Trigo: "No s¨®lo de pan..."
Los cultivos de cereal ocupan en Espa?a unos quince millones de hect¨¢reas. De ellos, m¨¢s de cuatro millones corresponden al trigo, dos millones a la cebada y con cantidades menores de medio mill¨®n est¨¢n el ma¨ªz, centeno, avena, arroz, etc¨¦tera. Ambas Castillas, Le¨®n, Extremadura, Arag¨®n y Catalu?a son sus principales productores. La Serena, Tierra de Barros, La Campi?a, La Tierra del Pan, Bardenas y Monegros y algunos m¨¢s son nombres de siempre asociados al trigal. Pero de entre todas ellas destaca la Tierra de Campos castellanoleonesa, denominada "el granero de Espa?a".
Cuando llegamos al final de esta peque?a serie pr¨¢cticamente lo hemos dicho todo sobre las consecuencias que acarrea la existencia de amplias zonas dedicadas exclusivamente a un cultivo o, al menos, donde ese solo cultivo es absolutamente predominante. Desde la desaparici¨®n de la recolecci¨®n del trigo por aquellas ingentes cuadrillas de gallegos que, hoz en ristre, bajaban a las Castillas a segar, la creciente mecanizaci¨®n de todas las labores que el trigo,(el cereal en general) precisan son hoy realizadas por enormes m¨¢quinas que cumplen el cielo completo y necesario: desde la siembra y recolecci¨®n a su almacenamiento en gigantescos silos, pasando por el empaquetado de la paja.
Paro encubierto
En este caso, la mecanizaci¨®n de las tareas no s¨®lo hizo que en estas tierras de inmigraciones temporales desaparecieran ¨¦stas, sino que los naturales se vieron abocados a la emigraci¨®n a las ciudades o al extranjero. Unos arrendaban sus tierras. Otros lo vend¨ªan todo y pon¨ªan un bar en la ciudad. No hab¨ªa otra salida. Con una industria inexistente y una enorme carencia de servicios, la tierra dedicada a un solo cultivo generaba un paro encubierto insostenible.
Aun en tiempos pasados y en pleno boom de nuestra econom¨ªa, las autoridades se dieron cuenta de que era imposible sostener la econom¨ªa y sociedad de las extensas comarcas trigueras sin acometer algunas acciones primarias: su puesta en regad¨ªo en amplias zonas, la diversificaci¨®n de cultivos, la industrializaci¨®n agraria y la introducci¨®n de la ganader¨ªa. Y as¨ª se eligi¨® a la comarca triguera m¨¢s extensa y representativa de Espa?a, la Tierra de Campos castellano-leonesa, para acometer en ella un plan socio-econ¨®mico integral. As¨ª fue aprobado en 1965. Se preve¨ªa regar 131.150 hect¨¢reas, un 28,7% de la superficie cultivada en Tierra de Campos. Pero en 1972 no se regaban m¨¢s que 19.490. M¨¢s tarde se ampli¨® el plan, contempl¨¢ndose irrigar 203.393 hect¨¢reas. Cuando termin¨® la vigencia del plan, en 1975, el 70,9% de las previsiones no se hab¨ªan cumplido el fracaso del plan ha sido enorme, aunque ello haya ido acompa?ado de acciones privadas en Tierra de Campos o en sus cercan¨ªas, que han supuesto la puesta en regad¨ªo de unas 27.000 hect¨¢reas. Pero el fracaso del plan y el enorme coste de las obras -que superaron en varias veces lo presupuestado- no han arrojado mayores beneficios sobre la comarca de forma notoria, porque todav¨ªa est¨¢ sin ejecutar la inundaci¨®n de la comarca de Ria?o, cuyo embalse corr¨ªa con la mayor parte de la transformaci¨®n.
Por otra parte, la sola puesta en marcha de nuevas zonas irrigadas es s¨®lo una de las acciones que deben emprenderse. Bien que ese regad¨ªo conlleve la introducci¨®n de nuevas plantaciones de cultivos distintos del cereal, pero pr¨¢cticamente nada se ha hecho en torno a la industrializaci¨®n agraria, introducci¨®n de ganader¨ªa, etc¨¦tera. Por otra parte, las nuevas zonas irrigadas son peque?as motas verdes en la inmensa sabana amarilla y desarbolada de Tierra de Campos y no ha servido para ofertar los puestos de trabajo precisos para mantener a sus gentes.
Tierra de Campos, como todas las comarcas cerealistas en r¨¦gimen casi absolutamente de monocultivo, y aunque aqu¨ª la propiedad de la tierra est¨¦ mejor repartida, presenta un envejecimiento imparable de su poblaci¨®n. S¨®lo la actual crisis econ¨®mica ha hecho que la sangr¨ªa emigratoria se haya atenuado en mucho, pero ello a costa de experimentar un sensible aumento en el paro encubierto. Si el Estado no acaba con el plan tendr¨¢n que ser los propios agricultores quienes busquen la diversificaci¨®n de sus cultivos, ¨²nica forma de posibilitar la diversificaci¨®n de riesgos y generar la necesidad de nuevos puestos de trabajo. En ello est¨¢n, pero a ritmo lento, que no alcanza a cubrir las necesidades reales de los habitantes de la comarca castellano-leonesa.
No s¨®lo de pan vive el hombre.
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