C¨¢rcel de Carabanchel: billete de ida y vuelta
Los primeros presos excarcelados por las recientes reformas legales han comenzado a volver a la prisi¨®n madrile?a
A las nueve de la noche del pasado d¨ªa 16 de julio, el rastrillo de la prisi¨®n de Carabanchel se, abri¨® para que Luis C¨®rdoba pudiera salir a la calle. En aquel momento, C¨®rdoba no ten¨ªa dinero ni para un paquete de tabaco y sus ¨²nicas pertenencias consist¨ªan en un reloj, una sortija y el tejano y la camisa que llevaba encima, pero aun as¨ª se sent¨ªa exultante. "Sal¨ª riendo, como si alucinara. No sab¨ªa ni para d¨®nde tiraba". Esa calurosa noche en que recupero su libertad, Luis C¨®rdoba, madrile?o de 22 a?os, ingresado en Carabanchel en repetidas ocasiones por presuntos delitos contra la propiedad y tenencia ?l¨ªcita de armas, visit¨® en primer lugar a su madre, viuda de un aguador y vecina del Pozo del T¨ªo Raimundo.Dieciocho d¨ªas despu¨¦s, a las 11 de la ma?ana del 3 de agosto, C¨®rdoba volvi¨® a escuchar el chirrido met¨¢lico del rastrillo y a recorrer, esta vez en sentido inverso, el pasillo de entrada a Carabanchel. Volv¨ªa igualmente pobre, pero esta vez iba esposado y una nueva acusaci¨®n, la de atraco, pesaba en su expediente. Al entrar en lo que de hecho ha sido su principal domicilio en los ¨²ltimos a?os, sinti¨® que el mundo se le echaba encima. "Han sido cortas las vacaciones", le soltaron los compa?eros de la quinta galer¨ªa.
Las vacaciones que la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal, al acortar la durarci¨®n del tiempo de prisi¨®n preventiva, concedi¨® a Luis C¨®rdoba en este verano de 1983 fueron tan cortas como intensas. Desde la misma noche en que sali¨® con las manos vac¨ªas de Carabanchel, el joven sab¨ªa que le iba resultar muy dif¨ªcil, casi imposible, encontrar trabajo. Tambi¨¦n sab¨ªa que quer¨ªa pas¨¢rselo bien, que necesitaba con urgencia gozar hasta el l¨ªmite de sus fuerzas y que el ¨²nico modo inmediato de conseguir dinero "para mis copitas, mis canutos, la ropa, la discoteca, algunas mujeres..." era quit¨¢rselo a alguien. Sola, con 65 a?os de edad y 13.000 pesetas mensuales de pensi¨®n, su madre, "lo que m¨¢s quiero en el mundo", no pod¨ªa prestarle ni un duro.
"Para la gente soy un cabr¨®n"
Con la presente, Luis C¨®rdoba ha pasado, en los ¨²ltimos cuatro a?os, cinco temporadas en la prisi¨®n de Carabanchel, y eso ha terminado por convertirle en lo que antes se denominaba carne de presidio, y en ese centro madrile?o se conoce ahora como un que un hombre habituado a sobrevivir en la lenta muerte de la inactividad y la reclusi¨®n; un hombre cuya imaginaci¨®n y memoria se han convertido en su principales enemigos.
C¨®rdoba no teme por su vida dentro de la c¨¢rcel, aunque para ello tenga que ir siempre vigilante y amenazador. Ha visto muchas veces los pinchos, esos cuchillos artesanales que los reclusos fabrican con cualquier objeto met¨¢lico, y su cercan¨ªa no le provoca demasiado respeto. En realidad, dentro de Carabanchel ha visto de todo, porque "aqu¨ª hasta el m¨¢s tonto te hace un reloj de madera, y funciona". Los funcionarios tampoco le infunden miedo, porque "si me tocan un pelo saben que van listos".
La actitud de Luis C¨®rdoba ante la vida se resume en las tres o cuatro frases que repite con insistencia a lo largo de la conversaci¨®n. "Para la gente de la calle s¨¦ que soy un cabr¨®n, pero yo tambi¨¦n soy persona". Y una persona que "roba para vivir porque no he nacido para sufrir". La experiencia, dice, le ha ense?ado que "tanto tienes, tanto vales" y, por eso, conseguir mucho dinero con el m¨ªnimo esfuerzo volver¨¢ a ser su primer objetivo en cuanto recupere la libertad entre otras razones para "poder pagar abogados que me saquen del l¨ªo de los juicios pendientes porque los de oficio te buscan la ruina". Procurar¨¢ entonces que sus actividades no da?en f¨ªsicamente a nadie, pero si tiene que enfrentarse con la polic¨ªa, es posible que lo haga.
