Vibraci¨®n de fiesta

Els Comediants est¨¢n tocados de una gracia: la de comunicar instant¨¢neamente con el p¨²blico y sacarlo de s¨ª mismo, de su viejo y pesado disfraz de adulto cotidiano. Hace unos d¨ªas movilizaron en el Retiro a unas 40.000 personas que corr¨ªan y se entusiasmaban tras los demonis mediterr¨¢neos; ahora convierten la sala Olimpia en un burl¨®n sarao de gala donde el p¨²blico baila, salta, grita y, en fin, se deja ir dentro de lo que no va m¨¢s all¨¢ de la alegr¨ªa, del sentido de la fiesta. He visto bailar a personas insospechadas, y he visto verdaderas caras de felicidad en los espectadores-actores. Los l¨ªmites no van nunca m¨¢s all¨¢; es decir, no entran en el terreno de lo turbio, de lo bronco, en lo que a veces deriva cualquier verbena,El invento de Els Comediants mantiene todav¨ªa reminiscencias depuradas de lo que fue su gran espect¨¢culo en Madrid, Sol solet, sobre todo en la primera parte, donde la m¨¢scara, el mu?eco, el drag¨®n, tienen una belleza ingenua y una calidad teatral, una est¨¦tica popular con una informaci¨®n b¨¢sica de lo culto. M¨²sicas y fuegos artificiales mediterr¨¢neos, supervivencias de la vieja fiesta ritual. En la segunda parte, la teatralizaci¨®n de la fiesta popular se actualiza y la parodia es la de la discoteca o el cantor de charme, el travestido, la elecci¨®n de mises... Quiz¨¢ porque la materia objeto de parodia es en este caso menos noble, o nada noble, hay un descenso de calidad considerable. En todos los casos, en todos los momentos, lo importante es la capacidad de exaltaci¨®n y de liberaci¨®n que ejerce Els Comediants sobre su p¨²blico y la que tienen para, invisiblemente, controlarlo, dirigirlo, hacerle entrar en el juego que pretenden sin salirse de ¨¦l. Muchas m¨¢s veces he mirado al p¨²blico que a los propios actores: a estos actores se los ve¨ªa aut¨¦nticamente reflejados en la multitud danzante y, sin embargo, individualizada. No hay que perderse este fen¨®meno.