Jos¨¦ Bergam¨ªn y las dos Espa?as
Jos¨¦ Bergam¨ªn, uno de los espa?oles m¨¢s espa?oles que vieron la luz primera en este pa¨ªs, se nos march¨® a Euskadi, en el ¨²ltimo a?o de su largo peregrinaje por la vida.All¨ª, en Euskadi, era libre su pluma y su pensamiento. Comunista hasta la muerte, pero no m¨¢s all¨¢, hubiera querido preguntarle, de tenerlo cerca como en tantas de nuestras charlas, llenas de afirmaciones y contradicciones, hasta d¨®nde su coincidencia con Herri Batasuna. Probablemente me dir¨ªa que la coincidencia era total. Tambi¨¦n me dijo, al llegar a San Sebasti¨¢n, que hab¨ªa rejuvenecido 50 a?os. Tristemente no ha sido as¨ª. ?Ojal¨¢ lo hubiera sido para todos nosotros y para la poes¨ªa!
Si la izquierda hinc¨® la rodilla en tanta transigencia para llegar al poder, le unir¨ªa a Herri Bastasuna lo que pudiera tener de izquierda, lo que le distanciaba de una Espa?a que no le gustaba y de la que march¨® a un prolongado exilio como tantos cientos de miles de espa?oles al concluir la guerra civil.
Gritos en la plaza
Que la patria no es s¨®lo una bandera y unos gritos es algo que ¨¦l sab¨ªa y que contempl¨® desde su ¨¢tico de la plaza de Oriente entre tanto flamear de banderas que gritaban su odio y llamaban a la muerte a?os y a?os el 20 de noviembre.
All¨ª, en Euskadi, es posible que divagara con Eva Forest y con Alfonso Sastre sobre eso de la "derechizaci¨®n del Gobierno socialista", sobre las torturas en la c¨¢rcel, la depravaci¨®n y la ignominia de los "servidores del orden" del tiempo pasado. Hablar¨ªa con alg¨²n cura vasco del Papa polaco (como llamaba a Wojtyla) y del aborto considerado como asesinato de unas posibles c¨¦lulas vivientes, mientras Pinochet justifica a Herodes y mata con sus "servidores del orden" a los ni?os de Chile, y mientras cientos de miles de ni?os mueren de hambre, en la desnutrici¨®n, abultadas las barrigas, a lo largo y ancho de este planeta, ante el silencio de tantos "servidores de Dios" tan preocupados por lo no nacido y tan despreocupados por los que en vida sufren la miseria, por todos los desheredados, por los ni?os de ojos tristes que lloran suplicando.
Y ya en este divagar surgir¨ªa esa especie de cowboy tejano, ese Reagan que no nos da opci¨®n a escoger, nos exige, nos obliga a prepararnos para la muerte con sus misiles, en un macabro recuento de qui¨¦n tiene m¨¢s armas en el reparto de la destrucci¨®n salvaje de millones de seres, sin bandera a la que abrazarse, sin patria por la que morir.
Como Don Quijote, su escu¨¢lida figura -ya al final con un bast¨®n como d¨¦bil espada-, sal¨ªa cada ma?ana este genio literario a derribar los molinos.
Pobre, rotundamente pobre, tirando piedras contra su propio tejado, se ganaba a pulso, el oscurantismo y el silencio. Siempre este desesperado descontento de Espa?a, abandonaba la paz intermitente de su ¨¦xodo, para emocionado volver a verla.
Comendador de las artes y las letras en Francia, con Picasso, Bu?uel y ¨²ltimamente Dal¨ª como ¨²nicos espa?oles en la orden (una especie de legi¨®n de honor de la cultura en Francia) se cansaba de que lo tradujeran del franc¨¦s y volv¨ªa a buscar el Madrid de Arniches, la plaza Mayor tan galdosiana o el paisaje velazque?o que desde la plaza de Oriente se extend¨ªa ante sus ojos por el campo del Moro.
