Masiva manifestaci¨®n en Montevideo contra el r¨¦gimen militar
Al menos 50.000 uruguayos transformaron en la tarde del domingo un desfile estudiantil autorizado en una marcha de repulsa al r¨¦gimen militar que preside el teniente general Gregorio Goyo ?lvarez. El domingo terminaban en Uruguay las vacaciones escolares de invierno y culminaba una semana estudiantil con el desfile desde la Universidad hasta el estadio Franzini, por la arteria principal montevideana del 18 de Julio, que conmemora la proclamaci¨®n de la Constituci¨®n uruguaya. A la una de la tarde, 50.000 personas acompa?aban a los estudiantes en un pa¨ªs que s¨®lo cuenta con un total de 17.000 universitarios.
Ordenadamente, a los gritos de "?Amnist¨ªa, libertad!" y bajo las consignas cl¨¢sicas de "el pueblo unido jam¨¢s ser¨¢ vencido", o "se va a acabar, la dictadura militar", los montevideanos iniciaron con la primavera en el r¨ªo de la Plata su segunda jornada de protesta contra el r¨¦gimen autoinstalado hace 10 a?os. Las motocicletas de la polic¨ªa abrieron la marcha facilitando el tr¨¢nsito, y las fuerzas de orden p¨²blico, prudentemente, se abstuvieron de intervenir.Pese a lo obtuso y policiaco de esta dictadura, la mayor¨ªa de los miembros de la Junta de oficiales generales que detentan el poder de hecho en el pa¨ªs (generales, almirantes y brigadieres del Aire) desean mantener su propio calendario pol¨ªtico, que establece elecciones generales en noviembre de 1984 y restituci¨®n de la soberan¨ªa al Gobierno electo a principios de 1985.
Las conversaciones con los tres partidos pol¨ªticos autorizados contin¨²an suspendidas, la censura de Prensa no es tal sino mera prohibici¨®n de difundir noticias pol¨ªticas, hasta el extremo de que los diarios han quedado desarmados, y el r¨¦gimen, contin¨²a guardando a sus presos pol¨ªticos con el celo de quien retiene rehenes. Pero una represi¨®n indiscriminada de la protesta del domingo habr¨ªa aislado excesivamente a la ¨²nica dictadura militar de la historia que ha perdido un refer¨¦ndum: el que en noviembre de 1980 propiciaba una reforma restrictiva de la Constituci¨®n.
A las ocho en punto, atendiendo a las instrucciones de los partidos pol¨ªticos y del plenario intersindical de trabajadores, que agrupa a m¨¢s de 80 sindicatos no reconocidos oficialmente, comenz¨® el caceroleo uruguayo, acompa?ado del estr¨¦pito de las bocinas y el gui?o de las luces particulares, que dieron aire de feria a algunos barrios de Montevideo. En una ciudad apagada, azotada por los vientos, habitada por gentes tranquilas y escasamente callejeras, la ruidosa protesta baj¨® desde las ventanas a las aceras, donde el que no ten¨ªa olla golpeaba una farola con alg¨²n objeto de metal. Los menos arrojaban petardos a la calzada.
En las barriadas de Pocitos y Carrasco, habitadas por la burgues¨ªa acomodada, se escuch¨®, significativamente, el concierto m¨¢s estruendoso y se observ¨® la m¨¢s aparatosa luminotecnia en los balcones. Precisamente en Carrasco, la polic¨ªa, por lo dem¨¢s ausente, practic¨® las ¨²nicas cinco detenciones de esta segunda jornada de protesta, tenida por un ¨¦xito por la oposici¨®n.
Empobrecidos
El empobrecimiento es general en el pa¨ªs, y la clase media, antes extensa, ha desaparecido tras 10 a?os de administraci¨®n militar. Quien tiene auto y puede pagarse la gasolina a 75 centavos de d¨®lar el litro recorre 500 kil¨®metros una vez por mes para abastecerse de art¨ªculos de primera necesidad en Brasil, benefici¨¢ndose de un cambio favorable. Anteriormente, cruzaba el r¨ªo de la Plata para comprar en Argentina hasta que se dispar¨® la hiperinflaci¨®n el pa¨ªs vecino y el Gobierno fij¨® una tasa de 200 pesos por persona a cualquier uruguayo que saliera del pa¨ªs.La brutal devaluaci¨®n del peso a comienzos del ¨²ltimo oto?o americano llev¨® al suicidio a varios deudores en d¨®lares que confiaron en el monetarismo, y grandes edificios de 11 pisos -uno lindero con el palacete de dos pisos presidencial- han quedado en esqueleto, corroy¨¦ndose con el salitre que escupe la bah¨ªa.
Mientras, los militares en el poder acaban de incrementarse sus salarios, alegando que trabajan en estado de sitio. Un general alcanza los 60.000 pesos mensuales (unos 1.800 d¨®lares al cambio oficial, casi 300.000 pesetas), lo que si bien puede parecer exiguo dado el rango, es comparativamente ofensivo para un pa¨ªs con 2.700 pesos de salario m¨ªnimo y miseria generalizada.
Pero las ra¨ªces del repudio a la dictadura hay que buscarlas, antes que en la econom¨ªa, en las tradiciones c¨ªvicas de este pueblo que se independiz¨® al grito de "?libertad o muerte!", que hoy figura en sus banderas. As¨ª, los militares uruguayos se ven impotentes para institucionalizarse como poder pol¨ªtico ante una sociedad que no entiende otra democracia que la del voto libre, secreto y directo.
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