Amargura y gracejo del sainete
Qu¨¦ duro es el sainete, qu¨¦ cruel. Desde el paso de Las aceitunas trata de ense?ar que cada uno tiene su puesto, que hay un orden social y que es impermeable. Nadie va a realizar sus sue?os, y la moraleja es que hay que aceptar el papel impuesto. Don Hilari¨®n ama, se encandila, invierte dinero ingenuamente, y tiempo. Marcelo, el peluquero de Gloria y peluca, sue?a con ser compositor de ¨®pera, y hasta con la revoluci¨®n igualitaria.Con estas dos obras inaugura la Zarzuela una temporada l¨ªrica destinada a ser brillante. Gloria y peluca, con libreto de Jos¨¦ de la Villa del Valle para m¨²sica de Barbieri, reproduce una situaci¨®n que hab¨ªa sido la de El maestro Campanone, que a su vez la tomaba de El maestro de capilla. Queda, en esta Gloria y peluca, la intenci¨®n de defensa de la m¨²sica y la inspiraci¨®n castizas frente a lo italianizante. Y esa desolaci¨®n del sue?o frustrado yconvertido en burla. Chausson, pobre peluquero que vuelve a sus pelucas en el personaje de Marcelo, tiene comicidad gestual, valores de actor.
La verbena de la Paloma es otra cosa. Es un monumento. Era un escritor madrile?ista que precedi¨® en el tiempo y en el lenguaje a Arniches. Su capacidad para mover personajes, simultanear acciones, dibujar cuadros esc¨¦nicos, fue asombrosa. La creaci¨®n de ambiente en los tres escenarios consecutivos de este ¨²nico acto: el calor, la pereza, la noche de verbena, las segundas y terceras acciones, son suficientes para que, aun sin la m¨²sica tambi¨¦n magistral de Ricardo de la Vega, su texto fuese antol¨®gico.
Jos¨¦ Luis Alonso, con el escen¨®grafo Burmann, ha resuelto los decorados con un realismo minucioso, un poco mon¨®tono porque los bloques de los tres decorados no cambian de lugar (simplemente giran sobre s¨ª mismos para ofrecer otra cara): haconseguido que esa noche de calor, de jarana relajada, se respire desde el escenario al mismo tiempo que la tensi¨®n principal. En un escenario no demasiado grande, mover esta multitud no es f¨¢cil. Lo que sin duda ha resultado m¨¢s dif¨ªcil es conseguir que los cantantes hablen o digan con la emoci¨®n y la prosopopeya madrile?a requerida sus papeles. En otros tiempos, el oficio de actor y el de cantante sol¨ªan ir m¨¢s de acuerdo; Jos¨¦ B¨®dalo debi¨® aprender de ni?o mucho de sus padres, B¨®dalo y Eugenia Z¨²ffoli, y es capaz de hacer su Don Hilari¨®n. Tote Garc¨ªa Ortega tiene tambi¨¦n la soluci¨®n de su oficio y su arte para las hist¨®ricas intervenciones de la Se?¨¢ Antonia, pero a Joaqu¨ªn Molina, actor, se le escapa el buscado acento madrile?o. Que el cantante Antonio Ord¨®?ez destroce sus parlamentos, ayudado por su interlocutora Carmen Sinovas -Juli¨¢n y la Se?¨¢ Rita-, es penoso. Quiz¨¢ no se pueda pedir demasiado.
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