Lo espa?ol no es s¨®lo estar, lo espa?ol es ser. Picasso no quiso volver y d¨ªgame alguien si ha habido un espa?ol m¨¢s espa?ol y que haya centrado m¨¢s a Espa?a en el mundo. Bu?uel iba y ven¨ªa para morir al final en el M¨¦xico que hizo posible su triunfo. Bergam¨ªn se iba y volv¨ªa para que lo detuviera Fraga Iribarne, primero, y le diera lecciones de democracia, despu¨¦s. Era como una reencarnaci¨®n de Cervantes y Quevedo y B¨¦cquer y Unamuno, ?tan espa?oles todos ellos!
Esos espa?oles que unos se suicidaban, otros sufr¨ªan a?os y a?os tras los barrotes de una c¨¢rcel o se marchaban huyendo de exilio en exilio, o mor¨ªan en tierra extranjera.
No s¨¦ si lo pidi¨® ¨¦l o quisieron enterrarle sus amigos con una ikurri?a. Los vascos le abrazaron en su ¨²ltimo camino cuando ya se le acababa el dinero que le dieron para vivir con decoro. Men¨¦ndez Pelayo y Pedro Salinas, de la mano de Ra¨²l Morodo y Pablo Iglesias, con los auspicios de Fernando Claud¨ªn.
Convaleciente de aquella mala ca¨ªda a la vuelta de una corrida de toros, que le imposibilitaba ya vivir en solitario, y aquellas sus salidas del ¨¢tico, peque?o espacio como una celda monacal, correteando m¨¢s que andando por las calles de Madrid, encorvada su figura disminuida, la que fue su alta estatura f¨ªsica de los a?os mozos, mientras se estiraba en el paso del tiempo su estatura intelectual, de aut¨¦ntico genio, y mientras la peque?ez y la mediocridad asomaban pedantes la cabeza desde los oficialismos, en ¨¦l asentimiento pagado y la cobard¨ªa ambiente.
Siempre ha habido dos Espa?as, eso no es un descubrimiento de Antonio Machado, siempre las ha habido y siempre las habr¨¢. ?l lo dijo muy clararamente.
... Estamos oyendo estos d¨ªas, desde el centro y su izquierda y su derecha correspondientes, que las tres cosas son lo mismo, que ya no hay dos Espa?as. ?Qu¨¦ quiere decir esto? ?Que no hay m¨¢s que una? Pues ?y la otra? ?O es que ya no hay definitivamente ninguna, ni Espa?a ni anti-Espa?a posibles? Fidelino de Figueiredo escribi¨® un muy interesante libro con este tema y con este t¨ªtulo: Las dos Espa?as. Ya sabemos que hist¨®ricamente no hay ni una ni dos, sino muchas Espa?as, las Espa?as, en el espacio y en el tiempo. Pero suponemos, como el unamunesco Figueiredo, que cada una de ellas es siempre dos. Yo soy dos dec¨ªa san Agust¨ªn, y estoy en cada uno de los dos por completo. La Espa?a y la anti-Espa?a se sustentan y se mantienen dial¨¦cticamente a s¨ª mismas. Una negra, otra roja o blanca, o verde o amarilla, o lo que sea, que puede tambi¨¦n hacerse gris, como pensaba y escrib¨ªa Larra...".
No. Estas cosas no eran sus boutades de ni?o travieso. Yo s¨¦ muy bien hasta d¨®nde eran boutades y juego de palabras sus frases punzantes plenas de ingenio y hasta d¨®nde y c¨®mo sent¨ªa esa Espa?a so?ada frente a la "otra Espa?a" que se abr¨ªa ante sus ojos en cada despertar.
La Espa?a de la transici¨®n, del "consenso", a ¨¦l no le gustaba, y ese "su siempre esperar", ?tan largo!, cuando ya no hay tiempo m¨¢s que para morir, le hac¨ªa seguir su peregrinaje, casi sin rumbo.
En Fuenterrab¨ªa -?cu¨¢ntos recuerdos de mi ni?ez!-, veranos de Ari?arin, aquella casa que habit¨¢bamos en la cuesta de Guadalupe, ma?anas en la playa, el Alarde, vestidos de blanco nosotros, los ni?os de entonces con las fajas, las cintas en las zapatillas, las boinas rojas, conoci¨® a Rosario; y de ella, de Rosario Arniches, nacieron Pepe, Teresa y Fernando. Esos hijos a los que se refer¨ªa, cuando pidi¨® volver de nuevo a Espa?a, para vivir con ellos en un rinc¨®n.
