Cinco a?os de pontificado de Juan Pablo II
El Papa polaco ha llevado a la Iglesia un cierto aire publicitario y ha hecho de s¨ª mismo un personaje carism¨¢tico en el mundo
Para cualquier observador imparcial, sea laico o religioso, no puede pasar inadvertida la fecha del primer lustro, que se cumple el pr¨®ximo d¨ªa 16, de un pontificado rico de experiencias, incluso prescindiendo del juicio hist¨®rico que de ellas se pueda dar. En primer lugar, es innegable que en estos cinco a?os no ha habido probablemente un personaje en el mundo que haya removido tanto a la opini¨®n p¨²blica. Como ha escrito un periodista italiano: "En estos cinco a?os, parec¨ªa que todos los caminos llevaban a Wojtyla".Es igualmente cierto que ning¨²n Papa viviente ha tenido, en s¨®lo cinco a?os de pontificado, tanta Prensa, radio, televisi¨®n y publicidad. Incluyendo obras de teatro, pel¨ªculas, tebeos y discos. A sus colaboradores m¨¢s ¨ªntimos, Wojtyla les hab¨ªa confiado al llegar al pontificado que estaba dispuesto a que por lo menos cada quince d¨ªas la Iglesia fuera noticia en el mundo. Y lo ha conseguido ampliamente. Sobre todo, con sus viajes fuera y dentro de Italia -supera ya los 50-. Todos los Papas juntos de la historia no han hechos tantos kil¨®metros de viaje como los que ha recorrido Juan Pablo Il.
Ning¨²n pont¨ªfice como ¨¦l ha gozado del carisma de las masas. La revista Familia Cristiana lo bautiz¨® enseguida y eficazmente como "el Papa de todas las muchedumbres". Es cierto que estas muchedumbres no le han faltado al papa Wojtyla en ning¨²n momento y en ning¨²n pa¨ªs: incluso en aquellos de ra¨ªz protestante, como Alemania y el Reino Unido.
Alguien lo ha bautizado tambi¨¦n como la gota de mercurio, porque es un Papa que no sabe estar quieto. S¨®lo cuando reza lo hace postrado en tierra, con la frente apoyada en el suelo. Pero en cuanto se pone en pie quiere moverse. Se cuenta que volviendo de una visita a un santuario italiano, en helic¨®ptero, se dio cuenta al examinar su agenda que el domingo siguiente no ten¨ªa ning¨²n programa. Enseguida llam¨® a su secretario y le dijo: "?Qu¨¦ hacemos el domingo? Hay que buscar enseguida otro santuario".
Un Papa de acci¨®n
Durante sus viajes, cualquier programa le parece siempre peque?o. Jam¨¢s se concede una ma?ana o una tarde libre. Esta actividad directa con la gente es lo que m¨¢s ha caracteriza su pontificado. Por eso, todo se puede: decir de Juan Pablo Il menos que es un Papa diplom¨¢tico. Es un Papa de acci¨®n. Pero la fuerza de su misi¨®n es el contacto directo con las masas. Cuando en los viajes, le preparan actos que no son de multitudes se le ve desasosegado, como fuera de lugar. Se crece, se despierta, se anima, se entusiasma, se exalta s¨®lo cuando ante sus ojos se re¨²nen cientos de miles de personas. Si son j¨®venes, a¨²n m¨¢s. Con ellos se olvida de que es el Papa y bromea, canta, interpreta e improvisa."Desde que era muchacho he llevado siempre dentro una gran sed de justicia y ganas de cambiar el mundo para hacerlo mejor", les dijo a los j¨®venes en Brasil.
Pont¨ªfice viajero
Este cambio se concreta en que el Papa pr¨¢cticamente ha abandonado el Vaticano para convertirse en un Papa viajero, lo que tambi¨¦n ha llevado consigo una profunda reforma indirecta de la Curia romana y hasta del papado en s¨ª mismo. Existe un cierto malhumor en el mundo vaticano, que se siente hu¨¦rfano. Un cardenal expres¨® este ambiente con una broma: "Esperamos", dijo, "que este Papa que viaja tanto tenga un d¨ªa tiempo de hacer un viaje a la Curia".Los comunistas, que no se sienten atra¨ªdos por Wojtyla, envidian, sin embargo, su capacidad de acci¨®n, de congregar a las masas, de carisma p¨²blico. "Un l¨ªder as¨ª nos har¨ªa falta a nosotros", dijo un d¨ªa un viejo militante milan¨¦s durante una reuni¨®n de f¨¢brica. Hay quien se pregunta si es ¨¦ste un pontificado conservador o progresista. Si Wojtyla es un Papa tradicional o moderno. Y no siempre es f¨¢cil responder, porque se trata de un Papa at¨ªpico, lleno de contrastes.
