Tres b¨²squedas de la autenticidad de la m¨²sica del siglo XVIII
ENVIADO ESPECIALLas localidades para o¨ªr a la Orquesta Sinf¨®nica de la Radiotelevisi¨®n sovi¨¦tica, que interpreta a Rachmaninov y a Mahler en el Festival Internacional de Santander, se agotaron r¨¢pidamente. Mientras tanto, en poco m¨¢s de dos d¨ªas, hemos contrastado tres visiones de la m¨²sica dieciochesca, seg¨²n la orquesta cl¨¢sica de Franz Braggen, el grupo romano I Musici y el d¨²o de ¨®rgano positivo y clave formado por Esteban Elizondo y Bernard Branchli. Vivaldi, Soler y Mozart, con la extensi¨®n a un Donizzetti y un Rossini barroquizados, son las vetas singulares del gran tronco musical cuya autenticidad persigue cada solista, director o conjunto, a trav¨¦s de conceptos art¨ªsticos apoyados en investigaciones hist¨®ricas y estil¨ªsticas.
Franz Br¨¹ggen, el formidable solista de flauta dulce y travesera, estudioso de la m¨²sica barroca, es representativo del movimiento o escuela holandesa que presiden, junto a Br¨¹ggen, figuras tan importantes como Harnoncourt y Leonhardt. La b¨²squeda de la autenticidad t¨¦cnico-estil¨ªstica a la hora de interpretar pentagramas pret¨¦ritos resultar¨¢ siempre dedicaci¨®n de utilidad, incluso cuando se practique con cierta extremosidad que, en ocasiones, roza la beater¨ªa.
Br¨¹ggen consigui¨® resultados magn¨ªficos en el Templo de la gloria de Rameau, cuyo tercer centenario ha tenido entre nosotros tan p¨¢lidas conmemoraciones. Desde su exigente rigor, los m¨²sicos holandeses que dirige Br¨¹ggen supieron esquivar las acechanzas de lo museal.
Con una formaci¨®n orquestal que supera los 40 profesores, un dispositivo instrumental acorde con los or¨ªgenes de esta m¨²sica y una primorosa ejecuci¨®n, Br¨¹ggen y su denominada Orquesta del siglo XVIII hicieron musicolog¨ªa viva y, por lo mismo, incitantemente pol¨¦mica.
A buen seguro, m¨¢s de un especialista franc¨¦s desear¨ªa mayor flexibilidad y galanter¨ªa para Rameau, tan logrado por Br¨¹ggen en sus valores y contrastes como en esa riqueza de matices contradictorios, que para Eugenio D'Ors eran consustanciales con la expresi¨®n barroca.
Pienso que la pol¨¦mica se alzar¨¢ siempre m¨¢s viva en tomo al Mozart que Br¨¹ggen interpret¨® a trav¨¦s de la Sinfon¨ªa Concertante para viol¨ªn y viola, KV 364 (en la que fueron solistas ponderados Daniel Stepner y Lucy Van Dael) y con la gran sinfon¨ªa KV 543, de tanta carga dram¨¢tica como en la ¨®pera pueda encerrar el Don Juan.
I Musici o la vitalidad
Estamos pr¨¢cticamente ante la orquesta, la estructura, la dial¨¦ctica y hasta ciertas disonancias tan beethovenianas que causa cierta sorpresa la traducci¨®n "de invernadero" que practica el maestro de Amsterdam. Se recibe la impresi¨®n de que en cuanto Br¨¹ggen hace con Mozart hay bastante verdad pero, de ninguna manera, toda la verdad necesaria para que la m¨²sica cobre presencia vital aqu¨ª y ahora.En sentido contrario, el Mozart, el Vivaldi, el Corelli o el Albinoni de I Musici, esa excelente docena de solistas impulsados por la estupenda Pina Carmirelli, movieron al gran p¨²blico que llen¨® la Plaza Porticada desde su irresistible aliento vital, como si el Divertimento salzburgu¨¦s, Las Estaciones, y los conciertos de las escuelas romanas y venecianas hubieran nacido ayer mismo.
Utilizando unos instrumentos originales y valiosos (Stradivar¨ªtis, Amati, Cacl¨ªano, Guamieri, Guadagnini, construidos entre 1678 y 1778), la Carnirelli y su grupo han modificado las tradicionales versiones de I Music¨ª en una direcci¨®n de mayor flexibilidad y potencia pl¨¢stica.
El efecto de tal vitalidad, si la comparamos con el modo (te hacer de los holandeses, nos dar¨ªa un resultado tan sorpresivo como inaceptable: Vivaldi ser¨ªa un autor m¨¢s moderno que Mozart. Que hasta tales absurdos puede llegar a sugerir un trabajo de laboratorio interesante pero capaz de impedir el vuelo a la m¨²sica del mism¨ªsimo Mozart.
Evocaci¨®n del padre Soler
Llegamos al santuario de la Bien Aparecida, en los Altos de Ampuero tras rebasar Limpias, detenernos en el pintoresco Escalante o en la prodigiosa iglesita prerrom¨¢nica de Santa Marina de Ulledo con su original disposici¨®n en dos naves, un lejano testimonio de los Templarios.Despu¨¦s de estos d¨ªas de lluvias desbordadas, los verdes montes de Cantabria aparecen rezumantes y vivos de color, tal y como los pintaran Casimiro Sainz y Agust¨ªn Riancho, los describieran Escalante, Pereda, LLano y De la Serna y los cantara en su Suite monta?esa -"hilo a hilo, gota a gota"- el compositor Arturo D¨²o Vital.
A la entrada de la Bien Aparecida, frente a uno de los pa¨ªsajes m¨¢s bellos de Europa, buen n¨²mero de entusiastas esperan el comienzo del homenaje al padre Soler en el segundo centenario de su muerte. Un excelente clavecinista, profesor en Boston, Bemard Brauchli, y el organista espa?ol Esteban Elizondo interpretan los seis conciertos para dos instrumentos de tecla compuestos por fray Antonio Soler en el monasterio jer¨®nimo de San Lorenzo.
Estudiados y publicados hace unos a?os por Santiago Kastner, este music¨®logo no aclara q¨²e la combinaci¨®n de ¨®rgano y clave debi¨® ser la preferida por el compositor para sus seis conciertos escurialenses, lo que revela una aguda imaginaci¨®n sonora por parte del m¨²sico de Olot.
A trav¨¦s de la cortesan¨ªa de unos minu¨¦s trabajados a modo de variaciones o diferencias, de la gracia pros¨¢dica -un tanto scarlattiana- de los allegros y la mesurada gravedad de los andantes, casi a modo de vientos, el mundo de Soler se muestra diversificado y mucho menos epigonal de lo que con frecuencia se dice y escribe. En todos los casos estamos ante una belleza sencilla y austera, sobre cuyas l¨ªneas s¨®lo con moderaci¨®n pueden explotarse las soluciones ornamentales y en cuyo fondo palpitan no s¨¦ qu¨¦ acentos populares.
Brauchli y Elizondo lograron versiones seguidas y atractivas y Jos¨¦ Luis Ocejo se apunt¨® un ¨¦xito cualificado en su pol¨ªtica descentralizadora del Festival Internacional que dirige. En estos momentos se est¨¢n agotando las localidades para la presentaci¨®n de la Sinf¨®nica de la radio de Mosc¨² que con Alicia de Larrocha interpretar¨¢ el segundo concierto de Rachmaninov, antes de ofrecemos la quinta sinfon¨ªa de Mahler.
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