La guerra de catecismos
A¨²n no me lo puedo creer. Nada menos que en EL PAIS, y en primera p¨¢gina:. "200.000 textos escolares editados por la Iglesia equiparan el. aborto al homicidio y al terrorismo" .La postura que mantiene y sos-
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tiene la Iglesia cat¨®lica espa?ola en 1983 me hace recordar hechos hist¨®ricos. En nuestro propio pa¨ªs es conocida la trayectoria de santa Teresa y sus vilipendios. No menos ignoto fue el encarcelamiento en Toledo de san Juan de la Cruz. La persecuci¨®n y juicio a Vel¨¢zquez. La b¨²squeda y captura de Goya. ?stos son nombres que suenan, que, junto a otros an¨®nimos, componen una extensa lista de acusados, juzgados y condenados por el sacrosanto tribunal de la Inquisici¨®n.
Tan alto tribunal permanece en la memoria por su triste recuerdo, para quien crey¨®, propag¨® y defendi¨® el amor al pr¨®jimo y ese quinto mandamiento de no matar¨¢s.
La Iglesia cat¨®lica se olvida de Cristo cuando le apetece. Se olvida de Dios y nos aterroriza con el diablo. La Iglesia cat¨®lica se olvida de las grandes dificultades y abices que puso a san Francisco de As¨ªs. La herej¨ªa que cometi¨® contra Miguel Servet. Y el perd¨®n que ahora concede el Papa totus tuus, despu¨¦s de casi cuatro siglos, a Galileo.
Me asombra y me escandaliza c¨®mo se muere de hambre mientras se atesoran joyas, poderes y bienes materiales sin mesura. C¨®mo mueren de hambre tantos millones de ni?os, y c¨®mo se comercia con ellos. Me asombra y me escandaliza c¨®mo millares de j¨®venes mueren irracionalmente en las guerras.
Y c¨®mo la segunda guerra mundial fue promocionada. Y c¨®mo la guerra civil espa?ola fue impulsada, apoyada y santificada por quienes todos saben. C¨®mo la pena de muerte contin¨²a vigente en muchos pa¨ªses. C¨®mo la pena de muerte se practicaba en la catoIic¨ªsima Espa?a, como un cat¨®lico la bautizara.
Se?or Merch¨¢n. Monse?or. Tambi¨¦n le vi por televisi¨®n desafiante y combativo. Y creo que si llega a leer mi ca?a me tildar¨¢ de ap¨®stata, sacr¨ªlego, irreverente, her¨¦tico, maldito, ateo, iluminado M diablo. No, monse?or de la sem¨¢ntica Conferencia Episcopal. Usted se olvida de la historia de los hombres y de cardenales tan famosos c¨®mo Segura, Gom¨¢ y otros que no ignora.
El derecho a la vida es vivir sin hambre, sin c¨¢rceles, sin persecuciones, sin torturas y sin muertes preparadas y anticipadas, para hacer v¨ªctimas, h¨¦roes o m¨¢rtires. El derecho a la vida es vivir con todas las libertades y jam¨¢s sin matarse en nombre de nadie y menos en el de Cristo o Dios. /
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