Los 'liebres', imprescindibles y bien pagadas
Los r¨¦cords que van desde los 800 metros hasta los 10.000 s¨®lo se pueden batir cuando alguien lanza la carrera
Un r¨¦cord del mundo significa la superaci¨®n de los l¨ªmites humanos. Para romper esta barrera f¨ªsica el atleta precisa tener todo a favor y nada, en contra. El m¨¢s m¨ªnimo derroche de energ¨ªa en las pruebas donde hay que ir dosific¨¢ndola supondr¨ªa un fracaso. Para evitarlo nacieron las liebres.
El ataque a un r¨¦cord mundial, por ejemplo de 1.500 metros, se prepara de la siguiente manera. El r¨¦cord est¨¢ en 3.31.36. El aspirante tiene que ser un atleta de ritmo Lo ideal es que sea, capaz de hacer 1.10 en cada 500 metros. Totalizar¨ªa 3.30.00, marca que actualmente parece estar al alcance de varios atletas, entre ellos los espa?ol es Abascal y Gonz¨¢lez.
El ritmo de carrera no suele ser exacto. En la pr¨¢ctica puede valer tambi¨¦n hacer 1.11 en los primeros 500 metros, 1.10 en los segundos y 1.09 en los terceros. La referencia m¨¢s v¨¢lida que se suele tomar son los 800 metros -poco m¨¢s de mitad de carrera- Hay que pasarlos en 1.52.
La carrera tiene que ser planificada ¨²nicamente para tal fin. El candidato tiene que llevar un ritmo regular, sin tener que preocuparse en implantarlo desde el principio porque ello le supondr¨ªa unas aceleraciones y frenadas que conllevan gasto de energ¨ªa. Tampoco puede ir en cabeza porque tendr¨ªa que superar la resistencia del aire. Y debe correr pegado a la cuerda -zona interior de la pista- para no hacer ni un solo metro de m¨¢s. La liebre se hace entonces imprescindible para lograr el r¨¦cord.
La liebre tiene que ser un atleta capaz de pasar con desahogo los 800 metros en el tiempo indicado. Para ello nada mejor que los especialistas en esta distancia. Los atletas de cierta veteran¨ªa que corren los 800 en menos de 1.47 pueden garantizar un ritmo f¨¢cil y constante porque no les supone ning¨²n esfuerzo hacer el paso cinco segundos por encima de lo que est¨¢n acostumbrados.
El candidato al r¨¦cord ya tiene entonces la mitad del trabajo hecho. La liebre le ha lanzado la carrera y marcado el ritmo a seguir. De otra manera no ser¨ªa posible alcanzar el r¨¦cord. En una competici¨®n en la que todos buscan el triunfo hay que correr a veces por las calles de fuera, soportar codazos, obstrucciones y cambios de ritmo que se traducen en un desgaste de energ¨ªas que no son posibles derrochar cuando se trata de correr la, distancia tan r¨¢pido como jam¨¢s lo hizo el hombre.
De ah¨ª que en las competiciones oficiales los r¨¦cords en carreras de medio fondo y fondo no abunden. El r¨¦cord s¨®lo se consigue en una carrera que haya sido minuciosamente planificada y en la que todos los participantes cumplan per fectamente su cemetido. Antigua mente la liebre se buscaba entre los atletas amigos. "Un d¨ªa por m¨ª, otro por t¨ª" era la m¨¢xima emplea da. Tampoco eran tiempos en los que el atletismo se hubiese comer cializado. Ahora, cuando el r¨¦cord se paga a medio mill¨®n de pesetas, la liebre quiere su parte. Y llega a adquirir una elevada cotizaci¨®n seg¨²n sea la calidad del atleta. A nivel nacional s¨ª existe el compro miso desinteresado. Abascal sabe que siempre encontrar¨¢ en Traba do una liebre gratuita en un ejemplo de ayuda entre compa?eros a mejorar sus marcas.
Una labor Ingrato
Pero lo general nadie quiere ser liebre. Aunque hay algunos, como el keniata Mike Boit, que, restada su velocidad con el paso de los a?os, se prodiga en demas¨ªa en su cometido de asegurar el ritmo a los dem¨¢s, generalmente cuando se retira la liebre oficial al paso por los 800 metros.
A ning¨²n atleta le agrada correr para retirarse, pues aunque corran a un ritmo c¨®modo les suele venir larga la distancia sobre la que se intenta el r¨¦cord. Las organizaciones de reuniones internacionales quieren r¨¦cords mundiales para atraer p¨²blico y convencen a los atletas para que sean liebres ofreci¨¦ndoles m¨¢s dinero del que cobrar¨ªan por participar en la prueba en que son especialistas.
Antonio P¨¢ez fue liebre en una gira n¨®rdica hace a?os por 80.000 pesetas y el pasado mi¨¦rcoles lo fue Jorge Garc¨ªa en Zurich por 150.000. En contadas ocasiones el candidato al r¨¦cord impone su propia liebre. S¨®lo pueden hacerlo las grandes figuras y esta libertad que se toman ¨²nicamente la ejercitan cuando las liebres que les ofrecen no les infunden garant¨ªas.
En las reuniones de pista cubierta de Estados Unidos la t¨¦cnica ha sumado un elemento m¨¢s en la lucha por superar los l¨ªmites humanos. All¨ª, adem¨¢s, lo que se busca primordialmente es el espect¨¢culo. Y para ello nada como para apagar las luces del recinto momentos antes, de celebrarse la prueba estelar. La carrera va a comenzar. Dentro de unos instantes los espectadores podr¨¢n ver a los protagonistas del reto.
Un foco ilumina a los corredores. Un haz luminoso de color verde se sit¨²a ante ellos. Se da la salida. La luz verde comienza a recorrer la pista a un ritmo regular. La liebre se adelanta a ella. Su sentido del ritmo le permite llevar la luz a un metro de distancia. Detr¨¢s, el aspirante al r¨¦cord. Cuando la liebre se retira, la luz verde queda como referencia.
Si alguien llega a la meta antes que ella, ya hay nueva plusmarca mundial. De esta manera se consigue, adem¨¢s, que los espectadores tengan una imagen gr¨¢fica de donde est¨¢ el r¨¦cord.
Esta liebre luminosa tiene1a ventaja de que no est¨¢ sancionada en los reglamentos de la Federaci¨®n Internacional de Atletismo. No se la puede descalificar. Aunque, en la pr¨¢ctica, tampoco se invalidan las carreras donde hay liebres humanas. Ser¨ªa hundir el atletismo-espect¨¢culo, que es precisamente el que ha logrado la proliferaci¨®n de grandes estrellas, gracias al dinero que se mueve.
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