A Luis C¨®rdoba no le faltan ni una biograf¨ªa similar a la de la gran mayorra de sus compa?eros de encierro, ni tatuajes. En cuanto a la primera, C¨®rdoba es uno de los ocho hermanos de una fa,milia pobre que perdi¨® prematuramente al padre; apenas curs¨® estudios primarios, trabaj¨® como repartidor y a los 18 a?os cohoci¨® por primera vez Carabanchel a causa de su rela.ci¨®n con una muchacha qu er muri¨® por sobredosis de heroina. ?l mismo ha sido consumidor habitual de caballo, aunque ahora, asegura, ha conseguido el¨ªminar la adicci¨®n.
Tres son los tatuajes de C¨®rdoba, si no se consideran como tales las numerosas cicatrices de cuchillas en su brazo iiquierdo: testimonios de muchos momentos de desesperaci¨®n. El m¨¢s vistoso, una reproducci¨®n de la neoyorquina estatua de la Libertad, le cubre casi todo el interior del antebrazo derecho. En la mu?eca luce otro s¨ªmbolo vitalista: un medio sol radiante. El perfil de una muchacha luce, por su parte, en uno de sus pechos, justo encima de la tetilla. Se trata, explica, s¨®lo de una joven an¨®nima, porque ¨¦l no tiene esposa,ni novia, ni compa?era. "Mujeres en la cama, todas; pero en casa, s¨®lo mi ¨ªriadre".
Libertad siempre provisional
En la casa de su madre, en el Pozo del T¨ªo Raimundo, pas¨® Luis C¨®rdoba sus vacaciones de verano. Fueron algo m¨¢s de dos semanas de felicidad, de v¨¦rtigo casi absoluto en compa?¨ªa de sus amigos, hasta que, una ma?ana ardiente de agosto, los ocupantes d¨¦ un coche patrulla de la polic¨ªa lo reconocieron en una calle de Vallecas. Estaban busc¨¢ndole por su presunta participaci¨®n en un atraco y no le dieron la menor oportunidad de escapar. El cerco fue implacable y la captura, r¨¢pida, y tras el paso habitual por la comisar¨ªa y los calabozos de los juzgados de la plaza de Castilla, C¨®rdoba volvi¨® a Carabanchel.
All¨ª est¨¢ otra vez, vestido con ba?ador y chaquetilla de ch¨¢ndal, matando el tiempo por los patios, esperando su pr¨®xima salida. El d¨ªa que vuelva a trasponer el rastrillo de Carabanchel, camino de la luz y la libertad, lo har¨¢, una vez m¨¢s, sin haber aprendido un oficio, sin cobrar ning¨²n tipo de prestaci¨®n temporal por desempleo, sin tener la m¨¢s m¨ªnima oportunidad de que alguien lo contrate una vez que conozca su expediente. Si tiene algo de dinero, subir¨¢ entonces a un taxi, le pedir¨¢ al conductor q ue circule despacio para no marearse, visitar¨¢ a su madre y luego buscar¨¢ a los colegas que, como ¨¦l, est¨¦n en una libertad que, en su caso, es siempre provisional.
500 excarcelados
A mediados de julio comenzaron en Carabanchel las excarcelaciones de presos beneficiados por las reformas legales promovidas, con car¨¢cter urgente, por el ministro de Justicia, Fernando Ledesma, y aprobadas por el Parlamento. Jos¨¦ Manuel Carrasco, director en funciones del centro, calcula que, en las ¨²ltimas semanas, unos 500 presos preventivos han salido de esa c¨¢rcel por tal motivo. Las liberaciones y el traslado de decenas de internos conflictivos a establecimientos m¨¢s seguros han hecho descender el n¨²mero de internos en Carabanchel desde los 2.100 de hace tres meses a los 1.045 del pasado viernes, con lo que asimismo ha disminuido de forma notable la tensi¨®n que, a comienzos de junio, amenazaba con convertir este verano en sangriento dentro de la prisi¨®n madrile?a. Carrasco estima que el retorno de presos reci¨¦n liberados a la prisi¨®n se debe a "la falta de trabajo en la calle, los h¨¢bitos de vida f¨¢cil de los delincuentes y el consumo de drogas duras por parte de muchos de ellos". Al mismo tiempo, el director de Carabanchel informa que los presos preventivos puestos en libertad no gozan de ning¨²n tipo de ayuda econ¨®mica o asistenclial por parte de la Administraci¨®n una vez fuera de los muros carcelarios.
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