El congreso del Partido Socialista franc¨¦s
LA PRINCIPAL preocupaci¨®n del VI Congreso del Partido Socialista franc¨¦s ha sido, aunque el asunto no estuviese formalmente incluido en su orden del d¨ªa, respaldar la pol¨ªtica del presidente Mitterrand y del Gobierno Mauroy en los dos ¨²ltimos a?os. Pero los continuos reveses sufridos en las urnas en las ¨²ltimas convocatorias electorales han obligado tambi¨¦n a los congresistas a interesarse por las razones del decrecimiento de su apoyo popular. Contrariamente a lo ocurrido en Espa?a, los socialistas franceses buscaron una forma de separar y de distanciar al partido del Gobierno; una de sus personalidades m¨¢s brillantes, Lionel Jospin, se dedica a la secretar¨ªa del partido, sin que desempe?e ning¨²n cargo en la estructura del Estado. Se quer¨ªa as¨ª que el partido, dotado de personalidad propia, pudiese vivir entre la gente, canalizando hasta el Gobierno inquietudes y problemas reales, y fuese tambi¨¦n instrumento de convencimiento y de mediaci¨®n para que el acceso de los socialistas al poder se tradujese, entre otros rasgos, en una comunicaci¨®n m¨¢s efectiva entre la sociedad y el poder.Para cumplir tal papel, el partido socialista encuentra en Francia una grave dificultad: el techo bastante bajo de su militancia. Aunque Mitterrand ha reconstruido un partido -la vieja SFIO- que estaba casi en las catacumbas, su triunfo electoral se ha distanciado enormemente de su cifra de militantes. El PSF, que cuenta con unos 250.000 afiliados, obtuvo unos 9,5 millones de votos, lo que supone unos 38 electores por cada afiliado. Esta relaci¨®n entre militantes y electores es superior a la del PSOE -unos 100.000 afiliados, frente a 10 millones de votos-, pero muy inferior a la de otros partidos socialistas europeos: dos electores por afiliado en Suecia; tres en Austria; 16 en la RFA. La situaci¨®n actual es tambi¨¦n bastante distinta de otras experiencias hist¨®ricas en Francia: cuando el triunfo del Frente Popular en 1936, en las elecciones que permitieron a L¨¦on Blum formar Gobierno, el partido socialista ten¨ªa, proporcionalmente, casi cuatro veces m¨¢s afiliados que ahora en relaci¨®n con sus electores: la proporci¨®n era de uno a 10, mientras que ahora es de uno a 38. Seg¨²n ha observado con acierto Maurice Duverger, ese gran desfase entre militantes y electores y la inexistencia de un lazo estrecho con los sindicatos han empujado al Partido Socialista franc¨¦s a una fuerte ideologizaci¨®n.
Los innovadores proyectos con que Mitterrand lleg¨® al poder no han resistido la prueba de la realidad. El VI Congreso del PSF ha reflejado la aceptaci¨®n de esos cambios: la pol¨ªtica de rigor en materia econ¨®mica (por no hablar de austeridad), una dosis considerable de atlantismo en cuestiones internacionales (a pesar de duras cr¨ªticas a EE UU en temas puntuales) y un continuismo evidente del estrecho nacionalismo franc¨¦s sobre la CEE y su ampliaci¨®n. Ese proceso de renuncia a los proyectos o promesas de un socialismo a la francesa, diferente de las f¨®rmulas socialdem¨®cratas cl¨¢sicas, no se traduce todav¨ªa claramente, sin embargo, en los planteamientos doctrinales. Quiz¨¢ el aspecto m¨¢s importante del discurso de Mauroy, sobre todo por la coyuntura internacional tan cargada de peligros, ha, sido una toma de posici¨®n neta en favor de un papel propio, independiente, de Europa, susceptible de superar la contradicci¨®n cada vez m¨¢s aguda entre la URSS y EE UU; pero tal actitud queda en gran parte debilitada por el hecho de que Francia apoye incondicionalmente la posici¨®n norteamericana en la cuesti¨®n decisiva de los euromisiles.
Un efecto de la administraci¨®n conjunta del poder ha sido reducir hasta su casi desaparici¨®n las diferencias entre las principales corrientes que tradicionalmente se han enfrentado, y a la vez han colaborado, en el PSF: Rocard, el dirigente socialista m¨¢s popular, sobre todo fuera de los marcos del partido, asume la cartera de Agricultura, con el contacto directo que supone con algunos de los imperativos m¨¢s duros de la realidad econ¨®mica; su corriente ha renunciado a formular posici¨®n propia y se ha sumado al texto mayoritario. As¨ª, el congreso se inici¨® con una mayor¨ªa ampl¨ªsima, de m¨¢s del 77%, en la que conflu¨ªan los sectores de Jospin, Mauroy y Rocard; la ¨²nica oposici¨®n estaba representada por la izquierda, encabezada por el antiguo ministro Chev¨¦nement, que permanece fiel a la pol¨ªtica de est¨ªmulo al consumo interno y de ensanchamiento del sector estatal que caracteriz¨® la primera etapa de Mitterrand. Esta corriente ha logrado el 17% de los votos, un peque?o aumento en relaci¨®n con el congreso anterior; pero si se tiene en cuenta la amplitud del descontento popular, manifestado en varias elecciones, es evidente que la vida interna del partido sigue siendo bastante impermeable a lo que ocurre en la calle.
En realidad, el Partido Socialista franc¨¦s, a pesar de la medida de mantener alejado a su secretario general de cualquier cargo de Gobierno, no ha encontrado soluci¨®n a la crisis que aqueja, en t¨¦rminos muy generales, a todos los partidos pol¨ªticos europeos, en particular de izquierda: ser sobre todo aparatos electorales, y cuando est¨¢n en el poder, instrumentos del Gobierno. El congreso de Bourg-en-Bresse reflej¨® un triunfo de la pol¨ªtica de Mitterrand, pero no modificar¨¢ gran cosa la pol¨ªtica francesa ni frenar¨¢ un creciente desencanto de una parte de la opini¨®n, incluso de antiguos electores socialistas. La retirada de la delegaci¨®n del PSOE del congreso ha mostrado tambi¨¦n que la unidad de proyectos del llamado socialismo mediterr¨¢neo no fue mas que una formulaci¨®n de mala ret¨®rica incapaz de sobreponer los intereses electoralistas de los socialistas franceses a una concepci¨®n hist¨®rica de amplio aliento.
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