Al final se sent¨ªa inc¨®modo en el Madrid galdosiano que tanto am¨®, aquel Madrid de Fortunata y Jacinta, hoy todo Jacinta sin Fortunata.
Antes del accidente y la. rotura de cadera pens¨® en trasladarse a vivir a Sevilla. En la casa de Carmen Lafont, donde se aloj¨® en un viaje que hicimos juntos, en un almuerzo al que asistieron varios de sus amigos sevillanos, se proyect¨® conseguir el acondicionamiento de una casa en el barrio de: Santa Cruz y fijar su residencia en Andaluc¨ªa. Pero no cuaj¨® el proyecto, y no precisamente por las ilusiones de Bergam¨ªn, siempre tan andaluz.
Quiz¨¢ para estar lo m¨¢s cerca posible de La Maestranza pas¨® una larga temporada en la sierra de Aracena, donde su hija Teresa hab¨ªa arreglado una casa pueblerina para refugio de su soledad.
Apenas hace dos a?os me habl¨® de volver a Francia. Fue antes de "Ia cornada", a la salida de la plaza de Las Ventas, por un "toro de cristal", que cambi¨® su vida y rompi¨® su rabiosa independencia.
Tiene mucha l¨®gica, y para m¨ª mucha emoci¨®n, que repose para siempre en el Pa¨ªs Vasco, ¨²ltimo camino de su largo peregrinaje, este andaluz de ni?ez malague?a, madrile?o de la plaza Mayor y de la plaza de Oriente y a quien entre todos, acos¨¢ndole, ech¨¢ndole, llevaron tierra adentro, a la fontera, a ver amanecer cada ma?ana en San Sebasti¨¢n y a recibir los ¨²ltimos golpes de tierra sobre su tumba en ese Fuenterrab¨ªa que escuch¨® en el aire versos de su juventud y ahora en las horas finales, sus ¨²ltimos versos, mientras esperaba "Ia mano de nieve". A su llegada quiz¨¢ repitiera en su interior, reprob¨¢ndole su tardanza:
"Me siento triste y cansado, triste sin saber por qu¨¦. / Cansado de estarlo tanto. / Todo se me va acabando... / No s¨¦ por qu¨¦ no se acaban / mi tristeza y mi cansancio".
Cuando todo parec¨ªa terminado llega luego aquello de si le enterraban o no con la ikurri?a. Despu¨¦s que si dijo o no dijo sobre Espa?a, porque todo lo que sobre Espa?a dijo a lo largo de los a?os no lo hab¨ªan le¨ªdo "Ios comentaristas", y si lo hab¨ªan le¨ªdo no lo hab¨ªan entendido, y algunos que s¨ª lo entend¨ªan vomitaban bilis despu¨¦s.
El vivo esqueleto que fue hab¨ªa ca¨ªdo suavemente sobre tierras de Euskadi.
Se cerraba la ¨²ltima etapa del peregrinaje. Por fin va a descansar uno de los poetas m¨¢s importantes de este siglo.
J. J. Armas Marcelo, en lan magn¨ªfico art¨ªculo, ha razonado sobre si Bergam¨ªn hubiera sido franc¨¦s. Pero como no era ni quiso ser franc¨¦s, como tampoco lo quiso Picasso, le rodearon en la despedida sus amigos vascos, y con ellos Jaime Salinas, representando al ministro de Cultura, yo creo que m¨¢s como hijo de Pedro Salinas que como director general del Libro.
El d¨ªa de su fin, Juan Cruz me llam¨® pidi¨¦ndome un comentario para EL PAIS. Tomado telef¨®nicamente, suprimimos despu¨¦s casi un folio por el aqu¨¦l del espacio. Estaba escrito queriendo vencer el apasionamiento, desde la congoja, entre l¨¢grimas, con una amarga sensaci¨®n de desamparo. M¨¢s o menos la misma sensaci¨®n de desamparo con que ahora escribo estas l¨ªneas.
Babelia
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