?D¨®nde est¨¢ el mill¨®n y medio de minusv¨¢lidos?
Cuando uno se pone a dictar un art¨ªculo sobre la problem¨¢tica del minusv¨¢lido, sobre sus vivencias, sus necesidades, sus apetencias, etc¨¦tera, lo hace pensando en su fuero interno -aunque alguno lo dude- que, aparte de lo que farda publicar en EL PAIS, cuando lo lean los ciudadanos va a quedar en ellos una semilla que bien cultivada va a ir haciendo que la manera de comportarse con los minusv¨¢lidos vaya cambiando poco a poco.Pero aparte de esto, me preocupa -quiz¨¢ mucho m¨¢s- cuando escribo, llegar a mis compa?eros que sufren y padecen d¨ªa a d¨ªa la marginaci¨®n manifiesta de una sociedad que los mantiene en su casa o en centros gueto de educaci¨®n especial, quit¨¢ndose el mochuelo de encima con todos los problemas que esto acarrea.
MANUEL MOLINA FLORES
ENVIADO ESPECIAL
Hoy no quiero mover los sentimientos de la gente normal para incentivar su acci¨®n de justicia social, y que reconozcan nuestros derechos humanos e increpen a nuestro Gobierno y a nuestros estamentos pol¨ªticos y sociales para que legislen y decreten leyes que nos equiparen en igualdad al resto de los espa?oles. Aunque sea esto en realidad lo que est¨¢n esperando muchos minusv¨¢lidos y sus familias, no ser¨ªa suficiente y lo ¨²nico que conseguir¨ªamos ser¨ªa pasar de ciudadanos de cuarta a ciudadanos de segunda categor¨ªa, pero ya sin posibilidad de acceder a la divisi¨®n de honor, puesto que el problema no es s¨®lo de legislar m¨¢s o menos bien, sino de mentalizar -se ha dicho muchas veces- a nuestra sociedad para que nos acepte con nuestras diferencias y especificidades, y se nos d¨¦ la oportunidad de participar en este cambio de la sociedad que tantas veces se nos ha prometido.
?ltimamente veo con alegr¨ªa como la gente, aunque sea en escaso n¨²mero y sobre todo los que se dedican a la educaci¨®n, organizan escuelas de verano, jornadas, actos, etc¨¦tera, donde se habla de la integraci¨®n del minusv¨¢lido y donde -?as¨®mbrense!- invitan a minusv¨¢lidos para que hablemos de nuestra problem¨¢tica y de c¨®mo vemos nosotros, que somos los interesados, nuestra integraci¨®n -de esta manera se pasa del despotismo ilustrado y caduco de la educaci¨®n especial, a reconocer que la participaci¨®n del minusv¨¢lido en los temas que traten de su integraci¨®n es absolutamente necesaria y fundamental- en una sociedad a la que no le est¨¢ quedando otro remedio que ir acept¨¢ndonos. Pero cuando voy a estos actos para explicar como vemos los minusv¨¢lidos nuestra integraci¨®n, me quedo tristemente sorprendido, porque si bien en las escuelas de verano la asistencia de educadores es claramente esperanzadora, ya que cada d¨ªa es mayor la cantidad de ellos que est¨¢n claramente por la integraci¨®n, la asistencia de minusv¨¢lidos a otros actos organizados para ellos, para que se puedan manifestar, para que salgan de sus casas y digan: "Aqu¨ª estamos", "Queremos vivir con vosotros y exigimos nuestros derechos"; en estos actos la ausencia de minusv¨¢lidos es desoladora, acongojante y traumatizante para los organizadores, que despu¨¦s de tirarnos d¨ªas enteros haciendo carteles, yendo a emisoras de radio, convocando en la Prensa y movi¨¦ndonos a troche y moche para hacer llegar a los minusv¨¢lidos la necesidad urgente de su presencia, nos encontramos siempre e invariablemente con que aparte de los minusv¨¢lidos que estamos en la mesa y alg¨²n que otro peque?o que llevan sus padres al acto -quiz¨¢ porque no tengan con quien dejarlo- solamente acuden educadores, alguien de la Administraci¨®n y padres de minusv¨¢lidos que no sabemos si van para ver lo que se dice porque tienen miedo de que all¨ª les podamos infundir a sus hijos ese esp¨ªritu de lucha y de rebeld¨ªa que les es tan necesario si quieren conseguir llegar a formar parte de hecho de esta sociedad que empieza t¨ªmidamente y con muchas reservas a entreabrirles la puerta.
