La crisis israel¨ª y algunas comparaciones
En septiembre de 1977, apenas en sus primeros pasos, el Gobierno de Beguin, que interrumpi¨® casi 30 a?os de dominio laborista, lanz¨® la animosamente llamada nueva pol¨ªtica econ¨®mica, basada formalmente en el neoliberalismo de la Escuela de Chicago. El nombre de Milton Friedman fue reiterada y reverentemente invocado por el entonces ministro de Finanzas, Simja Ehrlich. Muy pocas voces criticaron en esos d¨ªas aquel lanzamiento, inaugurado con una devaluaci¨®n del 40 % y la libertad absoluta del mercado de cambios: el neoliberalismo estaba entonces de moda, aplicado con rigor en Chile, Argentina y Uruguay.Han pasado seis a?os y el Gobierno de Beguin se vi¨® sacudido por un debate m¨¢s confuso que agudo sobre la situaci¨®n econ¨®mica, ya que, en su compleja coalici¨®n de cinco partidos, alguno de ellos y varios de sus propios diputados en el Parlamento se oponen a las medidas de austeridad que exige el ministro de Finanzas, Ioram Aridor. El mismo, parad¨®jicamente, que pocos meses antes de las elecciones de 1981 lanz¨® una pol¨ªtica de altos salarios, subsidios a los bienes y servicios de consumo masivo y rebajas los impuestos de art¨ªculos de importaci¨®n suntuarios qu¨¦ permiti¨® a Beguin remontar la impopularidad que entonces lo acosaba y derrotar por estrecho margen al laborismo.
ISMAEL VI?AS
C.,
Tampoco son muchos los que critican hoy el neoliberalismo puesto en marcha en 1977, a pesar de que se mantuvo como l¨ªnea b¨¢sica por debajo de la pol¨ªtica alegre de Aridor; y casi todas las acusaciones se centran en ¨¦sta, aunque todos los grandes problemas de la econom¨ªa israel¨ª exist¨ªan ya antes de su ascenso a la conducci¨®n econ¨®mica, heredados del pasado laborista, pero agudizados por los primeros ministros de Finanzas de Beguin: Ehrlich y su sucesor, Igal Hurwitz.
Alto nivel de ingresos
En primer lugar, y para ubicarnos, es de tener en cuenta que Israel se encuentra entre las tres decenas de pa¨ªses que por su Producto Nacional Bruto (PNB) por habitante pueden situarse entre los de alt¨ªsimo nivel de ingresos (las potencias industriales) y los realmente semidesarrollados y subdesarrollados, es decir, en el grupo de los que tienen un PNB por habitante superior a 1.500 d¨®lares anuales y menor de 5.000. Y que en esa lista est¨¢ con los que tienen m¨¢s de 4.000, junto a Espa?a, Irlanda y Grecia, doblando el ¨ªndice de Sur¨¢frica, Argentina, Uruguay, Chile o Ruman¨ªa.
Durante las d¨¦cadas de los cincuenta y sesenta, Israel tuvo un crecimiento anual promedio del PBI superior al 8%, pr¨¢cticamente el doble que las potencias industriales con excepci¨®n de Jap¨®n, y exhibiendo la misma velocidad de desarrollo que Espa?a, Ruman¨ªa, las dos Coreas, Brasil y el pu?ado de milagros econ¨®micos de la ¨¦poca. Eso no quiere decir, desde luego, que Israel no haya conocido las crisis c¨ªclicas de esos a?os, que lo golpearon con particular fuerza en- 1954 -1957 y en 1967-1968, momentos en que la, desocupaci¨®n lleg¨® al , 7% y al 8% de la fuerza de trabajo como promedio anual (con un pico en 1967 del 10,4%) y en que su inflaci¨®n tom¨® caracteres cr¨®nicos, ubic¨¢ndose en torno al 6% anual. Pero aun as¨ª logr¨® recuperarse, manteniendo un aceptable ritmo de desarrollo, y superar la crisis de 1973, en que la desocupaci¨®n alcanz¨® al 3,2% y la inflaci¨®n lleg¨® a trepar al 50% anual.
1973: el estancamiento
Con todo, y aqu¨ª entramos a la etapa actual. 1973 marc¨®, con el comienzo del actual per¨ªodo largo de estancamiento mundial, el inicio de los problemas para la econom¨ªa israel¨ª, con similares caracteres a los de los citados pa¨ªses de desarrollo intermedi¨®, aunque con rasgos propios: el desempleo se mantuvo hasta 1979 entre el 2% y el 3% de la fuerza de trabajo, pero la inflaci¨®n se ubic¨® en alrededor del 35% de incremento anual y la productividad se estanc¨® notoriamente, creciendo a un ritmo de s¨®lo el 1.9 % de promedio anual por trabajador. A esto se agreg¨® un enorme y acelerado endeudamiento externo: desde la creaci¨®n del Estado, en 1948, hasta 1972, Israel hab¨ªa acumulado una deuda exterior de 3.960 millones de d¨®lares, sumamente pesada para su poblaci¨®n, de alrededor de tres millones de habitantes; debido fundamentalmente a la necesidad de compensar su comercio internacional perpetuamente deficitario; pero a partir de 1973, y hasta 1977,. aquella deuda lleg¨® a 13.600 millones, convirtiendo al pa¨ªs en el m¨¢s. endeudado por habitante en el mundo.
