Cielo duro
Gran conmoci¨®n en los medios cat¨®licos a partir de las ¨²ltimas manifestaciones del Papa sobre los anticonceptivos. En s¨ªntesis, seg¨²n Juan Pablo II, quien hace uso de la p¨ªldora no es s¨®lo un pecador, sino un ateo. Basta ya de medias tintas: o se est¨¢ dentro o se est¨¢ fuera. La rotundidad belicista es la moda. Se equivocan, por tanto, aquellos que diagnostican esta actitud como un paso atr¨¢s. El Papa se suma, con esta declaraci¨®n capaz de crear esc¨¢ndalo entre los te¨®logos, al ambiente de la posmodernidad. Esto es el punk en versi¨®n religiosa, la transvanguardia sixtina, la LSD pastoral. Cualquier otra postura de la Santa Sede le habr¨ªa distanciado de los tiempos, y el Papa, que no ha escatimado en viajes, lo sabe. Nada de relaciones prematrimoniales, ni de divorcios, ni de adulterios (sea incluso con la propia esposa), ni de veleidades de contracepci¨®n. "Pensar o decir lo contrario... equivale a no reconocer a Dios como Dios". Cierto que para cumplir estos severos preceptos es indispensable una dosis de hero¨ªsmo, pero "para quien cree en Dios, nada es imposible". Hero¨ªsmo, cielo l¨ªquido. Dios como droga dura.Nada, pues, de retroceso en la v¨ªa cat¨®lica. El precipicio se encuentra a la vista o, m¨¢s a¨²n, el vac¨ªo nos envuelve con su aroma; pero ni un paso atr¨¢s. El Papa, gran histri¨®n y olfateador sagaz, obra mediante una coherencia ¨ªntimamente emparentada con la suicida escenograf¨ªa de la ¨¦poca. Su Santidad no dispone de misiles ni de gases enervantes en sentido crudo; sus armas m¨¢s similares las obtiene del silo de su estatura alba. Difiere de los otros prepotentes de esta tierra en que sus instrumentos de disuasi¨®n no destrozan materialmente los cuerpos, pero su intenci¨®n simb¨®lica es parecida. Por otra parte, para un creyente conspicuo ser ateo es casi del todo asimilable a estar muerto. La amenaza vaticana, pues, no se separa mucho, en sus sustancias, de las que ahora esgrimen las dos grandes potencias. Desgastadas, en tr¨ªo, sus capacidades de convocatoria y convicci¨®n, su ¨²nica estrategia afirmativa es el peligro total de aniquilamiento. Afectada la fe en sus sistemas de vida, cada vez m¨¢s negados o ignorados, enmascaran su propia decadencia con la amenaza, urbi et orbe, del ancho fest¨ªn de la muerte o sus simulacros.
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