Un anuncio y una manifestaci¨®n
LA PUBLICACI?N por EL PAIS, el pasado domingo, de un anuncio a doble p¨¢gina contra la despenalizaci¨®n del aborto ha producido reacciones contrarias en un gran sector de lectores del peri¨®dico. Muchos de ¨¦stos se han dirigido al mismo, como puede verse en la secci¨®n de Cartas, protestando por dicho anuncio. Las quejas coinciden en la vulgaridad de la propaganda y en lamentar que un anuncio que contiene expresiones y opiniones formalmente contrarias a la l¨ªnea editorial de EL PAIS en tema tan delicado, haya sido admitido y publicado por el diario.La mayor¨ªa de los comunicantes aciertan al suponer que han sido motivos de respeto al pluralismo los que llevaron al director del peri¨®dico, que tiene derecho de veto sobre todos los originales del mismo, a autorizar la inserci¨®n del controvertido anuncio. De haber sido otra la decisi¨®n, por lo dem¨¢s, no ser¨ªa la primera vez que la direcci¨®n de EL PAIS rechaza la publicaci¨®n de originales de publicidad por entender que sus contenidos o sus formas vulneran, las normas de estilo establecidas por el diario. La sola suposici¨®n de que pagando se podr¨ªa decir cualquier cosa en cualquier peri¨®dico hiere la m¨¢s elemental de las ¨¦ticas profesionales. Por otra parte, EL PAIS se precia de dar tribuna a las m¨¢s variadas corrientes de opini¨®n sobre los temas m¨¢s diversos sin necesidad de que acudan a la publicaci¨®n de un anuncio para poder expresar sus puntos de vista.
As¨ª las cosas, es obvio que fue una decisi¨®n consciente la de dar v¨ªa libre a la publicaci¨®n de la procaz historieta de Nacho. Que fuera consciente no quiere decir que fuera acertada. Tampoco que no lo fuera. Por las caracter¨ªsticas del contenido del anuncio, por la vulgaridad de sus expresiones, el acientifismo de sus planteamientos y la violencia de su agresi¨®n contra todos quienes no comulguen con lo que all¨ª se dice, el anuncio pod¨ªa ser, sin duda, rechazado. No nos cabe duda, sin embargo, de que un elemento m¨¢s de la provocaci¨®n que con ¨¦l se pretend¨ªa era saber si un medio como EL PAIS, que ha defendido editorialmente la despenalizaci¨®n del aborto, rechazaba el inserto publicitario en nombre de la coherencia editorial y de los derechos de sus lectores o lo admit¨ªa -atendiendo a id¨¦nticas razones- por respeto a la libertad de expresi¨®n. Optamos por esto ¨²ltimo. Cuando defendemos el derecho de expresarse libremente creemos que, efectivamente, este derecho debe ser otorgado incluso a los enemigos de la libertad. No decimos que esta postura no pueda resultar ingenua en ocasiones. Pensamos, sin embargo, que esa ingenuidad palidece ante la tendencia frecuente a no dejar expresarse a los dem¨¢s. Alg¨²n d¨ªa los dem¨¢s podemos ser nosotros mismos.
Analizadas, pues, las circunstancias, optamos por publicar el anuncio. ?Bien, mal hecho? ?Qui¨¦n tiene la vara de medir el error? No podemos ser insensibles a las cr¨ªticas de nuestros lectores, pero tampoco a las de nuestra propia conciencia. Nos parec¨ªa importante saber que los enemigos a ultranza de este proyecto de ley que despenaliza el aborto no podr¨¢n decir que se les ha tapado la boca o que no se les ha dejado hablar. Que no digan en el futuro que no se aprob¨® limpia y llanamente en un debate democr¨¢tico. Un margen de duda es, en cualquier caso, razonable, pues es verdad que los padrinos de Nacho cuentan con medios abundantes de hacer o¨ªr sus voces y que EL PAIS pod¨ªa no haberles servido de resonancia. Por eso agradecemos cuantas observaciones cr¨ªticas, cuantas protestas hemos recibido al respecto. Quiz¨¢ valga, por ¨²ltimo, a quienes no convenzan nuestros razonamientos, el consuelo de conocer la pobreza de los argumentos y la zafiedad est¨¦tica de esa llamada Asociaci¨®n Pro-Vida.
Esta explicaci¨®n a aquellos de nuestros lectores que hayan sido heridos en su sensibilidad, quedar¨ªa, por lo dem¨¢s, bastante coja si no dij¨¦ramos una palabra de censura contra el ordenancismo del presidente del Congreso, que ha enviado a los guardias por tres veces a detener a unas pac¨ªficas manifestantes defensoras de la legalizaci¨®n del aborto, que discrepaban de la evidente tibieza del proyecto gubernamental. Es verdad que las leyes proh¨ªben manifestarse frente al Congreso -y tambi¨¦n proh¨ªben a la fuerza p¨²blica insultar a los manifestantes-, pero es norma de buena gobernaci¨®n saber evitar el mal mayor y no provocarlo gratuitamente. La imposibilidad legal de celebrar manifestaciones ante el Parlamento para no turbar a sus se?or¨ªas resulta un anacronismo absoluto en esta ¨¦poca de febril actividad de los medios de comunicaci¨®n de masas, bastante m¨¢s perturbadores que un grupo gritando. La ¨²nica se?or¨ªa turbada por 25 o 50 personas pac¨ªficamente concentradas en la carrera de San Jer¨®nimo parece ser el presidente de la C¨¢mara. Las manifestantes, por lo dem¨¢s, deben estar felices: nunca dos docenas de personas lograron armar tanto ruido. La decisi¨®n del presidente del Congreso se inscribe en las ant¨ªpodas del razonamiento que llev¨® a autorizar la publicaci¨®n del anuncio en EL PAIS. A nosotros nos parece mucho m¨¢s perturbador para el ¨¢nimo de sus se?or¨ªas saber que se est¨¢ reprimiendo, con insultos y amenazas gratuitos, una manifestaci¨®n pac¨ªfica en las afueras del Parlamento que la manifestaci¨®n misma.
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