Revista de cara lavada
La antigua revista espa?ola bien lavada, limpita. Sin la sensualidad acre de su tiempo, sin los moretones en las piernas macizas de las gorditas de voz maulladora ni las manchas bajo las axilas. Y un cierto olor. Naturalmente, eso no se reconstruye: lo engendr¨® una ¨¦poca y muri¨® con ella. Ni lo han intentado reconstruir en esta antolog¨ªa. Se han apoyado, principalmente, en la ¨¦poca de la dignificaci¨®n del g¨¦nero, en la ¨²ltima Celia G¨¢mez: su ausencia lo llena todo.Esa insoportable persona marc¨® con su personalidad extraordinaria, con su peculiaridad, con su genialidad esc¨¦nica, con la conversi¨®n en valores de sus propias carencias y defectos todo este aire de la revista, y en este mismo teatro. En este estreno se la notaba. Y la representaba, adem¨¢s de a s¨ª mismo, el maestro Moraleda, que puso m¨²sica a la ¨¦poca con una ligereza graciosa, inspirada.
Por la calle de Alcal¨¢
Antolog¨ªa de la revista, de varios autores.Gui¨®n de Juan Jos¨¦ de Arteche y Angel F. Montesinos. Interpretaci¨®n de Esperanza Roy, Francisco Valladares, Mar¨ªa Rius, Rosa Valenty, Rafael Castej¨®n, Mayka Grey, Jos¨¦ Cerro, Estrella Blanco, Jos¨¦ Luis Barcel¨®, Manuel Tiedra, Marta Valverde, Manuel Brieba. Bocetos de decorados de Emilio Burgos. Figurines de Burgos y Aguirre. Coreograf¨ªa de Alberto Portillo. Direcci¨®n musical de Antonio Moya. Direcci¨®n de Angel F. Montesinos. Teatro Alc¨¢zar, 24 de septiembre de 1983
El esp¨ªritu de la revista
Todo esto no es nostalgia, ni siquiera comparaci¨®n, sino algo de hoy mismo, del hecho esc¨¦nico actual. Lo que han hecho ahora es una antolog¨ªa que ser¨ªa el esp¨ªritu de la revista, su revisi¨®n. Me parece haber contado 33 n¨²meros musicales: est¨¢n abreviados, comprimidos, naturalmente. A veces los cuadros hablados son largos, o parecen largos por la impaciencia de llegar al n¨²mero siguiente; se sabe que son necesarios para el cambio de ropa, de decorado, y en realidad el di¨¢logo est¨¢ bien hecho, hay frases ir¨®nicas. A veces, exceso de relato y documentaci¨®n.Es un hilo argumental, o gui¨®n, seg¨²n dice el programa, que retrata un poco la historia de la revista en Espa?a, comenzando con La Gran V¨ªa como una de las primeras. En efecto, gran parte de lo que hoy llamamos g¨¦nero chico y que probablemente es lo mejor -musical y literariamente- de nuestro g¨¦nero l¨ªrico naci¨® con el nombre de revista, e incluso de revista pol¨ªtica.
La delicadeza de todo este trabajo es muy considerable y muy elogiable. Consiste en ver el pasado sin los dos defectos principales de estas revisiones: no hay veneraci¨®n ni nostalgia ni exceso de respeto o de homenaje, sino simple reconocimiento; pero tampoco hay paternalismo, burla, sentimiento de superioridad para tratarlo. Huidos esos dos vicios frecuentes, queda una modernidad moderada.
Podr¨ªa citarse el ejemplo especial¨ªsimo de c¨®mo lo interpreta todo Esperanza Roy, c¨®mo sabe hacer, -con sus dotes de actriz- gestos, inflexiones de voz, interpretaciones o movimientos que son actuales y que encajan en lo escrito hace tiempo: cuando es c¨®mica -y es una excelente c¨®mica, en toda la extensi¨®n de la palabra- no trata de ser parodista o caricaturizar a nadie.
No le vendr¨ªa mal apoyarse algo m¨¢s en el micr¨®fono -en ese teatro se cantaba sin ¨¦l, pero eso es algo que se ha perdido- para que su forma de decir no la apagara la orquesta (y no le vendr¨ªa mal a la orquesta disminuir algo su volumen, y quiz¨¢ bajar un tono para no forzar los agudos de quienes no son profesionales del canto).
Pero este ejemplo de Esperanza Roy est¨¢ en todo el tratamiento de la antolog¨ªa, y habr¨¢ que atribu¨ªrselo al director, ?ngel F. Montesinos: es en los decorados de Emilio Burgos y en los figurines que ¨¦l mismo ha dise?ado con Jos¨¦ Ram¨®n de Aguirre donde se entiende muy bien este esp¨ªritu, en el distanciamiento medio de Francisco Valladares, en la adecuada coreograf¨ªa de Albed¨® Portillo. A veces, muy pocas, se consigue una unidad de espect¨¢culo, y ¨¦ste es el caso. Las esculturas necesarias de Rosa Valenty y Mayka Grey, que se unen a la de Esperanza Roy; la de Marta Valverde -que, eso si, tendr¨ªa que cantar mejor-, y las de las muchas chicas y los boys. Rafael Castej¨®n est¨¢ en el tono justo, m¨¢s caracter¨ªstico, del gracioso de revista, con Mar¨ªa Rius y con Jos¨¦ Cerro.
Se puede echar de menos en este espect¨¢culo la sensualidad, el erotismo, el morbillo de la revista. Nuestro tiempo no tiene esas caracter¨ªsticas. Tiene una cierta superaci¨®n, por una parte, o una dureza por otra. Aqu¨ª no hay dureza. Hay agua clarilla, trajes nuevos, chicas altas, gracia limpia de Esperanza Roy, m¨²sica trabajada por los antiguos maestros y reproducida en directo por la orquesta, est¨¦tica en los trajes, gracia en los decorados. No va m¨¢s all¨¢ en lo que ser¨ªa unas rasgaduras, una reconversi¨®n de la revista, una torsi¨®n del g¨¦nero para sacarle otros valores; pero tampoco se queda demasiado atr¨¢s.
El p¨²blico de la primera representaci¨®n -s¨¢bado noche- estaba mezclado de invitados y taquilla; sin embargo, el ¨¦xito y las largas ovaciones y clamores parec¨ªan ser sinceros y directos, calibr¨¢ndolos por la experiencia que se tiene de estos casos. Fueron muy especiales para Esperanza Roy, naturalmente, y para el maestro Moraleda.
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