La prueba de L¨ªbano
LIBANO PROBABLEMENTE no existe ya como pa¨ªs. En su desgarrada superficie, la guerra civil no es apenas m¨¢s que el tel¨®n de fondo para una de las situaciones internacionales m¨¢s graves desde hace muchos a?os. Es ahora una prueba decisiva para la doctrina Reagan de exhibici¨®n y utilizaci¨®n de la fuerza como manifestaci¨®n de una decisi¨®n inquebrantable para afirmar sus posiciones frente a lo que considera una frontera militar con la URS S; de los resultados de la batalla de L¨ªbano podr¨¢n deducirse otros. Apoyado ahora por el Congreso, que le autoriza a mantener la presencia de Estados Unidos en L¨ªbano durante 18 meses m¨¢s, Reagan est¨¢ decidido a restablecer la autoridad de Gemayel; o sea, la de una fuerza frente al complejo de disidentes interiores, de Siria y del apoyo sovi¨¦tico. Es decir, a tomar el relevo de Israel. Al Gobierno de Israel le ha destrozado la situaci¨®n. La operaci¨®n de entrada en L¨ªbano, exterminio de los palestinos y establecimiento de un Gobierno favorable no s¨®lo fracas¨®, sino que destruy¨®, primero, al general Sharon; luego, a Beguin -que parec¨ªa indestructible-, y puede f¨¢cilmente condenar al pa¨ªs a una larga crisis. Si Estados Unidos no hubiese abierto la intervenci¨®n con la energ¨ªa con que lo est¨¢ haciendo ahora, probablemente estar¨ªa ya controlado por las fuerzas que ahora se consideran subversivas -teniendo como referencia la supuesta legalidad de Gemayel, elegido presidente en sustituci¨®n de su hermano asesinado, y los dos en circunstancias particularmente dudosas en cuando a su legalidad-, y el acuerdo que ahora trata de hacerse para un alto el fuego se har¨ªa en condiciones de derrota pr¨¢ctica. El Ej¨¦rcito de Israel, pese a las peticiones de Estados Unidos, no est¨¢ en condiciones de recuperar su posici¨®n de dominio. No en condiciones militares, que quiz¨¢ las tenga -y en este tipo de guerras irregulares no se sabe en realidad d¨®nde est¨¢ la fuerza decisiva-, sino en condiciones pol¨ªticas.Sin embargo, la intervenci¨®n directa de los marines, y no ya como pacificadores o guardianes de un equilibrio -aunque el vocabulario se siga manteniendo con enorme inquietud de Francia y de Italia, que se ven envueltas en la misma tergiversaci¨®n de estos t¨¦rminos con sus propios soldados-, sino como decididos beligerantes, parece tener el objeto principal de forzar a Israel a que tome sus propias responsabilidades y decida la intervenci¨®n que ahora trata de retraer. Ser¨ªa evidentemente mucho menos grave, desde un punto de vista formal, una progresi¨®n de la ocupaci¨®n israel¨ª, e incluso un enfrentamiento directo entre Israel y Siria, que la intervenci¨®n directa de Estados Unidos en una forma de compromiso mucho m¨¢s amplio y mucho m¨¢s discutido por sus actuales y sorprendidos aliados.
Pero es posible que el propio Reagan est¨¦ considerando esta intervenci¨®n no como el grave riesgo con que la contemplan los moderados en Estados Unidos y los pa¨ªses europeos, sino como lo que puede ser la prueba decisiva de su raz¨®n, como queda dicho. Para los moderados, la situaci¨®n puede derivar, como se dice siempre en caso similares, en un nuevo Vietnam y quiz¨¢ en algo m¨¢s: en la siempre esperada guerra santa o suced¨¢nea de ella que los musulmanes integristas predican, con foco aparente en Ir¨¢n, pero como fuerza en una cuarta parte del mundo. Un apocalipsis m¨¢s bien aplazado que conjurado. La seguridad de Reagan es precisamente la contraria, y la mantiene de una menera global. La idea de que una afirmaci¨®n de las posiciones del grupo Israel-Estados Unidos-Gemayel en L¨ªbano, que puede, efectivamente, salir de esta demostraci¨®n de fuerza, pudiera repercutir en la actitud de Estados Unidos en Nicaragua y El Salvador no es descabellada. Todo lo que est¨¢ necesitando Reagan en estos momentos es demostrar a su pa¨ªs y al mundo que su decisi¨®n personal tiene forzosamente que llevar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a un compromiso o a una aceptaci¨®n de las realidades. Las sospechas de que la URSS est¨¦ en estos momentos decidida a cortar el paso a estas exhibiciones de fuerza, ahora abonadas por su desaf¨ªo al abatir el avi¨®n de Corea del Sur, por encima de todo lo que pueda suponerle la retirada de confianza de la opini¨®n p¨²blica, hace m¨¢s dram¨¢tica la situaci¨®n
En estos momentos el alto el fuego en Beirut parece cuesti¨®n de horas. Lo cual no debe entenderse, en ning¨²n caso, como un indicio de que la cuesti¨®n est¨¦ resuelta. Es una noticia alentadora, pero hay que atribuirla m¨¢s a la decisi¨®n de todos de no aparecer como responsables de lo que puede ser una guerra muy larga que a la verdadera satisfacci¨®n de los intereses en juego o a la exhibici¨®n de fuerza. El problema no se salda as¨ª; solamente se aplaza.
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