La izquierda reconoce que pocos papas han hablado con tanta
fuerza como Karol Wojtyla a favor de la libertad sindical, de los derechos de los trabajadores, de la justicia social. Fue ¨¦l quien, provocado en la ciudad mexicana de Oaxaca por un campesino que le dijo a bocajarro: "Se?or Papa, aqu¨ª a los trabajadores nos tratan peor que a las vacas", lanz¨® aquella frase tan poco conservadora de que "la propiedad es una hipoteca social". Y pocos papas han sido tan duros cuando se ha tratado de condenar el consumismo y el capitalismo.
Tampoco se puede negar que durante estos cinco a?os de pontificado han resonado por boca del Papa duras condenas contra la falta de libertad, protagonizando la defensa de los derechos humanos. Su discurso en las Naciones Unidas no fue, en abosoluto, el de un Papa conservador.
Hay quien asegura que es "un conservador con coraz¨®n socialista", que no es un democristiano. "Si fuera menos polaco...", dicen a veces quienes piensan que el Papa Wojtyla acarrea una carga progresista m¨¢s grande de lo que aparenta.
Pero lo cierto es que Juan P¨¢blo II es polaco de los pies a la cabeza y no lo ha ocultado nunca. Se siente ante todo hijo de su patria. Nadie duda de la veracidad de la noticia que circul¨® en los d¨ªas cr¨ªticos de la revoluci¨®n polaca, ante el peligro de una invasi¨®n sovi¨¦tica. Parece que envi¨® una carta al Kremlin en la que comunicaba que, si hab¨ªa invasi¨®n, ¨¦l mismo se trasladar¨ªa a Varsovia para compartir la suerte de sus compatriotas.
Un pensamiento peculiar
Y como polaco cree que el mundo se podr¨¢ reconciliar y salvar s¨®lo a trav¨¦s de una vuelta a los valores del cristianismo. S¨®lo as¨ª ser¨¢ posible la reunificaci¨®n de Europa, s¨®lo as¨ª podr¨¢ acabarse con lo que ¨¦l considera el enemigo n¨²mero uno de la humanidad: el materialismo y el ate¨ªsmo. S¨®lo as¨ª el imperio ruso se desmoronar¨¢. Aseguran que el Papa Wojtyla ha cre¨ªdo siempre el mensaje de la Virgen de F¨¢tima acerca de la necesidad de la "conversi¨®n de Rusia" al cristianismo para evitar una hecatombe mundial.La visi¨®n del mundo de este Papa no es ciertamente la de los te¨®logos de la secularizaci¨®n, sino m¨¢s bien la sacral y religiosa. Para ¨¦l, y lo dijo desde el primer momento, no puede existir, por ejemplo, libertad si ¨¦sta no nace de la libertad religiosa. Por eso, el te¨®logo Edward Schilebeeck lo ha acusado de "ignorar la Revoluci¨®n Francesa".
La ostpolitik -di¨¢logo con los pa¨ªses comunistas- de Pablo VI y del cardenal Agostino Casaroli, actual secretario de Estado, ha quedado paralizada. Su experiencia polaca lo empuja m¨¢s bien hac¨ªa una confrontaci¨®n con los pa¨ªses comunistas que al di¨¢logo o la colaboraci¨®n.
"Nadie tiene el derecho de eliminar a Cristo de la historia de los hombres" grit¨® en la plaza principal de Varsovia cuando lleg¨® a Polonia la primera vez. Es este desaf¨ªo el que Juan Pablo II quiere lanzar a los reg¨ªmenes no creyentes.
La acusaci¨®n m¨¢s grave que se le hace es la de tener dos pesos y dos medidas cuando defiende los derechos del hombre o condena las dictaduras totalitarias de tipo marxista o de corte fascista. Por tal raz¨®n, el nicarag¨¹ense Ernesto Cardenal le dijo en una ocasi¨®n: "Santidad, no se¨¢is profeta s¨®lo en vuestra patria, no nos prohib¨¢is lo que vosotros mismos hac¨¦is en Polonia".
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