Un m¨²sico llamado Max Roach
Sexteto de Jos¨¦ Antonio Galicia. Tributo a Louis Armstrong. Max Roach Double Quarter.
Cuarto Festival de Jazz de Madrid.
Palacio de los Deportes. 30 de octubre de 1983.
Para iniciar la sesi¨®n de clausura del Festival de Jazz de Madrid, la informaci¨®n dada a la Prensa anunciaba al bater¨ªa Jos¨¦ Antonio Galicia y su espect¨¢culo musical, denominado Catoblepas, en recuerdo de un animal fant¨¢stico que destru¨ªa a quien le miraba a la cara. Pero luego Jos¨¦ Antonio se dej¨® en casa el mentado bicho e hizo, con un sexteto en el que hab¨ªa dos guitarras, un free aflamencado al que se pod¨ªa mirar a la cara sin mayor problemas.
Sigui¨® un homenaje a Louis Armstrong, que result¨® gracioso y aut¨¦ntico, porque gente como Trummy Joung ha pasado m¨¢s tiempo con Armstrong que ning¨²n otro. Cantando el blues es el opuesto de Teagarden, el otro gran trombonista de Armstrong, al tiempo m¨¢s sombr¨ªo y m¨¢s evocador. Pero hay que recordar, para quien le escuche ahora, que Trummy pag¨® sus derechos en vocales gloriosos con la banda original de Jimmy Lunceford. El papel de Armstrong lo hizo Billy Butterfield, tocando la trompeta como si a los ¨¢ngeles del juicio final los hubieran sacado de una pel¨ªcula de Frank Capra. En conjunto, fue una delicia. escuchar el viejo repertorio. En cuanto a Louise Tobin, digamos que en todo festival de jazz ha de haber una vocalista, como en el jazz siempre ha de existir, primero, una mujer que canta. No nos ¨ªbamos a quedar solamente con las chicas de los cuartetos de cuerda, o con la cantante de Cecil Taylor, que hac¨ªa unas cosas tan raras.
No crea el lector por el art¨ªculo de ayer sobre Chick Corea que las cuerdas en jazz son algo rechazable siempre. En jazz ha habido buenos arreglos de cuerda: los de Neal Hefti para Charlie Parker o Clifford Brown, los de Eddie Sauter para el Focus de Stan Getz..., y ahora hay que a?adir al elenco a Max Roach y su doble cuarteto. Leonard Bernstein dijo que el jazz es una m¨²sica de int¨¦rpretes, y esto es por lo general cierto, pero tambi¨¦n ha habido excepciones. La m¨¢s clara es Ellington, pero tambi¨¦n se puede citar a Mingus, a quien ser¨ªa una injusticia mencionar s¨®lo como contrabajista. Max Roach quiere coger la antorcha, y ahora mismo resulta m¨¢s que un bater¨ªa, aunque lo es magn¨ªfico.
Esta vez hemos visto que Max es un m¨²sico, y que su m¨²sica respeta el lenguaje original, ese jazz moderno que Max Roach contribuy¨® a crear con Parker y Gillespie.
La actuaci¨®n de Roach fue desigual: hubo una segunda pieza tediosa, y todo el tiempo se a?or¨® la presencia de un contrabajo de verdad. Del resto, parec¨ªa inevitable que se dulcificara el efecto del jazz, y a lo mejor as¨ª sucedi¨®, pero hay que reconocer que en cada tema el principal inter¨¦s era qu¨¦ har¨ªa el Cuarteto de cuerda.
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