Los 'hu¨¦rfanos de Per¨®n'
Los peronistas afrontan las elecciones del 30 de octubre como si su general-l¨ªder estuviera a¨²n vivo. Su imagen est¨¢ presente en las calles y lo estar¨¢ en el recuerdo de todo el que deposite una papeleta a favor de ?talo L¨²der, sus palabras van a ser repetidas durante la campa?a por las cabezas visibles de un movimiento dividido, con enfrentamientos internos, unido s¨®lo por la confusa herencia de Juan Domingo Per¨®n. Ni siquiera la viuda del l¨ªder parece por el momento dispuesta a volver a Buenos Aires a consolar a los hu¨¦rfanos de Per¨®n.
La campa?a peronista para las elecciones del 30 de octubre es un monumento a la necrofilia y al pasado. Abiertamente se pide el voto para Per¨®n, y las im¨¢genes del caudillo muerto se?orean la propaganda televisiva. Aislada y silenciosa su viuda en Madrid y divididos prematuramente los m¨¢ximos dirigentes del justicialismo, los l¨ªderes sindicales del peronismo se han lanz¨¢do a la conquista del partido. En p¨²blico, alardean de un nuevo peronazo; en privado, ternen la humillaci¨®n de tener que pactar su triunfo en el colegio electoral tras no conseguir la mayor¨ªa ab soluta.Conductor de 'patotas'Uno de los m¨¢s eximios hu¨¦rfanos de Per¨®n es Herminio Iglesias, joven candidato a la gobernaci¨®n de la provincia de Buenos Aires (donde habita la mitad del pa¨ªs), aspirante a futuro l¨ªder, nacional, hijo de fam¨¦licos emigrantes gallegos, conductor de patotas (bandas), crecido econ¨®micamente al arrimo de la prostituci¨®n y el juego en su provincia, surcado de cicatrices, tuerto, sin un p¨¢rpado,,varias veces herido de bala, inteligente, ambicioso e inculto.
Cuando los periodistas le inquieren sobre su supuesta orquitis traum¨¢tica (a la salida de un velatorio le dispararon entre las piernas), clava en su interlocutor la mirada obsesiva de su ojo perennemente descubierto y le ruega le env¨ªe a su madre o a su hermana, si son hermosas, para que ellas lo comprueben personalmente. Lorenzo Miguel, con sus blancas patillas hasta la mand¨ªbula, secretario de la violenta Uni¨®n Obrera Metal¨²rgica, de las 62 organizaciones que agrupan a los sindicatos peronistas de la Confederaci¨®n General del Trabajo, y ahora primer vicepresidente ejecutivo del peronismo, se encuentra envuelto en juicios por la desaparici¨®n en un horno de pan de los restos troceados de uno de sus guardaespaldas, que cometi¨® el error de acopiar un exceso de informaci¨®n.
Son dos hombres temidos y temibles, ambos hijos de espa?oles, representativos de la nueva direcci¨®n peronista y con notables perspectivas de acceder a los m¨¢s altos cargos de la naci¨®n. Son algunos de los hu¨¦rfanos de Per¨®n, que ahora se pelean con sordina por el reparto del poder peronista. Abusan de su persecuci¨®n y sufrimientos bajo la dictadura militar, pero apenas tienen un leve recuerdo para toda la izquierda revolucionaria, m¨¢s o menos infiltrada o integrada sinceramente en el peronismo, que acab¨® habitando la escuela de Mec¨¢nica de la Armada o las c¨¢rceles secretas hasta su posterior asesinato.
Vergonzosamente, los hu¨¦rfanos de Per¨®n quieren aparecer como las primeras v¨ªctimas del proceso militar, pero es dificil dejar de advertir que la guerra -sucia militar, adem¨¢s de aniquilar la subversi¨®n de izquierda, limpi¨® de bolches las filas peronistas, devolviendo al movimiento toda su pureza antimarxista original. No es anecd¨®tica la reciente- agresi¨®n sufrida por las madres de la plaza de Mayo a manos de militantes peronistas de la CGT o la estimaci¨®n de los informes pol¨ªticos de las fuerzas armadas de que un Gobierno peronista ser¨¢ m¨¢s comprensivo que uno radical con los excesos de la represi¨®n. Los mismos informes que, analizando las relaciones exteriores, pronostican un acercamiento a la Alianza Popular de los peronistas y una aproximaci¨®n al PSOE de los radicales.
El martirologio de la viuda
Mientras los militares fumigaban a sangre y fuego su axila izquierda, los peronistas acumulaban el martirologio de la viuda de Per¨®n (cinco a?os en un chal¨¦ militar) o d¨¦ Lorenzo Miguel (preso en su casa), junto a los innegables sufrimientos de tantos peronistas, humildes vejados por la brutalidad de la Junta. La atrocidad militar sumi¨® en un r¨¢pido olvido el hecho de que la Triple A (Alianza Anticomunista A rgentina) fue un hijo leg¨ªtimo del peronismo, que las matanzas y desapariciones se iniciaron bajo Gobiernos peronistas y que la guerra civil argentina fue un subproducto de la batalla interna justicialista.
