El peronismo muestra sus violentas disensiones en un mitin celebrado en Buenos Aires
Con actos multitudinarios en C¨®rdoba y Buenos Aires, el peronismo remont¨® su apagada campa?a electoral en el D¨ªa de la Lealtad: el 17 de octubre, aniversario de la concentraci¨®n de 1945 en la plaza de Mayo que llev¨® a Juan Domingo Per¨®n al poder.
Unas 150.000 personas escucharon e insultaron a algunos dirigentes peronistas -especialmente a Lorenzo Miguel, vicepresidente ejecutivo del partido- en el estadio porte?o de V¨¦lez, en un ambiente de gran violencia, mientras otras 100.000 acog¨ªan en un cruce de calles en C¨®rdoba (feudo radical) al candidato presidencial ?talo ,L¨²der.Mediante una log¨ªstica impecable y con miles de autobuses esperando a los obreros a las puertas de las f¨¢bricas, el peronismo replic¨® el lunes a los ¨¦xitos de la campa?a de Ra¨²l Alfons¨ªn. Es evidente la recuperaci¨®n peronista en la recta final electoral.
En la cancha porte?a de V¨¦lez, miles de gargantas peronistas recibieron con un acogedor y atronador "?hijo de puta!" a su l¨ªder Lorenzo Miguel, secretario de la Uni¨®n Obrera Metal¨²rgica, de las 62 organizaciones (brazo pol¨ªtico del peronismo en la CGT) y primer vicepresidente ejecutivo del partido. Un gigantesco coro ("?Lorenzo, compadre, la concha de tu madre!": el peor exabrupto argentino) impidi¨® hacer uso de la palabra a quien en ausencia de Isabel es el jefe del peronismo. Botellas y cascotes volaron hacia la tribuna de oradores mientras Lorenzo Miguel intentaba achacar la bronca a provocadores radicales y comunistas. Miguel tuvo que retirarse.
La guerra entre facciones peronistas ha rebrotado sin esperar a los resultados electorales. Herminio Iglesias, caudillo del peronismo provincial bonaerense, disputa el poder a Lorenzo Miguel y, en menor medida, a L¨²der, quien procura permanecer equidistante e incontaminado.
Los incidentes marcan un giro en una campa?a electoral que comenz¨® apaciblemente y que se ha ido ti?endo de Violencia; entre los propios peronistas y desde ¨¦stos hacia los radicales.
Se estima en Buenos Aires que el binomio L¨²der-Bittel aspira secretamente a un triunfo minoritario del peronismo que exija una votaci¨®n pactada en el colegio electoral, en el temor de que un nuevo peronazo en las urnas d¨¦ ¨ªnfulas a unos sindicalistas que ya se pelean por el poder antes de obtenerlo. Una sustanciosa p¨¦rdida de masa electoral permitir¨ªa a L¨²der liberarse del cors¨¦ sindical y maniobrar hacia pactos poselectorales con el radicalismo y dirigir el Movimiento Nacional Justicialista hacia un partido moderno.
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