La serra de Tramuntana
Una larga e inmensa espina sobre la costa occidental de Mallorca
Desde el sur y el occidente, la sierra comienza en Estellencs, un pueblo en cuesta de calles en laberinto a media ladera y rincones que intentan rescatar una imposible horizontalidad. Se eleva a los 1.445 metros en Puig Major y desciende bruscamente formando una muralla vertical e inaccesible. Un sendero que sigue las aguas de un arroyo lleva hasta una preciosa cala que no suele estar muy frecuentada. La naturaleza, todo monta?as y pinos sobre el fondo azul del mar, se encuentra asombrosamente aprovechada en las marjades, las terrazas en escalera con olivos y estrechos, inveros¨ªmiles huertos. La carretera que sigue la costa y va salvando como puede las alturas de la Tramuntana pasa por la Talaia de ses Animes, uno de los m¨¢s espl¨¦ndidos miradores sobre el Mediterr¨¢neo, una torre levantada en el siglo XVII, semejante a otras muchas que vigilaban el litoral de los ataques piratas.La cartuja de Valldemosa
Infinitas curvas y una desviaci¨®n para llegar a Valldemossa y su hist¨®rica cartuja. Situado en el valle que da nombre a ambos, el pueblo, rodeado de olivos y vigilado por el macizo de Teix, merecer¨ªa por s¨ª solo la visita. Pero la fama se la ha llevado, tambi¨¦n con justicia, la cartuja. Lugar privilegiado, fueron los ¨¢rabes los primeros en descubrirlo: all¨ª levant¨® el rey San? de Mallorca su residencia. Tras la reconquista fue cedida a los cartujos de Scala Dei, quienes reformaron y agrandaron la primitiva edificaci¨®n, ocup¨¢ndola hasta 1835. A partir de estas fechas pasa a manos de familias particulares y las antiguas celdas a servir de refugio a viajeros famosos. Chopin y George Sand han sido sus moradores m¨¢s conocidos e ilustres, pero otros muchos -Rub¨¦n Dar¨ªo, Unamuno, Azor¨ªn- vinieron a Valldemossa en busca de paz y belleza. Hoy la cartuja se puede visitar, as¨ª como la iglesia neocl¨¢sica y el bell¨ªsimo claustro de Ses Murteres; tambi¨¦n la antigua farmacia de los monjes y la c¨¦lebre celda de Chopin.
Miramar, a s¨®lo cuatro kilometros de Valldemossa, es para m¨ª uno de los lugares m¨¢s hermosos de la isla. La misma opini¨®n tuvo sin duda Ram¨®n Llull cuando escogi¨® el lugar para fundar, bajo los auspicios del rey Jaume II, una escuela de lenguas orientales. Curiosamente, en este olvidado rinc¨®n del mundo funcionaba en la segunda mitad del siglo XV una imprenta, la primera de Mallorca. Muchos a?os m¨¢s tarde, en la d¨¦cada de los setenta del siglo pasado, llegar¨ªa a esta costa un personaje que marcar¨ªa para siempre Miramar, el archiduque de Austria Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borb¨®n, s'Arxiduc. Enamorado de esta tierra, compr¨® aquella finca de tan culta historia y fue poco a poco agrandando sus posesiones. All¨ª, en la casa de Son Marroig, vivi¨® el archiduque su historia de amor con Catalina Homar, una mujer de Valldemossa que cuid¨® de su vida y su hacienda y muri¨® solitaria de una enfermedad oculta. Hoy el recuerdo de ese personaje que am¨® el mar sobre todas las cosas sigue vivo en todos los rincones de la casa, en los jardines, y, sobre todo, en ese aislado cenador de m¨¢rmol que se acerca a las aguas.Dei¨¤, en lo alto de una colina que desde el valle parece una alta cumbre, es una poblaci¨®n preciosa con un cementerio en su parte m¨¢s extrema, dominando tierra y mar, realmente bell¨ªsimo. Desde que el novelista Robert Graves eligiera, all¨¢ en los a?os veinte, una de las casas de campesinos como residencia, Dei¨¤ se ha convertido en refugio de pintores y escritores que han hecho suya la causa de la perfecta conservaci¨®n del pueblo. Es curioso el peque?o Museu d'es Clot, una colecci¨®n de piezas arqueol¨®gicas, pero sobre todo el pueblo mismo y esa peque?a cala a la que hay que descender en picado, as¨ª como las espl¨¦ndidas mansiones, casas y jardines (no hay mansiones como las de Mallorca) que se levantan en las laderas cercanas.
