Las 'intermitentes y protegidas' vacaciones de Alfonso Guerra en la playa gaditana de Bolonia
La escolta del vicepresidente, engrosada dos horas m¨¢s tarde de su llegada por un teniente y tres n¨²meros de la Guardia Civil de Tarifa, intent¨® que los deseos del vicepresidente de pasar de inc¨®gnito por estas playas se hicieran realidad. Guerra realiza estos d¨ªas frecuentes viajes desde Madrid has la urbanizaci¨®n Roche, en Conil de la Frontera, a unos 35 kil¨®metros de C¨¢diz.La agencia Efe informaba ayer que el vicepresidente del Gobierno se hab¨ªa reincorporado a sudespacho, pero lo cierto es que Guerra estaba en la playa de Bolonia hacia las tres de la tarde. En la terraza del caf¨¦-bar Bah¨ªa ocup¨® una mesa con su mujer, su hijo, de tres a?os, y su hermano Juan. Servidos por Dolores Ruiz, propietaria del bar, comieron un pollo de cinco kilos con arroz y pescaditos fritos.
Poco despu¨¦s de las cinco de la tarde, el vicepresidente y su familia, todos ellos vestidos de arriba a abajo (su mujer se cubr¨ªa el traje de ba?o con un largo pareo de dibujos orientales), descendieron hasta la playa y, seguidos de la visible y aparatosa escolta, caminaron hasta un recodo de la playa.
All¨ª, el vicepresidente, arrodillado en la arena y sin Regar a desprenderse de los vaqueros y la camiseta, rechaz¨® hacer declaraciones a una redactora de EL PAIS y a dejarse fotografiar por un colaborador de este peri¨®dico. "Si otros lo hacen, all¨¢ ellos", dijo Guerra al recordarle que el propio presidente no tiene inconveniente en recibir a la prensa durante sus vacaciones, "pero yo insisto en defender mi vida privada. Lo que yo haga o deje de hacer solo interesa a cuatro periodistas y a otros cuantos pol¨ªticos. Siempre he defendido esto y sigo en esta misma idea".
Y los deseos de tranquilidad veraniega de Guerra fueron interpretados tan al pie de la letra bor su escolta que varios de ellos hicieron uso de sus walkie-talkie para comunicar al jefe de seguridad la conversaci¨®n de la propietaria del bar Bah¨ªa con la redactora de este peri¨®dico, instantes despu¨¦s del intento frustrado de entrevistar al vicepresidente. Dolores Ruiz hab¨ªa empezado a contar que hace a?os que Guerra visita frecuentemente estas playas y que siempre suele almorzar en su establecimieto. "Siempre viene sin avisar antes", explicaba Dolores. "Menos mal que casi siempr?quiere lo mismo: arroz con poflo, aunque luego s¨®lo se coma el arroz". Mientras se dearrollaba esta conversaci¨®n, Manuel, el marido de Dolores, hab¨ªa comunicado a uno de los polic¨ªas de la escolta Bamado Antonio que una periodista de EL PAIS estaba hablando consu mujer.
El jefe de seguridad que se encontraba en la playa subi¨® r¨¢pidamente hasta el bar y comenzaron las maniobras para lograr reventar la entrevista, entrando, por ejemplo, repetidas veces en la estancia simulando buscar inexistentes objetos y tropezando una y otra vez. Al final, tras el estramb¨®tico espect¨¢culo, el jefe de seguridad exhibi¨® una placa policial y pretendi¨® convencer a la periodista para que esperasen la llegada de Juan, el hermano del vicepresidente, quien, seg¨²n ¨¦l, indicar¨ªa lo que se podr¨ªa escribir sobrelas vacaciones de su hermano. "Est¨¢ descansando y no quiere ser molestado por nadie. Su hermano Juan tiene que ver lo que escribe", insist¨ªa, no sin antes pedir que el teniente y los tres n¨²meros de la Guardia Civil llegados de.Tarifa que tomaban unrefresco en el bar de al lado se aproximaran a la despensa para reforzar la situaci¨®n y, todos juntos, evitar que la estancia playera del vicepresidente trascienda. a los medios de comunicaci¨®n.
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