Escrib¨ªa yo hace meses sobre la marginaci¨®n que a trav¨¦s de la historia han padecido y padecen sectores tan significativos como los negros, las mujeres, etc¨¦tera. Concretamente dec¨ªa que los negros ten¨ªan sobre los minusv¨¢lidos la ventaja de poder contrarrestar la balanza de su marginaci¨®n con su poder de producci¨®n, y pienso, adem¨¢s, que las mujeres tambi¨¦n ten¨ªan la fuerza, cruel si se quiere, de su poder de reproducci¨®n y de su fuerza est¨¦tica y er¨®tica; pero tambi¨¦n hemos de reconocer que su lucha ha sido mucho m¨¢s a tope que la nuestra y han demostrado que una revoluci¨®n no se gana en casa, inspirando compasi¨®n, sino en la calle, con la fuerza de su presencia y con otras medidas de presi¨®n en los momentos en que ¨¦stas fueron necesarias, cuando lo que se jugaba no era la incomodidad traum¨¢tica de una mirada de l¨¢stima o de una palabra de compasi¨®n que te hiere, sino simple y, crudamente la vida.
Los minusv¨¢lidos tenemos que dejar de ser seres de cristal que nos llegamos a acostumbrar a ser el pobrecito de la casa, con todo lo que esto conlleva de estatus ventajoso, por cuanto parad¨®jicamente es una situaci¨®n de privilegio dentro del ¨¢mbito familiar, ya que gozamos de las ventajas compasivas que inspira nuestra situaci¨®n, para pasar a ser gente que est¨¢ diariamente en la calle y que a modo de yunque debe asumir aquellos golpes que inevitablemente se van a producir, pero que tambi¨¦n se dan entre el resto de los seres de este dichoso planeta, y que con nuestra presencia cotidiana demostremos que nuestra meta no es inspirar compasi¨®n, sino llegar a formar parte de esta sociedad y que para conseguirlo podemos ser tan duros como los dem¨¢s.
Hay un chiste viejo en el que se nos cuenta como un catal¨¢n -que me perdonen los catalanes, pero los humoristas siempre dicen que es catal¨¢n- le ped¨ªa una y otra vez a Dios: "Se?or, por favor, haz que me toque la loter¨ªa". Esta s¨²plica la repet¨ªa invariablemente antes de cada sorteo, hasta que Dios se apiad¨® de ¨¦l y bajando un d¨ªa del cielo le dijo: "Hijo m¨ªo, yo te quiero ayudar, pero compra el d¨¦cimo por lo menos".
Yo quiero decirles a los minusv¨¢lidos que ya va habiendo gente que quiere ir d¨¢ndonos cancha para que podamos demostrar nuestra val¨ªa como personas de derecho, y que tambi¨¦n hay minusv¨¢lidos que como un servidor, llevamos currando bastantes a?os el tema, pero que no podemos hacer mucho si nos encontramos con que, invariablemente, en cada acto sobre la problem¨¢tica del minusv¨¢lido, los minusv¨¢lidos brillan por su ausencia, que las calles, los bares, las discotecas, los colegios, etc¨¦tera, est¨¢n vac¨ªos de minusv¨¢lidos, y que cuando vamos a casa de un minusv¨¢lido para que venga a luchar con nosotros, nos dice que le da miedo competir en la sociedad normal. A m¨ª solamente se me ocurre dar un giro a la situaci¨®n triste que pueden inspirar estas palabras, y acord¨¢ndome del chiste decirles a mis compa?eros minusv¨¢lidos: "Os queremos ayudar, pero venid con nosotros y salid a la calle, por lo menos".
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