El terrorismo y otros acosos
Voy a empezar diciendo algo que quiz¨¢ resulte escandaloso: el terrorismo no es una amenaza para la supervivencia de la democracia en Espa?a. La amenaza reside m¨¢s bien en la compulsi¨®n ante el mismo, la crispaci¨®n social, la sensaci¨®n de impotencia colectiva y el miedo a que todo ello d¨¦ base y pretexto a una intervenci¨®n militar o a una militarizaci¨®n de las actitudes pol¨ªticas por parte del Gobierno. A la luz de estas consideraciones, las manifestaciones recientes parecen m¨¢s bien dirigidas a disuadir cualquier intento desestabilizador al hilo de la actual ofensiva terrorista que a expresar algo tan obvio y sabido como que ETA, en sus dos ramas, cuenta con un m¨ªnimo arraigo social entre el electorado vasco.Hay algunas lecciones a aprender en la movilizaci¨®n popular de este fin de semana. La primera, el cansancio real y la inmutaci¨®n de este pa¨ªs ante tanta muerte in¨²til. Despu¨¦s, la capacidad de convocatoria de los partidos pol¨ªticos con responsabilidades de poder (PSOE en toda Espa?a y PNV en Euskadi), organizando las demostraciones en apenas 48 horas. Tambi¨¦n hay que anotar la habilidad del Gobierno para desactivar de antemano un eventual debate parlamentario que tratara de demostrar supuestas ineficacias o parsimonias del Ejecutivo en la lucha contra el terrorismo y para aplacar las voces uniformadas que claman constantemente por la necesidad de hacer algo, sin decir nunca a las claras qu¨¦ es lo que ellos creen que hay que hacer.
Pero no estoy seguro de que, a medio plazo, esta explosi¨®n de apoyo popular no se vuelva contra el Gobierno mismo, y no estoy seguro tampoco de que muchos no atisben signos de una inconfesada debilidad pol¨ªtica en el Gabinete de Felipe Gonz¨¢lez, que puede haberse precipitado en sacar las gentes a la calle.
Un an¨¢lisis de la situaci¨®n nos permite suponer que la barbarie asesina de los poli-milis, secuestrando y matando a sangre fr¨ªa al capit¨¢n Mart¨ªn Barrios, amenaza con convertirse a sus ojos como un triunfo operativo, sea este el fruto de unas mentalidades dementes o de un fr¨ªo c¨¢lculo de provocaci¨®n a las instituciones democr¨¢ticas. En efecto, ETApm VIII Asamblea est¨¢ compuesta por muy pocas personas -quiz¨¢ no lleguen al centenar-; no tiene apoyo pol¨ªtico, como no sea el que recibe del grup¨²sculo casi desconocido de Nueva Izquierda; se encuentra enfrentada con sus siniestros colegas de ETA Militar, y, en definitiva, no es m¨¢s que una banda en descomposici¨®n, instrumentada ahora mucho m¨¢s f¨¢cilmente por los servicios de espionaje y agitaci¨®n internacional que cualquier otro grupo terrorista. Probablemente, ni ellos mismos supon¨ªan que su salva e atentado contra la libertad y la vida del capit¨¢n de Farmacia iba a tener tantos r¨¦ditos publicitarios y a generar una conmoci¨®n social como la que hemos vivido, en un pa¨ªs golpeado por el terrorismo desde hace m¨¢s de 15 a?os y en el que han muerto casi doscientos militares y miembros de las fuerzas de seguridad s¨®lo en el espacio de los ¨²ltimos siete a?os. No digo por eso que las movilizaciones populares sean un error, y debo a?adir que me parece singularmente emocionante y significativa la celebrada en Bilbao. Pero entre la participaci¨®n ciudadana y los senderos del populismo discurre una sutil frontera, que todo buen pol¨ªtico conoce y que un dem¨®crata no puede ni debe traspasar. Felipe Gonz¨¢lez cuenta desde el viernes con medio mill¨®n de manifestantes que apoyan su pol¨ªtica antiterrorista, pero cuenta, sobre todo desde hace un a?o, con 10 millones de votos que depositaron en ¨¦l y en su partido la confianza de la gobernaci¨®n del pa¨ªs. Su fortaleza est¨¢ en las urnas, y debe hacerse visible, frente a las reacciones hist¨¦ricas o interesadas de quienes quieren combatir s¨®lo con la fuerza lo que necesita m¨¢s que nada inteligencia. Ese es el apoyo popular que debe esgrimir -para ello se le dio-, en un momento en el que se multiplican los acosos sociales de la derecha y en el que la ofensiva terrorista trata de aprovechar esos acosos.
