Demanda de distensi¨®n
Quiero unir mi voz de hombre de la calle a la de mi amigo Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz (EL PAIS, 25 de septiembre de 1983, p¨¢gina 18), pidiendo que una discusi¨®n de orden pedag¨®gico sobre la conveniencia de aludir a ciertos temas morales en un texto destinado a ni?os de once a?os no se convierta en guerra religiosa ni en asunto dogm¨¢tico.Personalmente me resulta poco agradable todo lo que huela a censura previa o a necesarias autorizaciones oficiales para el uso de libros. Pero existe una orden ministerial de 16 de julio de 1980 que exige para los textos de religi¨®n y moral cat¨®licas la autorizaci¨®n del Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, previo dictamen favorable del organismo correspondiente de la Conferencia Episcopal Espa?ola. Nuestros obispos no s¨®lo hab¨ªan aceptado pac¨ªficamente hasta ahora esta normativa, sino que se hab¨ªan servido de ella en el verano de 1981 para impedir el uso como textos de los libros Jesucristo, La Iglesia y El hombre, publicados por la Editorial Verbo Divino, de Estella. No se puede, por tanto, acusar de agresi¨®n al MEC por recordar la existencia de una norma proveniente de un anterior Gobierno de UCD, y cuya legitimidad fue reconocida y utilizada anteriormente por la Comisi¨®n Episcopal de Ense?anza y Catequesis. Dicho esto, a m¨ª me gustar¨ªa mucho que el Gobierno actual modificara la normativa establecida por un Gobierno de UCD con aquiescencia de los obispos, aumentando el ¨¢mbito de libertad para todos en el uso de libros y material escolares.
Por otra parte, me parecer¨ªa mal que el MEC quisiera imponer irreductiblemente sus puntos de vista pedag¨®gicos, denegando sistem¨¢ticamente la autorizaci¨®n a libros de texto que respondan a otras orientaciones. En un pa¨ªs democr¨¢tico se debe admitir el pluralismo tambi¨¦n en la pedagog¨ªa.
La intransigencia monol¨ªtica s¨®lo sirve para envenenar la convivencia social. Como creyente, me da pena que la actitud de los obispos (que a muchos les parece de prepotencia) est¨¦ dando ocasi¨®n a descalificaciones ferozmente sarc¨¢sticas de la fe cristiana, que, confundiendo la paja con el grano, deterioran la mutua comprensi¨®n y respeto entre personas de diferentes ideas, que son b¨¢sicos para la cultura y la paz civil en una sociedad moderna. Pero esto tienen que empezar por practicarlo los cat¨®licos.
El asunto de mencionar o no el problema del aborto en la ense?anza impartida a los alumnos de 11 a?os es, en todo caso, anecd¨®tico y marginal. Hacer de esto una guerra de religi¨®n ser¨ªa aberrante. La verdadera guerra se juega en otros campos. Quiz¨¢ lo de los catecismos sea una maniobra t¨¢ctica en la lucha contra la LODE.
Tambi¨¦n en la discusi¨®n de este proyecto de ley deseamos muchos que se proceda con discursos civiles, y no con un regusto de cruzada. Los asuntos debatidos son pol¨ªticos y, evidentemente, discutibles.
El proyecto de LODE pretende que en los colegios subvencionados haya una participaci¨®n efectiva de los padres y de los trabajadores (docentes y no docentes) en la gesti¨®n del centro. Otros se oponen en¨¦rgicamente a esto, porque quieren mantener un poder pr¨¢cticamente absoluto de los due?os de los colegios privados.
Los ciudadanos, en el debate pol¨ªtico, tienen derecho a mantener cada uno sus propias preferencias. Pero es de desear que no se pierdan la serenidad ni la racionalidad.
He le¨ªdo en alguna parte que el proyecto de la LODE, al exigir una cierta cogesti¨®n en la direcci¨®n de los centros subvencionados, se inspirar¨ªa en experiencias yugoslavas. Tal vez.
Pero podr¨ªa decirse tambi¨¦n que se aproxima a los puntos de vista del Papa actual, Juan Pablo II, en su enc¨ªclica Laborem exercens. Porque all¨ª se afirma la necesidad de que, sean las empresas p¨²blicas o privadas, la persona humana que trabaja en ellas "tenga la posibilidad de aparecer como responsable y coart¨ªfice en el puesto de trabajo a que est¨¢ dedicado" (n. 15). ?Qui¨¦n sabe si tambi¨¦n el papa Wojtyla se ha podido inspirar alguna vez en Yugoslavia? En todo caso, podr¨ªamos discutir nuestras cuestiones serenamente, sin recurrir, como los polinesios, al tab¨².
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