La monta?a
A los altos niveles monta?eros lleva consigo una m¨¢gica transformaci¨®n del mundo circundante. El aire se adelgaza; el sol est¨¢ m¨¢s cerca; la perspectiva de distancia y de fondo se altera; la vegetaci¨®n se delimita como s¨ª llevara una contabilidad estricta de los coeficientes oxigenados. La propia dimensi¨®n del paisaje se estira y abarca sierras, crester¨ªas, picos y macizos, que se extienden hacia un fondo inalcanzable. El arribar por el valle de la Pique, desde Luchon al Hospicio de Francia, representa un tr¨¢nsito por gargantas, torrentes de agua, caminos pedregosos y un bosque cerrado de vegetaci¨®n espesa en el que se dan cita casta?os, abedules, abetos, enebros, pinos, avellanos y hayas. El Hospicio es ahora caba?a de pastores, pero fue en su origen albergue de romeros a Compostela. En la vertiente sur del portillo esperaba otro refugio de peregrinos, el hospital de Benasque, al pie del Aneto y de los picachos malditos. Asombra contemplar hoy, en este pl¨¢cido d¨ªa de verano, el itinerario del fervor jacobeo de Europa, que fue tambi¨¦n lugar de paso de pastores, arrieros, muleteros y contrabandistas.El ganado vacuno, lanar y caballar se congrega en los cerros y altozanos de la monta?a en que pasta, con objeto de disfrutar de la corriente de aire que alivia el t¨®rrido calor. Los objetos y las personas pierden su medida cuando nos damos cuenta de las verdaderas proporciones del valle que se abre ante nosotros. Los alpinistas que se acercan al portillo de Benasque son ¨ªnfimos puntitos entre los manchones de nieve y las rocas que bordean la rumorosa cascada. Los Posets, a la derecha, se yerguen en soberbio desaf¨ªo. Un pastor menudo, de enjuto cuerpo y ojos azules, se nos acerca a conversar. Habla un franc¨¦s con acento patu¨¦s inconfundible. Nos narra sus andanzas y sus tr¨¢fagos. Dice que hay menos de un centenar de osos bien protegidos, que en ocasiones atacan al reba?o y matan corderos. ?l ha visto bastantes; la mayor¨ªa son de piel color ocre oscuro, algunos negros, y uno, enteramente blanco como los polares, que vivi¨® muchos a?os en el macizo. Los sanios abundan en manadas importantes y son dif¨ªciles de localizar por su habilidad mim¨¦tica en relaci¨®n con las vertientes rocosas en que deambulan. No hay lobos. S¨ª, en cambio, zorros, marmotas y gran n¨²mero de mam¨ªferos menores, as¨ª como, en el aire, el ¨¢guila, el gipaeto barbudo, el buitre, el urogallo y la perdiz blanca.
El agua, protagonista
El agua es el otro gran protagonista de la monta?a pirenaica. El rumor de los caudales fluviales; los torrentes -el Gave- que atraviesan las ciudades del llano; las cascadas espectaculares y m¨²ltiples de los circos de roca son el denominador com¨²n de la vertiente francesa. Hay una sensaci¨®n de plenitud acuosa que empapa literalmente la atm¨®sfera. Es la Europa h¨²meda y verde la que asoma de ese lado. Llueve mucho en el Pirineo franc¨¦s, y los glaciares, junto a la nieve acumulada, alimentan el gran n¨²mero de peque?os lagos que esmaltan la cordillera. Fuimos a ver algunos de estos maravillosos dep¨®sitos naturales del agua de nieve que espejea en admirable quietud las sierras y laderas contiguas. Es un l¨ªquido de temperatura baj¨ªsima, que apenas se mueve, salvo cuando es estremecido por la brisa. Ten¨ªa colores cambiantes de zafiro en el Ored¨®n, o de esmeralda en el Lys, seg¨²n las horas y los ambientes clim¨¢ticos. A 2.000 metros de altura la vegetaci¨®n de la pradera exhibe, sin embargo, un muestrario exuberante de color y esplendor. Le acompa?an el iris, la an¨¦mona, la genciana, el edelweis alpino, el guisante amarillo y el cardo.
El gran paso adelante en la protecci¨®n del Pirineo franc¨¦s se dio a fines de los a?os sesenta, al crearse el Parque Nacional del Pirineo. Esta inmensa reserva totaliza m¨¢s de 50.000 hect¨¢reas y corre a lo largo de la frontera unos 100 kil¨®metros, con profundidades que oscilan entre 3 y 15 kil¨®metros. En un importante trozo es este parque franc¨¦s la espalda de nuestro parque de Ordesa. El resultado de esta protecci¨®n ha dado en 15 a?os resultados notables, que se observan a simple vista. La vegetaci¨®n y el arbolado, intactos y defendidos, han devuelto su vigor y espontaneidad a las masas arb¨®reas. Me dicen que la fauna de todo orden ha crecido en t¨¦rminos impresionantes. Pero, adem¨¢s, se ha creado una conciencia y una sensibilidad cada vez m¨¢s extendida entre visitantes y turistas, de respeto a ese gran tesoro de Europa que son estas monta?as que surgieron de la tierra hace millones de a?os y que los glaciares, con su dinamismo destructor, han fracturado, dormido y aniquilado en parte, causando esa permanente sensaci¨®n de caos geol¨®gico, de se¨ªsmo apocal¨ªptico que la desordenada sucesi¨®n de valles y picachos pirenaicos produce en el espectador que los contempla desde lo alto o desde el valle.
