Los campos espa?oles ya huelen a p¨®lvora
Hoy comienza la temporada de caza, que moviliza a 1.200.000 cazadores, mueve m¨¢s de 100.000 millones de pesetas y significa la muerte de 10 millones de animales.
Esta madrugada, en Escalona, en Aranda de Duero, en Taranc¨®n, en La Carolina, en cualquier localidad pr¨®xima a los terrenos tradicionalmente cineg¨¦ticos, se ha vivido una intensidad que s¨®lo puede darse cada segundo domingo de octubre. Personajes con trajes camperos, cananas al cinto, perros, han inundado los bares que permanecen abiertos toda la noche. Hab¨ªa que tomarse el primer cafelito. Poco despu¨¦s, antes de que saliera el sol, el campo ya ol¨ªa a p¨®lvora. Ha sido la apertura de la temporada de caza, que moviliza a 1.200.000 cazadores, mueve m¨¢s de 100.000 millones de pesetas y significa la muerte de 10 millones de especies de caza menor y 70.000 de caza mayor.
Espa?a es un pa¨ªs cazador por excelencia. A la dependencia del hombre sobre la caza para subsistir continu¨® la tradicional afici¨®n de los reyes a cazar. La diferencia de clases permiti¨® despu¨¦s, a lo largo del tiempo, que la caza se siguiera practicando en su doble vertiente: para mitigar el hambre y para recrear el ocio de los pudientes. Hab¨ªa caza para todos. El clima, la orograf¨ªa y la variedad y cantidad de especies hicieron de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica un para¨ªso de la caza menor en todo el mundo. Ahora la caza es una actividad que se practica por afici¨®n. Se le considera un deporte, pero con todo un negocio montado a su alrededor. La caza comenz¨® a tener due?os. No era del que la mataba, sino del que la ten¨ªa en sus tierras. Y las tierras comenzaron a arrendarse. Ahora Espa?a es un inmenso coto de caza. De los 50 millones de hect¨¢reas que tiene Espa?a, 36 est¨¢n acotadas.El resto es lo libre, es decir, a donde acuden los cazadores modestos, porque ah¨ª la caza s¨ª es de quien la mate; son zonas esquilmadas por la presi¨®n a que se ven sometidas cada temporada o donde cazar no es c¨®modo por las caracter¨ªsticas del terreno. Son lugares para Rodolfo de Asas, recientemente fallecido, o Parrita, el maestro de Cogolludo, o Leonardo, que es pastor en Albacete, o Berlanga, uno de los guardas de la serran¨ªa de Ronda, cazadores todos ellos que est¨¢n muy cerca de la figura legendaria de Juan Lob¨®n. Para lograr all¨ª una percha de perdices hace falta algo m¨¢s que unas piernas de acero; es preciso vivir y sentir como un animal m¨¢s del monte. La afici¨®n por la caza no parece haber encontrado su l¨ªmite. Hay censados 1.229.153 cazadores. Barcelona (88.961), Madrid (85.499) y Valencia (71.309) son las provincias con mayor n¨²mero de licencias de caza. Estas tres provincias no son las m¨¢s afortunadas cineg¨¦ticamente hablando. Se registra, por tanto, una migraci¨®n de los cazadores hacia las mejores zonas de caza donde el n¨²mero de cazadores es menor, quiz¨¢ porque no tienen donde cazar.
Pero porcentualmente el n¨²mero de cazadores es a¨²n mayor en Teruel, Guadalajara, Huesca y Navarra, donde de cada 100 habitantes, seis son cazadores. En Barcelona y Madrid, en cambio se encuentra el porcentaje m¨¢s bajo en la relaci¨®n licencias de caza/poblaci¨®n total, ya que no llega al 2%.
La licencia de caza la facilita el Icona y se obtiene sin ning¨²n examen -lleva varios a?os queri¨¦ndose implantar- y cuesta un m¨¢ximo de 1.995 pesetas. El precio para cazadores extranjeros es de 16.020 pesetas. Los cazadores vienen a matar cada temporada unos 10 millones de animales. La mitad son conejos; el resto, perdices, liebres, codornices, patos y palomas. En caza mayor se cazan 40.000 jabal¨ªes y 20.000 venados; el resto de especies de caza mayor -cabra, gamo, corzo, rebeco, mufl¨®n y arru¨ª- supone una cifra m¨ªnima, ya que al estar controlados en las reservas nacionales se cazan bajo un cupo restringido, que resulta necesariamente muy bajo al ser todav¨ªa escasa su poblaci¨®n.
El dinero de la caza
La caza en Espa?a es una actividad que mueve al a?o m¨¢s de 100.000 millones de pesetas. La mayor parte corresponde a la caza menor, con 80.000 millones. La caza mayor, con las monter¨ªas en los cotos privados y los recechos en las reservas naciones, ponen el resto, mientras que el gasto que representa arrendar un terreno para transformarlo en coto se hace incalculable.Los puestos de trabajo fijo que genera la caza suponen casi 50.000 millones de pesetas al a?o por los m¨¢s de 70.000 guardas de caza que cobran un m¨ªnimo de 40.000 pesetas con 14 pagas. A ¨¦stos hay que a?adir otro tipo de personal contratado y auxiliar, ya que en la temporada de caza los pagos a ojeadores y secretarios alcanzan los 7.000 millones de pesetas.
Los cartuchos que se disparan en una temporada superan los 100 millones, lo que significa un gasto superior ampliamente a los 2.000 millones de pesetas. Los gastos de transporte, manutenci¨®n, alojamiento, gratificaciones y el valor del producto c¨¢rnico eleva la cifra a los 60.000 millones, contando el cap¨ªtulo anterior de los puestos de trabajo fijos.
Queda un ¨²ltimo apartado en la caza menor, valorado en 20.000 millones de pesetas. ?stos se engloban en los precios que alcanzan los puestos que se ponen a la venta en las cacer¨ªas que tienen como finalidad el aspecto cremat¨ªstico. Matar una s¨®la perdiz, y sin derecho a que el cazador se la quede, viene a suponer una media de 1.500 pesetas.
La caza mayor, donde el negocio de la caza es m¨¢s ostensible con la aparici¨®n de organizaciones que se dedican profesionalmente a la explotaci¨®n cineg¨¦tica, mueve 10.000 millones de pesetas, cifra sensiblemente inferior a la anterior, pero que est¨¢ en funci¨®n del menor n¨²mero de cazadores que practican esta modalidad.
En las monter¨ªas comerciales un puesto se llega a vender por 300.000 pesetas, sin garant¨ªas, no ya de matar alg¨²n venado, sino de verlos tan siquiera. En caso de matar alguno, el cazador ¨²nicamente tiene derecho a llevarse la cuerna. La carne queda en poder de la organizaci¨®n para dirigirla hacia el mercado centroeuropeo. Si se quiere realizar una caza de selecci¨®n, es decir, de pretender cazar un excepcional trofeo, la caza se practica a rececho, generalmente en las reservas nacionales del Icona y el capricho puede suponer un desembolso cercano al mill¨®n de pesetas. El Icona tambi¨¦n dispone de terrenos para la caza menor. ?stos son los cotos sociales, donde se paga una cuota de entrada de 1.200 pesetas y 150 pesetas por pieza cobrada, hasta un m¨¢ximo de seis. Los permisos se conceden por sorteo. Hay 53 de estos cotos, repartidos en 24 provincias.
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