Nadie que est¨¦ en su sano juicio puede decir a estas alturas de la historia de Espa?a (10 a?os despu¨¦s del asesinato de Carrero) que tiene una alternativa v¨¢lida o respuesta segura a la lucha contra el terror de ETA. Nadie, ni siquiera los militares. Pero por lo mismo es peligrosa la dramatizaci¨®n popular de lo que es de por s¨ª un hecho dram¨¢tico, aunque absolutamente aislable, en el actual contexto pol¨ªtico espa?ol: la existencia de un bandidaje pol¨ªtico sin m¨¢s objetivo que el pillaje, ni m¨¢s voluntad final que la provocaci¨®n. ?Qu¨¦ es lo que quieren?, nos preguntamos hasta la desesperaci¨®n los ciudadanos, testigos horrorizados de tanta muerte in6ane!a manos de ETA. Sin reparar, quiz¨¢, en que no quieren m¨¢s que lo que tienen, o quieren a la postre m¨¢s de lo mismo: los fines del terrorismo se agotan en sus m¨¦todos. Podr¨¢n instrumentar, en casos individuales, la voluntad independentista ut¨®pica y bastante arcaica de sectores del pueblo vasco; podr¨¢n aprovechar la protesta social por los excesos policiales del pasado y del presente o por las pretensiones de abrir Lem¨®niz "contra viento y marea"; podr¨¢n movilizar los sentimientos demag¨®gicos de esa especie de bandido generoso que todo agitador lleva dentro, y hasta podr¨¢n hacer sentir a algunos buenos ide¨®logos y j¨®venes idealistas que est¨¢n practicando el manual ortodoxo y l¨®gico de la revoluci¨®n contra el orden establecido. Pero es ese mismo orden el que les interesa conservar, debilitado. Y es demasiado suponer, como ya la crispaci¨®n de turno hizo creer a Mart¨ªn Villa, que nos hallamos en una lucha desigual de ETA contra el Estado. No se trata de "ellos o nosotros", como tantas veces se oye. "Ellos" no existen m¨¢s que como banda maflosa, y no son en s¨ª ninguna amenaza para la democracia ni sus institu ciones. Y "nosotros" tampoco somos un cuerpo homog¨¦neo y uniforme, como tienden a supo ner las respuestas militarizadas de la conciencia pol¨ªtica, sino un pueblo plural y diverso, muchos pueblos en un momento de crisis y transformaci¨®n, que repudian el terrorismo, por lo que tiene de inhurr ano en s¨ª y por lo que con lleva de provocaci¨®n al terror de Estado.
El cansancio de los ciudadanos por la agresi¨®n etarra no excluye a nadie por lo dem¨¢s. La demostraci¨®n de ayer en Bilbao, en respuesta a una convocatoria en la que el partido del Gobierno de Madrid estaba implicado s¨®lo a duras penas, quiz¨¢ sirva al menos para acabar con las reticencias y recelos que desde el poder central se hacen respecto a la actitud de los partidos nacionalistas en relaci¨®n con el terrorismo. Es el pueblo vasco el m¨¢s castigado por esa plaga de violencia y el m¨¢s amenazado por las represalias que pueda originar, y es incomprensible que, en sus intentos de restarle apoyo social a ETA, el Gobierno socialista no se muestre m¨¢s al lado de los planteamientos de las autoridades aut¨®nomas vascas.