Recorrimos los collados del Tourmalet y del Aubisque horas antes de que la serpiente multicolor ciclista inundara sus vericuetos con cientos de miles de aficionados llegados de todas partes. La Bigorra es uno de los m¨¢s bellos entornos del Midi franc¨¦s, rico, de enormes valles, en los que brota uno de los mejores pastos del pa¨ªs. "El olor del heno de Bigorra, m¨¢s cautivador que todos los perfumes, lo reconocer¨ªa en cualquier rinc¨®n del mundo a cierra ojos", escrib¨ªa Paul Guth en una de sus exaltaciones a la tierra natal. De Bigorre vinieron en los primeros escarceos militares de nuestra Reconquista pirenaica, m¨¢s de uno de nuestros linajes din¨¢sticos, que entrelazaron sus esfuerzos en la dificil lucha contra el moro invasor. Hay que decir que esa antiqu¨ªsima vinculaci¨®n no ha llegado a nuestros d¨ªas en formas de intercambio eficaz a escala de pasos de frontera. Entre el t¨²nel de Viella y el Portalet no hay otro paso que el t¨²nel de Bielsa, del que me dicen hay en ocasiones irregularidades que entorpecen la masiva afluencia en uno y otro sentido. Tampoco en el Canfranc existe demasiado inter¨¦s en superar los trasbordos del tr¨¢fico. El port de Boucharo, sobre Gavarnie, tiene carretera asfaltada hasta el l¨ªmite franc¨¦s y una senda de monta?a para pasar a San Nicol¨¢s de Bujaruelo, en el valle del Ara. Parecer¨ªa, a veces, que existe un recelo mutuo entre las administraciones franco-espa?olas, que impide acometer en grande, teniendo en cuenta las limitaciones topogr¨¢ficas y clim¨¢ticas, la aceleraci¨®n y el aumento intensivo del intercambio tur¨ªstico fronterizo. ?No ser¨ªa ¨¦se el mejor s¨ªmbolo de que las puertas hacia Europa y hacia Espa?a quedaban definitivamente abiertas? La pol¨ªtica no se hace solamente en los gabinetes ministeriales, sino tambi¨¦n en los contactos humanos de las fronteras. Las fronteras son la fisonom¨ªa exterior de un pueblo. Su imagen, a primera vista.
Mucho se espera y con raz¨®n de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos -cuya sede central estar¨¢ en Jaca- creada el pasado mes de abril durante la Conferencia de regiones pirenaicas y cuyo prop¨®sito fundamental es precisamente el de de recorrer en primer lugar el Pirineo franc¨¦s y seguir despu¨¦s por la vertiente espa?ola, donde se hallan las m¨¢s altas cimas. Empezaba en Biarritz y terminaba en Perpignan. Su libro es un cl¨¢sico de las escaladas pirenaicas del ochocientos. Era un ser solitario, extravagante y so?ador; creyente m¨ªstico, que buscaba la evasi¨®n de la ciudad y de la civilizaci¨®n en el silencio de las alturas. Acaso lo m¨¢s picante de su libro sean las reflexiones de su pr¨®logo, en las que coteja el r¨ªgido cartesianismo franc¨¦s, amante de la norma y del orden, con el vago espiritualismo brit¨¢nico. "El franc¨¦s detesta el ensue?o. Tiene horror al desorden y a lo difuminado. Le gusta alinear los ¨¢lamos en los paseos urbanos en orden de batalla.
En el Reino Unido, los paisajes son h¨²medos, velados, de contornos imprecisos, con nieblas, de las que surgen siluetas de castillos o de lugares. La luz se derrama desde arriba, pero m¨¢s que verse, se siente. Los r¨ªos tienen cursos ondulantes, como los caminos. No hay nada rectil¨ªneo. Hasta el viento es redondo. Por eso somos los brit¨¢nicos, a la vez, libres, orgullosos, exc¨¦ntricos y nebulosos. Y, al mismo tiempo, melanc¨®licos y tiernos, como nuestro horizonte". Esta curiosa descripci¨®n, que evoca la pintura de Turner, es quiz¨¢ la p¨¢gina m¨¢s relevante del exc¨¦ntrico alpinista, cuyo nombre lleva hoy uno de los picos del macizo de la Maladeta, no lejos del Aneto.
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