En la mara?a del desarme
Debido, probablemente, al pr¨®ximo despliegue de los euromisiles y al punto muerto en el que se, hallan las conversaciones para el desarme hemos venido sufriendo durante los ¨²ltimos meses una verdadera inundaci¨®n informativa sobre los m¨¢s variados aspectos del armamento nuclear y qu¨ªmico. Cualquiera que tenga la paciencia suficiente para orientarse entre la masa de papel impreso existente sobre el tema est¨¢ perfectamente. informado de los millares de veces que un misil de nuestros d¨ªas es m¨¢s poderoso que las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, as¨ª como puede apreciar las ventajas relativas que presentan los lanzadores terrestres, los bombarderos de largo alcance y los submarinos nucleares, y estremecerse ante la perspectiva que presentan las smart-bombs, ingenios destructores no nucleares, pero de tanta potencia como precisi¨®n, que encarnan el triunfo de la tecnolog¨ªa m¨¢s avanzada en su doble variedad norteamericana y sovi¨¦tica. De la misma forma, el lector puede informarse de que EE UU prepara la creaci¨®n de una vasta red de estaciones espaciales armadas con peque?os misiles y rayos l¨¢ser que, con un poco de suerte tecnol¨®gica, pueden interceptar y destruir hasta un 90% de los proyectiles enemigos. Es decir, que si los sovi¨¦ticos lanzaran un ataque de una potencia equivalente a medio mill¨®n de bombas como la de Hiroshimna, s¨®lo 50.000 de ellas llegar¨ªan a sus objetivos, y la bagatela de unos 200 millones de seres humanos perecer¨ªan. Junto a toda esta riqueza informativa, el lector interesado puede consumir cientos de art¨ªculos sobre las distintas posturas implicadas en comparaci¨®n con la posici¨®n negociadora de las dos superpotencias.Ante semejante diluvio informativo considero que es mi deber de historiador tratar de abrirme paso entre tanta hojarasca t¨¦cnica y, desde un punto de vista probablemente ut¨®pico y con toda seguridad nada realista, prever futuros acontecimientos, al margen de los intereses nacionales o de cualquier preferencia por uno u otro modelo pol¨ªtico y econ¨®mico. Sobre esta base quisiera hacer las siguientes precisiones.
1. La disuasi¨®n nuclear existe, hoy en d¨ªa, al margen de ventajas o desventajas debidas a unas u otras armas, tanto en el bando norteamericano como en el sovi¨¦tico, en la medida en que ambos sean capaces de atacar a la otra parte sin sufrir un da?o irreparable como represalia. ?sta es la conclusi¨®n inobjetable a la que se llega estudiando la documentaci¨®n publicada por el Instituto de Estudios Estrat¨¦gicos, de Londres, el Instituto de Investigaci¨®n para la Paz Internacional, de Estocolmo, y la Uni¨®n de Cient¨ªficos de Estados Unidos.
2. Los euromisiles, las smartbombs, los gases, enervantes, las estaciones espaciales y los rayos l¨¢ser no hacen sino incrementar el riesgo de una guerra nuclear por estas razones: las dudas concernientes al equilibrio entre la capacidad de destrucci¨®n atribuible a cada bando; las dudas concernientes a la eficacia de sistemas de una estructura tan delicada y compleja, con todos sus riesgos multiplicados de error o accidente; la tentaci¨®n de ser los primeros en dar el golpe, y tambi¨¦n porque, en ocasiones, los locos pueden llegar al poder. Las autoridades tanto de Washington como de Mosc¨² han demostrado su salud mental durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero no podemos olvidar que el uno de septiembre de 1939 Adolfo Hitler desencaden¨® una guerra que la mayor¨ªa de sus militares ve¨ªa con recelo y que ning¨²n otro Gobierno deseaba.
3. No podemos pensar en dar una soluci¨®n a la crisis econ¨®mica mundial, a menos que reduzcamos dr¨¢sticamente, del orden de un 60% a un 80%, el volumen mundial de gastos militares. El instituto de Estocolmo estima que los gastos militares en el planeta fueron en 1982 de entre 700.000 y 750.000 millones de d¨®lares, mientras que el organismo brit¨¢nico antes mencionado eleva la cifra a m¨¢s de 800.000 millones de d¨®lares. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional valora el total de la deuda exterior de los pa¨ªses del Tercer Mundo en m¨¢s de 650.000 millones de d¨®lares, y economistas socialmente conscientes, como Ram¨®n Tamames, se han referido repetidamente a los desastrosos efectos econ¨®micos y ecol¨®gicos de la carrera de armamentos. Pero son mucho m¨¢s numerosos los economistas que mueven gravemente la cabeza y nos cuentan que la incapacidad de aquellos pa¨ªses para hacer efectivas sus deudas puede provocar el colapso de la econom¨ªa mundial, sin mencionar que el monto total de la bancarrota del Tercer Mundo equivale a una suma inferior al gasto anual del planeta en armamento.
