Madre / madrastra naturaleza
Vicente Verd¨² expresaba hace d¨ªas su rabia, con ocasi¨®n de las riadas que asolaron Cantabria y el Pa¨ªs Vasco y que a todos los espa?oles nos han afectado y conmovido. Con su habitual buen estilo, brillante y profundo de una pieza, pon¨ªa, en realidad, el dedo en la llaga del problema del mal, ese viejo misterio nunca resuelto por el hombre ni con la hip¨®tesis de Dios ni sin ella. Pero ahora, cuando "Dios ya no est¨¢ ni siquiera para ser rechazado" y "se podr¨ªa pensar gustosamente por esa ausencia que nos ahorra aqu¨ª el siniestro agregado de una divinidad abyecta" (EL PAIS n¨²mero 2.348, p¨¢gina 48), queda como posible responsable la madre naturaleza, que m¨¢s parece una cruel madrastra, seg¨²n nos la describe.Todo coraz¨®n noble ha sentido la rebeld¨ªa ante el mal, y es un buen s¨ªntoma que Yahv¨¦ mismo aprob¨®, incluso con los exabruptos de Job. Pero discrepo del amigo Vicente Verd¨² en el juicio parcial que, en mi opini¨®n, hace sobre la naturaleza -o sobre Dios en la trastienda, para los que creemos en ?l-. Porque o la naturaleza es una infinita casualidad de casualidades -en la que muchos no creemos-, y entonces es l¨®gico que alguna vez falte la l¨®gica y no hay que pedir responsabilidades donde no hay nadie que responda de nada, o si es siquiera algo coherente, sea aut¨®nomo o dependiente, y, sobre todo, si es alguien, entonces no podemos en justicia ser parciales, silbando cuando la obra sale mal y no aplaudiendo cuando es sublime o, al menos, muy digna.
ALBERTO INIESTA
G.-D.,
En espacios que se miden por millones de a?os luz, donde miles de millones de estrellas se pasean serenamente a velocidades de v¨¦rtigo o en ¨¢tomos infinitesimales y c¨¦lulas microsc¨®picas, todo funciona casi siempre normalmente, como si hubiera una programaci¨®n conjunta y admirable. El sol no falla ning¨²n d¨ªa, y la tierra prosigue todav¨ªa, a pesar de nosotros, d¨¢ndonos hogar, alimento y belleza inagotables. ?Por qu¨¦ no reconocer, aplaudir y agradecer todo eso y solamente acordarnos de mam¨¢ naturaleza para abominar de ella cuando, por alguna raz¨®n que se nos escapa, las cosas vayan mal y parezca m¨¢s bien una madrastra?
Esta visi¨®n sesgada se aplica muchas veces a los hombres. La mayor¨ªa son honrados, trabajadores, pac¨ªficos, se portan normalmente, y aun los que cometen acciones criminales alguna vez no son habitualmente as¨ª ni as¨ª se portan. Si bien se mira, cada segundo hay miles de millones de seres humanos que act¨²an bien y que son buenos, aunque algunos hagan el mal algunas veces. Pero eso no es noticia ni, por tanto, se
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suele contar con ello a la hora de evaluar la situaci¨®n de la humanidad o de la sociedad, a la que s¨®lo juzgamos por las p¨¢ginas de sucesos, que son una m¨ªnima parte de lo real.
Pero el tema del mal es un misterio grave. De acuerdo. Hay ni?as cruelmente asesinadas por sus violadores; enfermedades terribles e incurables; hay injusticia y opresi¨®n entre los hombres; hay dictadores, torturadores, explotadores. Hay cat¨¢strofes terribles, y mientras llueve sobre el mar in¨²tilmente (?), la tierra puede estar abras¨¢ndose con la sequ¨ªa. Hay sobre todo el mal y la amenaza total e inevitable de la muerte. ?Qu¨¦ o qui¨¦n es el culpable?
En el caso de suprimir a Dios, dejando como responsable a la naturaleza un tanto hipostasiada, como un estoico logos, impersonal, mecanicista, parecer¨ªa un robot grandioso al que habr¨ªa que reconocer que innumerables cosas le salen maravillosamente bien, pero que no nos interpelan de manera personal, dialogante y amorosa ni, por tanto, nos sentimos aludidos como cuando el sol nos alumbra fr¨ªamente, valga la paradoja. Tampoco, por lo mismo, podr¨ªamos presentarle nuestras quejas, irresponsable como ser¨ªa, cuando nos maltrate como una madre borracha o drogadicta.
Para los creyentes en un Dios personal, creador y providente, el problema es, a la vez, m¨¢s profundo y m¨¢s f¨¢cil; m¨¢s dif¨ªcil de explicar y m¨¢s sencillo, aunque duro, de vivir. Hay que aclarar que yo no me refiero a cualquier dios, aunque se trate de concepciones respetables y admirables, como el dios de Arist¨®teles o el de Plat¨®n, el de Spinoza o el de Laibnitz, como ejemplos. Yo hablo solamente del Dios de Jesucristo, Padre creador y providente, que no nos explica totalmente el mal, pero que nos ense?a a superarlo; que nos da su palabra de que ?l solamente ha creado el bien y para nuestro bien, pero que no podemos comprender por qu¨¦' tolera el pecado, el dolor y la muerte; que no vence el mal ignor¨¢ndolo, huyendo o pactando con ¨¦l, sino asumi¨¦ndolo, trag¨¢ndolo, como en una especie de divina cura homeop¨¢tica, si se me permite el b¨¢rbaro antropomorfismo o, m¨¢s bi¨¦n, antropopatismo; que no s¨®lo nos da consejos para afrontar y asumir el mal, sino que en su Hijo comienza Dios mismo bebi¨¦ndolo hasta las heces; que no permite que venza el mal, sino que nos invita a luchar contra ¨¦l con todas nuestras fuerzas y nos garantiza la esperanza de que en su reino quedar¨¢ definitiva y universalmente vencido por el bien y la vida.
?Utop¨ªa? Millones y millones de personas, de todos los tiempos y de todas las razas, hemos encontrado el sentido a la vida en esta esperanza, basados en la palabra de Jes¨²s de Nazaret, que contin¨²a presente en sus disc¨ªpulos. En todo caso, confieso que si acepto la idea de Dios tengo que aceptar un tremendo misterio: el misterio del mal. Pero si niego a Dios, me encuentro con dos grandes misterios a¨²n mayores: el del mal, por supuesto, y adem¨¢s el del bien, que existe en una proporci¨®n mayor inmensamente, y que sin Dios no tiene, en mi opini¨®n, explicaci¨®n posible.
Ante un problema de c¨¢lculo algebraico nadie comienza a resolverlo por la inc¨®gnita. La verdad es m¨¢s bien un camino que un dato, pero cambia mucho el sentido de la b¨²squeda. El mal no explica nada: ni el mal ni el bien. Si partimos del bien de Dios y del Dios del bien, andando el tiempo quiz¨¢ entendamos algo de por qu¨¦ existe el mal, ese absurdo antidivino y antihumano.
Unamuno expresaba as¨ª su sentimiento de la presencia de Dios en la naturaleza: "A la gloria de Dios se alzan las torres, / a su gloria los ¨¢lamos, / a su gloria los cielos, / y las aguas descansan a su gloria". "El reposo reposa en la hermosura / del coraz¨®n de Dios, que as¨ª nos abre / tesoros de su gloria. Nada deseo, / mi voluntad descansa, / mi voluntad reclina / de Dios en el regalo su cabeza / y duerme y sue?a ... ; / sue?a, en descanso, / toda aquesta visi¨®n de esta hermosura".
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