El tranv¨ªa de S¨®llerM¨¢s kil¨®metros, y Lluccalcari, con tres antiguas alquer¨ªas notables en una situaci¨®n espl¨¦ndida, para llegar poco m¨¢s adelante a S¨®ller, esa poblaci¨®n representada casi invariablemente por el famoso tranv¨ªa que acerca el interior a la costa. Se trata de una fundaci¨®n medieval situada en un valle abierto y profundo, rodeado de huertos y monta?as. Varios edificios notables (el, convento de San Francisco, la iglesia parroquial, la casa de la villa) atestiguan su pasado noble y pr¨®spero. El Port de S¨®ller, a cinco kil¨®metros, cuenta tambi¨¦n. con una historia apretada. Siendo como es el mejor refugio de toda la costa noroccidental, sufri¨® duramente los ataques piratas, llegando a tener el privilegio de ser el mercado de los corsarios que vend¨ªan en el mismo puerto su bot¨ªn. Leyendas de ballenas domesticadas y santos navegantes sobre su propia capa se siguen contando como ciertas en el Port.
Imposible recorrer esta costa sin hacer una parada en Sa Calobra, una de las calas m¨¢s hermosas de la isla, por desgracia tambi¨¦n una de las m¨¢s invadidas por el turismo. De todas las maneras vale la pena arriesgarse por esa terrible carretera que salva casi 1.000 metros de desnivel en s¨®lo 14 kil¨®metros, en medio de abismos terribles y vac¨ªos sin l¨ªmite. Desde la cala se puede llegar a pie hasta la desembocadura del Torrent de Pareis, cuyo cauce se puede remontar en la estaci¨®n seca, siguiendo las indicaciones de un buen gu¨ªa.
El santuario de LlucDe nuevo en las alturas -todo en la serra de Tramuntana es un continuo subir y bajar-, habr¨¢ que acercarse al santuario de Lluc, el m¨¢s importante centro de peregrinaci¨®n de la isla. En medio de un paisaje monta?oso impresionante se extiende la explanada que antecede a la iglesia, una construcci¨®n de los siglos XVII y XVIII con reformas de principios de siglo. En ella se venera a la Moreneta, una imagen de la virgen g¨®tica, encontrada por un pastor en este mismo lugar, seg¨²n cuenta la tradici¨®n. Cerrando la amplia plaza de los Peregrinos se mantienen las antiguas edificaciones porticadas que serv¨ªan, en su planta baja, de cuadras donde alojar las monturas de los devotos.
Pollen?a, ya en el llano, pone fin a la Tramuntana. Es una poblaci¨®n amplia, con un casco urbano interesante y unos or¨ªgenes remotos. En sus alrededores se conserva el ¨²nico puente de ¨¦poca romana de toda la isla. Habr¨¢ que visitar sus iglesias y conventos (impresionante el claustro de Santo Domingo), pasear por sus calles y armarse. de valor para subir al Puig del Calvari por el hermos¨ªsimo camino escalonado que tiene tantos pelda?os como d¨ªas el a?o.
Una advertencia general: aqu¨ª s¨®lo hemos dado algunas indicaciones y recomendado las paradas m¨¢s notables para recorrer de punta a punta la Tramuntana. La sierra tiene muchos caminos que los viajeros curiosos podr¨¢n seguir, acudiendo a gu¨ªas especializadas. Una sobre las islas, la de Baleares, de editorial Tania. Una imprescindible para caminantes, 20 excursiones a pie por la isla de Mallorca, editada por el Consell Insular de Mallorca.
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