El premio Nobel de Econom¨ªa Kenneth Arrow declar¨® a EL Pasa a la p¨¢gina 12
En la mara?a del desarme
Viene de la p¨¢gina 11PAIS el pasado nueve de septiembre que hab¨ªa algo misterioso en torno al tema de los elevados tipos de inter¨¦s, pero no hac¨ªa menci¨®n alguna al volumen de gastos militares, que con toda seguridad son el factor individual m¨¢s importante para el mantenimiento de esos altos tipos en EE UU, los que, a su vez, son los responsables de la sobrevaloraci¨®n del d¨®lar en los mercados internacionales y de muchos de los problemas y desequilibrios que se derivan de esa sobrevaloraci¨®n. A corto plazo, la carrera de armamentos hace imposible la recuperaci¨®n de la econom¨ªa mundial, y a largo plazo acabar¨¢ produciendo la bancarrota de EE UU y de la URSS.
4. Estados Unidos es psicol¨®gicamente incapaz de aceptar la situaci¨®n de paridad nuclear m¨¢s o menos parecida alcanzada por la URS S en los ?ltimos a?os. En los primeros 30 a?os de la carrera nuclear, hasta 1975, Washington fue siempre por delante, aunque con una ventaja que menguaba de a?o en a?o, y por ello tiende a interpretar la situaci¨®n actual como favorable a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero si la insistencia en esa presunta ventaja es irraci¨®nal, EE UU no carece de razones poderosas para desconfiar de la diplomacia de Mosc¨². La URSS acept¨® en 1945 la celebraci¨®n de elecciones libres y la formaci¨®n de Gobiernos no comunistas en Europa oriental si ¨¦sa fuese la de cisi¨®n de las urnas, pero en 1948 ya hab¨ªa eliminado a todos los l¨ªderes pol¨ªticos que no estuvieran dispuestos a actuar como meros agentes del Gobierno y del Ej¨¦rcito de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Todos aquellos que est¨¢n siempre dispuestos a culpar a Estados Unidos de la infinidad de males que aquejan al mundo deber¨ªan recordar cu¨¢l ha sido la experiencia de la diplomacia norteamericana durante los a?os que siguieron a Yalta.
5. Los sovi¨¦ticos han vivido una situaci¨®n de paranoia desde el momento en que se produjo la revoluci¨®n de 1917, justificada por la intervenci¨®n internacional contra su pa¨ªs que desencadenaron las potencias capitalistas europeas, Estados Unidos y Jap¨®n en el per¨ªodo 1918-1920; tuvieron 20 millones de muertos en la guerra contra Hitler y contemplan al presidente norteamericano Reagan como la amenaza que ha sucedido a Hitler. Desde un punto de vista m¨¢s ameno habr¨¢ que observar que los sovi¨¦ticos no han cesado de decir que una guerra nuclear ser¨ªa catastr¨®fica para todos y jam¨¢s Kan contemplado la posibilidad de una guerra nuclear limitada, excepto como r¨¦plica a las fr¨ªvolas amenazas a lo superman de numerosos comentaristas norteamericanos. El ministro sovi¨¦tico de Asuntos Exteriores, Andrei Gromyko, no present¨® al secretario de Estado norte americano, George Shultz, ning¨²n tipo de excusas por la destrucci¨®n del jumbo surcoreano, en su reciente entrevista en Madrid, pero s¨ª hizo el gesto significativo de acudir a ver a Shultz a la Embajada de Estados Unidos y trat¨® de dialogar sobre el desarme.
6. Si los Pershing 2 y los Cruise se instalan en Europa occidental, los sovi¨¦ticos instalar¨¢n, con toda seguridad, centenares de nuevos misiles de alcance corto y medio en los pa¨ªses del Pacto de Varsovia. Los Gobiernos europeos no pueden ignorar que ello har¨ªa mucho m¨¢s probable que una guerra nuclear destruyera el continente antes de que los dos gigantes llegaran a atacarse directamente el uno al otro. No tengo explicaci¨®n alguna que dar a ese ciego consentimiento a que se instalen los misiles.
7. La movilizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica para obligar a los Gobiernos respectivos a promover el desarme nuclear es una necesidad perentoria para que no se extinga la vida civilizada en las pr¨®ximas d¨¦cadas. No faltan para ello algunos signos alentadores: las iniciativas para la congelaci¨®n nuclear de algunas elecciones locales norteamericanas; la inequ¨ªvoca condena del armamentismo nuclear pronunciada por los obispos cat¨®licos de EE UU; la posici¨®n del Partido Laborista brit¨¢nico y de una fracci¨®n del Partido Socialdem¨®crata alem¨¢n; las manifestaciones pacifistas en Mosc¨², al margen de la obvia manipulaci¨®n de las masas que ello implica; las advertencias en este sentido pronunciadas por l¨ªderes de Europa oriental.... Los Gobiernos, tanto los democr¨¢ticos como los autoritarios, tienen que responder a los sentimientos de la opini¨®n cuando ¨¦stos son claros, sostenidos, coherentes. El destino de la civilizaci¨®n se juega entre una opini¨®n p¨²blica movilizada y los dinosaurios militares, con todos sus intereses establecidos de car¨¢cter tanto econ¨®mico como institucional.
es historiador.
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