Humillaci¨®n y cultura
Estoy absolutamente seguro de que don Jes¨²s, aquel de Nazareth, no s¨®lo era un gran mester de juglar¨ªa, sino que escrib¨ªa y pul¨ªa con denuedo sus poemas, y que esta ¨²ltima raz¨®n lo llev¨®, fatalmente, a ser abulonado contra el mundo. Que versos tan subversivos ser¨ªan despu¨¦s, en distintas variaciones, firmados por sus disc¨ªpulos, como tantos m¨²sicos, agregando alg¨²n comp¨¢s, rubrican peteneras o vidalitas an¨®nimas. Y que, salvando 2.000 a?os, aquel eximio improvisador, pero a la vez gran poeta, fue el primer escritor moderno censurado, detenido y desaparecido. Al cabo de dos milenios, cuando ya buena parte de la humaner¨ªa se quita una mejilla, pues andar con las dos puede ser suicida, el tratado de defensa contra creadores alcanza su m¨¢xima perfecci¨®n en el Cono Sur latinoamericano. Claro que con apasionada resistencia hacia los cazadores -y su imprevisible sino-, ya que no por azar, los m¨¢s altos fil¨®sofos del v¨¦rtice austral del planeta intuyen que ning¨²n cordero se salv¨® balando.
Para los proc¨®nsules neorromanos de Argentina, aquellas fotos del golpe de Estado de 1973 en Chile -con soldadesca ritual en aquelarre junto a piras de libros- planteaban ciertos dilemas. Las segundas jefaturas militares (II, inteligencia) interpretaron fielmente las ¨®rdenes de batalla de los altos mandos. Para no incurrir en quema de libros, lo ideal es que no se escriban. Mas la prisi¨®n -reconocida- del autor no resuelve el asunto: ah¨ª est¨¢ el caso de Cervantes y otros c¨¦lebres disolventes. Ergo, para que no haiga escritura no debe existir escritor, habr¨¢ que desaparecerlo. El novelista Haroldo Conti, elcuentista y periodista Rodolfo Walsh, el fino poeta y periodista Miguel ?ngel Bustos, el traductor y periodista Conrado Ceretti, son algunas pruebas emp¨ªricas de la nueva teor¨ªa t¨¢ctica de Fort Gulick y Fort Langley. (Como se ve, en nuestra Am¨¦rica -seg¨²n el soberano posesivo de Mart¨ªcasi todos somos escritor-y-periodista, incluso cantautor-y-periodista -caso Zitarrosa-, y a mucha honra por ambas desgracias.)
Bien: pero ?los periodistas-periodistas, a secas, no entra?an un riesgo m¨¢s grave a¨²n para la seguridad occidental y cristiana y el ser nacional? Desapareci¨® un centenar de ellos; como casi todos los 30.000 evaporados, fueron detenidos y chupados ante testigos. Y el cine, ?no es acaso uno de los peligros masivos para nuestro modo de vida? El cineasta Raimundo GleLier pas¨® a poblar la niebla aullante de las no-personas. ?Y el teatro, esa cueva de blasfemos disociadores? El dramaturgo -y periodista- Alberto Adellach salv¨® el pellejo justito, no as¨ª su biblioteca y bienes. ?Y los abogados, catedr¨¢ticos, f¨ªsicos nucleares, socioci¨®logos, m¨¦dicos, arquitectos, estudiantes, ingenieros de todo pelaje y otros reos de leso intelecto? La lista de esfumados fue equitativa con todos. "?As¨ª que su hijo era buen estudiante y le¨ªa mucho?... ?sos son los peores", consol¨® un militar a una de las madres de la plaza de Mayo.
A veces se resist¨ªan, como el poeta y periodista Francisco Urondo o el periodista chileno Augusto Carmona, y hab¨ªa que acribillarlos. O arrojarlos a una erg¨¢stula sin los goces de la bruma, como al narrador y periodista Antonio Dibenedetto o al editor Daniel Divinsky, por fallos operativos de la guerra contrasubversiva. Pero surg¨ªan nuevos dilemas t¨¦cnicos. Si bien los intelectuales no hac¨ªan lo que esos negros (obreros) que rotaban semanalmente -para no desaparecer, como otros miles- en la funci¨®n de delegados sindicales clandestinos -doble amor a la vida: por dignidad y por miedo-, hab¨ªa creadores cachorros, sin prontuario a¨²n en la CIA y en los servicios nativos. Que se exilien, "que se manden a mudar por ah¨ª", seg¨²n un ranger aut¨®ctono. O Jaime Guzm¨¢n (brazo sumamente derecho del general Pinochet) dixit: "Sabemos que nos quieren contrabandear sus cancioncitas y sus basuras, pero deben aplanar tantas calles para ganarse un pan en otros oficios que no les resta tiempo ni fuerza para sus huevadas". Me consta que al 24 de marzo de 1976 hab¨ªa en Buenos Aires -verbigracia- excelentes novelistas j¨®venes a punto de romper alas en alg¨²n sello editor y que al d¨ªa siguiente supieron que deb¨ªan comerse su original a pedacitos. Y la incineraci¨®n o explosi¨®n de teatros y actores, confiscaci¨®n de discos y libros, prohibici¨®n de millares de t¨ªtulos apestados de letra, sonido o imagen, y una hoguera editorial en el Regimiento de Infanter¨ªa Aerotransportada XIV (C¨®rdoba, jurisdicci¨®n del general Luciano Men¨¦ndez), fueron detalles de libreto. Como los asesores literarios que blanden listas y c¨®-
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