Si las manifestaciones d¨¦ estos d¨ªas han podido tener la virtualidad de demostrar, una vez m¨¢s, la voluntad de convivencia de los espa?oles, ser¨ªa ingenuo suponer que servir¨¢n para detener la mano de los asesinos. Cabe temer, sin embargo, que el Gobierno, desconcertado por la virulencia de la amenaza terrorista, tienda a reemplazar la reflexi¨®n y el an¨¢lisis por respuestas puramente emocionales, con lo que corremos peligro todos de incurrir en una histeria pol¨ªtica absolutamente injustificada. Dec¨ªa al principio que el, terrorismo no es una amenaza en s¨ª contra la democracia espa?ola, porque sigo pensando que ¨¦sta se asienta sobre estructuras sociales complejas que se resisten a la agresi¨®n burda y criminal de ETA lo mismo que a las soluciones unidimensionales que algunos predican. De ah¨ª que, siendo hermosa la manifestaci¨®n de la solidaridad y el dolor ciudadanos, ser¨ªa lamentable que sirviera para justificar un aumento y hasta un desv¨ªo en la dureza represiva de las leyes y m¨¦todos de1a lucha antiterrorista, a los que se acusa de poco eficaces. La lucha contra ETA seguir¨¢ siendo larga y dificil, pero no hay alternativa fuera del r¨¦gimen democr¨¢tico y de la ¨¦tica que comporta. Cualquier forma de guerra sucia -y hay indicios claros de que el Gobierno la practica-, la extensi¨®n de las medidas represivas a la poblaci¨®n, la privaci¨®n generalizada de libertades, el recurso a la tortura de los detenidos, la implantaci¨®n de alg¨²n tipo de censura... son tentaciones demasiado obvias, y en ellas caen los gobernantes m¨¢s dem¨®cratas con testarudez hist¨®rica.
El Gobierno, que cuenta con instrumentos legales sobrados para combatir el bandidaje pol¨ªtico, sabe que nadie le puede exigir ¨¦xitos que otros no obtuvieron. La sociedad espa?ola es lo suficientemente madura para entender los riesgos de la violencia individual o grupuscular en un pa¨ªs como el nuestro y la imposibilidad de atajarlos o de preverlos de manera absoluta. De todas formas, cabe la sospecha cierta de que la pol¨ªtica policial de Barrionuevo no est¨¢ aportando mejores resultados, y quiz¨¢ s¨ª peores, que la de Ros¨®n, y que se est¨¢n desperdiciando oportunidades de di¨¢logo y pacificaci¨®n en Euskadi a costa de un comportamiento electoralista del PSOE.
Tambi¨¦n hay que decir algo de la pol¨ªtica exterior. Francia sigue siendo, de hecho, la guarida de los etarras, y la respuesta del Gobierno espa?ol ante esa circunstancia es m¨¢s que t¨ªmida. Al mismo tiempo, parece fuera de toda duda el apoyo que desde Cuba y otros pa¨ªses revolucionarios del Tercer Mundo se ha venido prestando a ETA. Suponemos que es m¨¢s dificil para el Gobierno rectificar su pol¨ªtica respecto a La Habana y Par¨ªs que convocar a las masas, de por s¨ª dispuestas a hacer patente su cansancio y desolaci¨®n. Por ¨²ltimo, a quienes claman por la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito en Euskadi habr¨ªa que preguntarles qu¨¦ entienden por eso. Son oficiales del Ej¨¦rcito los responsables de la Guardia Civil -que es un cuerpo militarizado- en la lucha antiterrorista y son militares los oficiales de la Polic¨ªa Nacional. Y en manos de oficiales del servicio de inteligencia est¨¢ tambi¨¦n el seguimiento del tr¨¢fico internacional de armas, esencial en el combate contra el terrorismo.
Estas son, en resumen, algunas meditaciones, no todas f¨¢ciles, que pueden hacerse tras la agitaci¨®n de este fin de semana. Es un hecho comprobado que el terrorismo es una amenaza para la vida y la seguridad de las personas, pero no puede por s¨ª mismo acabar con la solidez democr¨¢tica de un pa¨ªs. El nuestro ha aprendido, por desgracia, a convivir con ¨¦l, aunque felizmente no se resigna a hacerlo. Pero por lo mismo se equivocan quienes suponen que la lucha contra ETA importa a nuestros ciudadanos m¨¢s que el mantenimiento de sus libertades. Porque s¨®lo desde la defensa de ¨¦stas puede ser vencida aqu¨¦lla.
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