excepcional y me respondieron con cierta extra?eza que se trataba de un espect¨¢culo diario y completamente normal.Como andaluz en activo, mis reflexiones subsiguientes fueron inevitables. Me preguntaba yo si en alg¨²n lugar de nuestra regi¨®n podr¨ªa encontrarse algo semejante. No ya en un pueblo de 15.000 habitantes, como es Guernica, sino en una ciudad de 250.000, como Granada, o incluso de 650.000, como Sevilla. Me parec¨ªa dif¨ªcil encontrar aqu¨ª un p¨²blico con suficiente ocio y capacidad econ¨®mica para asistir a un espect¨¢culo deportivo -el que fuese- habitualmente, pagando una entrada-de 300 pesetas, y gastando varios miles en apuestas, un d¨ªa laborable cualquiera a primera hora de la tarde.
Ello s¨®lo es resultado, claro est¨¢, de un alto nivel de vida, ciertamente no distinto al europeo medio, que es uno de los factores que en realidad nos vienen diferenciando desde hace d¨¦cadas. Como es sabido, la renta personal durante largo tiempo ha sido en el. Pa¨ªs Vasco triple de la andaluza, proporci¨®n que. se repite en otros indicadores caracter¨ªsticos del desarrollo econ¨®mico, como consumo el¨¦ctrico, kil¨®metros de carreteras y diversos servicios p¨²blicos. Mientras tanto -seg¨²n datos de Banesto para 1975- el 53%, de los andaluces viv¨ªan en municipios cuya renta era inferior por t¨¦rmino medio a las 100.000 pesetas per c¨¢pita. En condiciones similares s¨®lo se encontraba el 7% de los vascos.
Es bien sabido que andaluces e inmigrantes de otras zonas empobrecidas de Espa?a han contribuido poderosamente, con su duro trabajo, a la prosperidad de aquella regi¨®n, entre otras del pa¨ªs. Y que sucesivos Gobiernos, antes y durante el franquismo, presionados por una ambiciosa burgues¨ªa y bajo el chantaje del separatismo, siempre esgrimido como amenaza por aqu¨¦lla, han favorecido a Euskadi, a costa del desarrollo de otras regiones. En pura actuaci¨®n colonialista se exportaron a. ella desde las pobres, materias primas, capital y mano de obra.
Pero a partir de la existencia de la libertad de expresi¨®n, se han venido produciendo toda una serie de manifestaciones antiespa?olas, de las que una muestra m¨¢s han sido los recientes sucesos de Renter¨ªa. Con tan faus-
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to motivo, un prominente miembro de Herri Batasuna, ha manifestado que "la bandera espa?ola es s¨®lo un s¨ªmbolo de sangre, sudor y l¨¢grimas para el pueblo vasco", al que dice representar. Yo dir¨ªa que la sangre, el sudor y las l¨¢grimas han sido de quienes se las han dejado all¨ª en especial los procedentes de otros puntos de Espa?a, para contribuir al desarrollo de la econom¨ªa de Euskad¨ª, y encima son menospreciados como maketos.
De modo que los andaluces, los manchegos o los leoneses somos los invasores, los explotadores, los extranjeros para un sector de la poblaci¨®n, vasca, y como tales nos tratan, Y ello se extiende no s¨®lo a emigrantes y fuerzas de orden p¨²blico, sino a funcionarios y otros no vascos all¨ª residentes. De aqu¨ª que en cuanto tiene ocasi¨®n tal sector quema nuestra bandera, la de todos los espa?oles. A la vez, de mala gana y con cierto oportunismo, un sector casi paralelo proclama al fin "el respeto a todas las banderas", cuando aqu¨¦lla es el s¨ªmbolo constitucional ¨²nico de la unidad y la soberan¨ªa espa?ola. Como si la nuestra, en definitiva, pudiera all¨ª asimilarse a la de Zambia, vamos.
Es cierto que durante el r¨¦gimen anterior, sobre todo, ha habido una fuerte represi¨®n de la mayor¨ªa de las manifestaciones de la cultura aut¨®ctona vasca,y de todo deseo de autonom¨ªa. Pero tal represi¨®n se ha producido tambi¨¦n en otras regiones del pa¨ªs y no por eso pretendemos dejar de ser espa?oles.
Lo que ocurre es que en el Pa¨ªs Vasco unos pocos practican abiertamente el terrorismo, y otros se aprovechan de sus consecuencias rentabiliz¨¢ndolas en provecho propio. En particular, ¨¦ste es el caso de Herri Batasuna y de alg¨²n otro grupo pol¨ªtico, ya en menor proporci¨®n. Ahora bien, si contemplamos las cifras electorales, podremos valorar cu¨¢l sea su verdadera importancia. Esta coalici¨®n ha sido principal protagonista de la oposici¨®n a todo principio de solidaridad entre espa?oles, por la sencilla raz¨®n de que no se consideran tales. Pues bien, este grupo nunca ha obtenido m¨¢s de un 16% del total de electores en el conjunto de Euskadi a lo largo de las diversas consultas electorales de los siete ¨²ltimos a?os.
Demasiadas veces se oye hablar de los vascos, como si la actitud antiespa?ola fuese algo generalizado all¨ª. Hasta el punto de que en encuestas de opini¨®n verificadas repetidamente en el pa¨ªs, la peor imagen corresponde a ellos. Y, sin embargo, el 84% de los electores vascos opinan de otro modo, pese a las constantes amenazas, coacciones y violencias de que muchos vienen siendo objeto como acabamos de ver en la digna persona del alcalde de Renter¨ªa. Una minor¨ªa activista, pues, abiertamente contraria a los principios constitucionales y sin escr¨²pulos, no est¨¢ consiguiendo que el resto de la poblaci¨®n la siga.
Ello s¨®lo ocurr¨ªa, quiz¨¢, si las del Estado respondieran a sus provocaciones mediante una escalada de la violencia. Eso es lo que los abertzales unos cuantos m¨¢rtires.
Por consiguiente no podemos consentir que una minor¨ªa vociferante, que s¨®lo supone el 0,5% de la poblaci¨®n espa?ola, y que vive en una regi¨®n cuya extensi¨®n total es menor que la de la provincia de M¨¢laga, consiga desestabilizar lo que tanto trabajo nos ha costado lograr, es decir, un Estado de de recho y una Espa?a en marcha.
Frente a ellos, calma y energ¨ªa. No hay que seguirles el juego, sino aislarlos. En ello, el papel de la clase social m¨¢s beneficiada por el resto de Espa?a -es decir, la burgues¨ªa vasca- tiene que ser decisivo. Que se pronuncie y act¨²e de una vez, sin ambig¨¹edades.
La ikurr¨ª?a, la senyera, o la bandera andaluza representan a comunidades -nacionalidades- que componen un solo Estado: el de todos los espa?oles. Y ese Estado, a su vez, s¨®lo tiene una bandera, que es indivisible.
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