Esto desat¨® ya entonces una aguda discusi¨®n sobre pol¨ªtica econ¨®mica, y eran muchos los grupos dentro del Gobierno laborista que propon¨ªan un programa combinado de austeridad y liberalizaci¨®n de la econom¨ªa, que -se dice- iba a comenzar a aplicarse cuando gan¨® las elecciones el Likud, el frente liderado por Men¨¢jem Beguin, compuesto fundamentalmente por Jerut, la facci¨®n populista-ultranacionalista que ¨¦l encabeza, y el Partido Liberal, a cuyo cargo qued¨® la redacci¨®n del programa econ¨®mico, lanzado, como se ha recordado, en 1977.
El azote de la crisis
Desde entonces, y a pesar de interesantes avances hechos por industrias sofisticadas como electr¨®nica y computaci¨®n, el panorama que ha llevado a la crisis pol¨ªtica actual puede sintetizarse as¨ª:
La inflaci¨®n subi¨® al 48% en 197.8, y desde entonces se ha mantenido por encima del 100% anual, con picos superiores al 130% en 1980 y 1982 (y probablemente este a?o). El desempleo se mantiene en alrededor del 5% de la fuerza de trabajo, disimulado por la emigraci¨®n, el desempleo disfrazado y el reclutamiento militar. El PNB por habitante ha descendido a un ritmo de - 1,2% de promedio anual. El PNB, por su parte, apenas ha crecido desde 1978 (1,7% de promedio anual, menos que la poblaci¨®n), siendo cero el a?o pasado. Las exportaciones, que comenzaron a decaer a fines de 1981, retrocedieron un 7% en 1982 y un 4% en los primeros siete meses de este a?o. La deuda externa peg¨® otro salto en el sexenio de Beguin y se ubica ahora en 28.000 millones de d¨®lares, lo que supera los 6.000 d¨®lares por habitante (esto sin contar la ayuda gratuita de Estados Unidos, que, relativamente insignificante hasta 1972, se ha acumulado desde entonces a un ritmo de m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares anuales, para acercarse a los 2.000 millones este a?o, con lo cual, sin embargo, apenas alcanzar¨¢ para pagar deudas e intereses).
Fuerte intervencionismo
Y la consecuencia a que me refer¨ªa antes podr¨ªa sintetizarse as¨ª: los pa¨ªses que he mencionado y alg¨²n otro, m¨¢s all¨¢ de sus diferencias evidentes, se transformaron desde 1930-1945 en sociedades industriales, con tina r¨¢pida velocidad de desarrollo que las ubic¨® inmediatamente despu¨¦s de las potencias por sus caracteres estructurales y su nivel de ingresos. Este cambio se produjo bajo reg¨ªmenes de fuerte intervencionismo estatal, apoy¨¢ndose en condiciones que les fueron favorables: el proteccionismo de hecho creado por la crisis de 1930 y la guerra, primero, y la expansi¨®n de los mercados mundiales y la afluencia de capitales desde los grandes centros, despu¨¦s (que se tradujo en ¨¦stos en la aparici¨®n de las corporaciones supernacionales). M¨¢s tarde, al aparecer el per¨ªodo largo de estancamiento que puede fecharse en 1973, han sido estos pa¨ªses los que m¨¢s trastornos han padecido (algunos, de inmediato; otros, m¨¢s avanzado el per¨ªodo).
Parece evidente que el crecimiento bajo reg¨ªmenes intervencionistas fue desordenado y poco racional, pero los experimentos de liberalizaci¨®n subsiguientes agravaron los problemas, al volcarse sobre ellos la crisis de las potencias.
En cada caso, esos pa¨ªses (es f¨¢cil comprobarlo) creen constituir un hecho ¨²nico y excepcional, exagerando sus rasgos propios, que, por supuesto, existen. Tal vez una visi¨®n de conjunto y comparativa como la que indico podr¨ªa enriquecer la perspectiva y proponer estrategias para coyunturas que se tornan crecientemente graves, por encima de las ilusiones pol¨ªticas que pueden advertirse en algunos y superando la desesperaci¨®n que existe hoy en otros. Dos ejemplos que conozco ¨ªntimamente (Israel y Argentina) me animan a decir lo anterior.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.