Castraci¨®n
Debe pensar que ha obrado con justicia, y dormir¨¢ como un bendito por las noches. El juez americano que ha condenado a un violador a ser castrado debe estar sumamente orgulloso de s¨ª mismo.Contra la violaci¨®n, castraci¨®n, sostiene un eslogan feminista. Y es un grito necesario. Durante a?os, la violaci¨®n ha sido contemplada socialmente como un delito menor. A fin de cuentas no era una agresi¨®n mortal: alg¨²n gustirrin¨ªn sacar¨¢ la v¨ªctima, dec¨ªan. Yo he crecido en una Espa?a despiadadamente cruel ante este tema. Los chistes sobre viejas que lamentan no haber sido violadas forman parte de la cultura y del ambiente. Los indios no sufren con los dolores f¨ªsicos porque son como animales, aseguraban en el siglo XV, al comienzo de la conquista americana. Las mujeres disfrutan en el fondo al ser violadas, piensan muchos para sus adentros hoy en d¨ªa. Recorrer tantos siglos para esto.
ROSA MONTERO
GARC?A CANDAU
Contra la violaci¨®n, castraci¨®n, s¨ª, es conveniente repetirlo. Para que la gente vaya comprendiendo que ambas cosas son equiparables, que se hermanan en el mismo horror y sufrimiento. El grito feminista es ¨²til: denuncia que son torturas semejantes. Pero es s¨®lo un eslogan, y su finalidad es revolver conciencias, no producir eunucos. Castrar, como violar, es un destrozo: un castigo feroz, inadmisible.
La violaci¨®n es una consecuencia de la sexualidad enferma que vivimos. Sadismo y masoquismo, posesi¨®n y sumisi¨®n, tristes fantasmas. Aqu¨ª estamos todos, hombres y mujeres socialmente normales, anudados en relaciones de violencia, habitados por reprimidas fantas¨ªas de violar o ser violadas. Probablemente, el justiciero juez ha imaginado alguna vez oscuros delirios violadores, morbosas lucubraciones desgarrahembras. Pero ¨¦l no se ha salido de la norma, s¨®lo sue?a.
Esta condena de castraci¨®n responde a nuestra misma miseria, a lo que somos. Las violaciones no desaparecer¨¢n hasta que no seamos capaces de interrelacionarnos de otro modo. Hasta que no inventemos un mundo com¨²n libre de tanto asesinato ¨ªntimo, de tanto canibalismo cotidiano. Mientras tanto, podemos seguir castrando violadores o amputando manos de rateros. No es m¨¢s que un ejercicio de barbarie, una cosa habitual en estos tiempos.
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