El triste espect¨¢culo del `socialismo meidterr¨¢neo?
CUANDO EN 1975 Mitterand, entonces primer secreta rio de un Partido Socialista franc¨¦s renovado en gran parte gracias a sus esfuerzos, invit¨® a reunirse en su finca de Latche, cerca de los Pirineos, a los, m¨¢ximos dirigentes de los partidos socialistas de Italia, Portugal, Grecia y Espada, la idea de un socialismo Mediterr¨¢neo estaba de moda. Las dictaduras de Grecia y Portugal hab¨ªan sido derribadas: Soares hab¨ªa gobernado con amplias coaliciones de izquierda; en Grecia crec¨ªa en tomo a Papandreu un movimiento popular muy amplio que dar¨ªa al PASOK una base electoral extraordinaria; en Espa?a se anunciaba el fin del franquismo. En Italia el predominio comunista en la izquierda (fen¨®meno ¨²nico en Europa) debilitaba al partido socialista; pero Mitterrand, campe¨®n del'di¨¢logo con los comunistas, pensaba que su ejemplo podr¨ªa promover experiencias de euroizquierda capaces de abrir nuevas v¨ªas para la salida de la crisis. El "socialismo mediterr¨¢neo" se presentaba, en ffinci¨®n de la agudeza de las contradicciones sociales en el sur del continente, como algo nuevo, susceptible de superar la tradici¨®n socialdem¨®crata anclada sobre todo en Rep¨²blica Federal Alemana, el Reino Unido y Escandinavia; ser¨ªa de verdad una fuerza transformadora, no ya simplemente reformista; dar¨ªa lugar a un nuevo internacionalismo, ' a relaciones nuevas en Europa y de ¨¦sta con los pa¨ªses progresistas de ?frica y del mundo ¨¢rabe. Ocho a?os despu¨¦s de la citada reuni¨®n de Latche se acaban de reunir en Atenas, convocadas por Papandreu, casi las mismas personas, si bien Mitterrand ha podido justificar su ausencia por las exigencias protocolarias de un presidente de la rep¨²blica. ?Qu¨¦ queda de las esperanzas, de los proyectos que evocaba hace, siete u ocho a?os el t¨¦rmino de "socialismo mediterr¨¢neo"? Lo que sin duda han logrado los partidos socialistas es un fuerte apoyo electoral; son cinco jefes de Gobieino los que se han reunido en Atenas. Incluso con unas caracter¨ªsticas poco frecuentes en la vida parlamentaria europea: en tres pa¨ªses (Francia, Grecia y Espa?a) los socialistas gobiernan con mayor¨ªas absolutas (la presencia comunista en el Gobierno franc¨¦s no desmiente esa realidad), y, por tanto con una libertad de movimiento considerable en el terreno parlamentario y legislativo para llevar a cabo los proyectos presentados ante los electores. Sin embargo, las acciones realizadas por lbs cinco Gobiernos cuyos jefes se reunieron en Atenas no se aproximan mucho a las ideas esbozadas en las etapas previas al ¨¦xito- electoral. No se ve por ning¨²n lado un nuevo camino para salir de la crisis. Sin duda, Mitterrand inici¨® su mandato con medidas progresistas como la na-cionalizaci¨®n de la banca, la descentralizaci¨®n del Estado, el aumento del poder de los sindicatos obreros en las empresas y una orientaci¨®n econ¨¢n?ca de elevaci¨®n del consumo interior. Pero se ha visto obligado a dar marcha atr¨¢s y a adoptar una pol¨ªtica de austeridad que est¨¢ provocando un profundo descontento entre los mismos sectores sociales que decidieron la victoria electoral socialista. Sin duda, en las primeras dos horas de la reuni¨®n de Atenas hubo cierto intercambio de experiencias, un esbozo de debate ideol¨®gico. Pero lo que en seguida se puso en primer plano fueron las diferencias, las contradicciones entre los reunidos o, m¨¢s exactamente, entre los intereses estatales que expresaban los dirigentes socialistas. Nadie emple¨® la expresi¨®n socialismo inediterr¨¢neo, ni siquiera a efectos de propaganda. Lo que se ha puesto de manifiesto, sobre todo en la actitud francesa, pero no exclusivamente en ella, es el peso del proteccionismo, de la estrechez nacionalista en la pol¨ªtica de Gobiernos socialistas. Lo cierto es que la actitud francesa ante el ingreso de Espa?a y Portugal en el Mercado Com¨²n significa ni m¨¢s ni menos que sacrificar necesidades pol¨ªticas europeas, que el propio Partido Socialista franc¨¦s reconoce, a la conservaci¨®n de si tuaciones privilegiadas de determinados sectores de la poblaci¨®n rural francesa. Si en el momento de la reuni¨®n que convoc¨® en Latche, Mitterrand tuvo la idea de que el Partido Socialista franc¨¦s podr¨ªa ejercer cierta hege mon¨ªa sobre otros partidos socialistas del sur de Europa y lograr as¨ª una nueva correlaci¨®n de fuerzas en el seno de la Internacional Socialista, poco puede quedar en pie de tales proyectos ante los hechos de hoy. Sobre la cues ti¨®n Ibolocada . en estos momentos en el centro de las preocupaciones de las fuerzas pol¨ªticas de nuestro continente, los euromisiles y las movilizaciones pacifistas, la reuni¨®n de Atenas ha reflejado una divisi¨®n radical; mientras los griegos apoyan el pacifismo, los franceses (y en cierto modo los it¨¢lianos y espa?oles) se colocaron en posiciones m¨¢s pr¨®ximas a las del canciller Koffl que a las de la socialdemocracia alemana, por no hablar de la posici¨®n netamente pacifista del laborismo ingl¨¦s y de otros partidos socialistas. Parece como si los imperativos del poder, en una Europa occidental fuertemente condicionada, est¨¦n anulando, absorbiendo las ilusiones transformadoras con las que llegaron al poder una serie de partidos socialistas. Claro. que los problemas siguen en pie; . quiz¨¢ aparezcan ma?ana nuevos caminos para abo ' rdarlos. Pero el espect¨¢culo de Atenas ha sido bas tante triste.
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