Antes que Isabelita fuese derrocada, Lorenzo Miguel arroj¨® contra ella la agresi¨®n de sus sindicatos, sellando su destino y dando la ¨²ltima justificaci¨®n a la intervenci¨®n militar: por vez primera, precisamente por saberlo d¨¦bil, el sindicalismo peronista se enfrentaba a su Gobierno. No es de extra?ar la renuencia de Isabel a regresar, sabi¨¦ndose anta?o traicionada por quienes ahora detentan el poder partidario. Isabel s¨®lo aspira a recuperar la fortuna de Per¨®n y a colocar pol¨ªtica, econ¨®mica y administrativamente al entorno que le demostr¨® fidelidad. Pero los que la votaron como presidenta del partido comentaban a los periodistas que, si volv¨ªa a Argentina antes de las elecciones, el triunfo ser¨ªa del candidato radical Alfons¨ªn.
Italo Argentino L¨²der, flem¨¢tico abogado candidato a la presidencia por el peronismo, alcanza su nominaci¨®n tras arduos esfuerzos por no hacer nada, no decir nada, no comprometerse con nadie. Reputado por el teniente general Lanusse (quien entrega el poder a C¨¢mpora en 1973, inaugurando, el segundo peronismo) como hombre incapaz de tomar una decisi¨®n, L¨²der fue nominado candidato a la presidencia por quienes aspiran a manejarlo, que son todos. Su triunfo no derrotaba a ninguna facci¨®n, excepto a los ultraverticalistas -que quer¨ªan la designaci¨®n de la se?ora y que lamentan que unas paperas tempraneras privaran a Per¨®n de haberles legado un hijo-, pero le impide triunfar por la fuerza de sus propias ideas (vaporosas y evanescentos dentro de la liturgia peronista).
La f¨®rmula presidencial L¨²der-Bittel, adem¨¢s, reun¨ªa otras ventajas. L¨²der es un suizo que aporta la imagen tranquilizadora del perfecto presidenciable y de la moderaci¨®n, que puede ara?arle votos al radicalismo entre las clases medias; hombre mesurado, que controla sus emociones (algunos estiman que carece de ellas), p¨¢lido, profesoral, viene a restar. agresividad al aluvi¨®n zool¨®gico peronista. Bittel, otro suizo, notario, caudillo del chaco, satisface las exigencias de las provincias y aporta id¨¦ntica imagen de respetabilidad democr¨¢tica y personal.
Lorenzo Miguel volc¨® el apoyo sindical en favor del binomio a cambio de la primera vicepresidencia ejecutiva del partido, que implica la totalidad del poder si la presidenta es Isabel, quien permanece callada y dolorida en Madrid, rezando mucho y consultando a un psiquiatra. Por lo dem¨¢s, el tejido pactado por los administradores de la herencia de Per¨®n otorgaba la gobernaci¨®n de la provicia de Buenos Aires a Antonio Cafiero, ex ministro de Econom¨ªa, acaudalado y cultivado. Herminio Iglesias le arrebat¨® la candidatura a patadas, y poco menos que a punta de pistola, en el controvertido congreso bonaerense.
La pelea Iglesias-Cafiero ser¨¢ se?alada en su d¨ªa como la prehistoria de la segunda guerra civil peronista. Iglesias, representante del peronismo de "Alpargata, s¨ª; libros, no", tras forzar bravamente su nominaci¨®n, se ha lanzado a una campa?a de talante nacional y formalmente grosera. Ha sembrado con su propaganda las paredes de la capital federal y, pese a los abrazos de los jerifaltes locales, se abstiene de intervenir junto a L¨²der o Miguel, quien pasea los dos trajes que ha adquirido por todo el pa¨ªs. En La Plata (capital de Buenos Aires), Iglesias no asisti¨® a su mitin, donde deb¨ªa hablar junto a L¨²der, y ¨¦ste se encontr¨® al borde de ser evacuado por su servicio de seguridad. La segunda guerra civil peronista apunta ahora hacia una mera lucha interna por el reparto del poder.
Por otra parte, el temor y las dudas suscitadas por las masivas afluencias a los actos electorales de Ra¨²l Alfons¨ªn y la p¨¦rdida de la disciplina sindical -la ¨²ltima huelga de transporte en Buenos Aires no fue seguida inicialmente por m¨¢s del 50% de los ch¨®feres; el resto fue convencido mediante incendio o tiroteo de los autobuses circulantes- han propiciado acelerados cambios en el tono de la propaganda electoral (rest¨¢ndola agresividad), una catarata de agresiones y difamaciones contra los radicales (se les acusa de servir intereses internacionales) y un ensanchamiento de las diferencias entre estos hu¨¦rfanos de Per¨®n que siguen hablando de la revoluci¨®n pendiente. De alguna manera son falangistas nutridos de carne y con suerte hist¨®rica.
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